Johnny Ryan

PUDRIDERO 2 de Johnny Ryan

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Al grano: sigue el festín de hostias padre y muy señor mío. Y eso, para el caso, es bueno.
Pero además lo que no parecía probable resulta que sucede. Si al leer el primer libraco uno se sentía machacado por la fuerza telúrica de su violencia insolente y macarra, también es verdad que podría pensar que tras el guantazo por sorpresa ya estaba todo el pescado vendido. Pero resulta que en este nº 2  de Pudridero, de J. Ryan, nada ha decaído. Recopila los originales USA 3 y 4, y ha sido editado con primor y esa alegría por hacer las cosas bien que nos hace imaginar a los de Fulgencio Pimentel y Entrecomicscomics como María Von Trapp cantando y bailando dichosa en el verde valle, mientras sacan libros como este. Y de su seno surgen nuevas amenazas contra el ¿héroe? que por supuesto proceden del abismo o se coagulan en los cielos, porque todo en Pudridero es primigenio y básico, y los enemigos de Carantigua son más temibles y disparatados y vaginales y supurantes y fálicos y regurgitados y defecados que en su primera parte.

pudrirero 2

festín pútrido

Así que a lo de antes (violencia garrula, humor socarrón, sal menos gruesa de lo que aparenta, hostias, hostiazos, hostiones, ¿he dicho hostias? es un taco, pero lo uso porque en Pudridero hay unos cuantos tacos… de la hostia, claro) se añade cierta dosis de emoción, uno no sabe si hablar de una némesis o de qué, pero las cosas se enredan, sin duda. Y el dibujo hasta me parece más refinado (es una palabra empleada en el lugar equivocado, soy consciente) e imaginativo, y los diseños de personajes de Ryan merecen un estudio… que lo haga alguien.

Bueno, pues… buena edición, buen precio, más acción que en todo Vengadores vs. Patrulla-X y una promesa: continuará.

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Cómics del lado salvaje (PUDRIDERO, ATAJOS, LA COLMENA)

Artículo publicado en Faro de Vigo el 3 de Mayo con el título «Caminar por el lado oscuro».

Caminar por el lado salvaje.

Hay cómics y autores de historieta que no se contentan con retratar el lado amable de la vida o historias de gozosa evasión. Hay creadores que reflejan el fondo turbio de las cosas.

grupo salvaje

Grupo salvaje

La tradición escapista e infantil de nuestra historieta puede pesar como una losa (falaz) en la consideración que el lector tenga del cómic. Incluso hoy, con el auge del tono adulto, biográfico o comprometido, a lomos de la novela gráfica, puede persistir la sensación de que la historieta es algo así como un medio que navega entre la actualidad callejera (al estilo de las viejas revistas de los ochenta como “El Víbora”) y la lectura infantil o juvenil con ánimo de resultar una eficaz evasión: un entretenimiento frugal o un pulso a su presente.

Pero en realidad existen autores y obras que no bailan con ese ritmo, que se mueven por los rincones oscuros y suponen, en sí mismos, un reto casi inaprensible. Es así porque su perspectiva es extraña, personal y poco acomodaticia. Y porque no ofrecen solo lo que nos reconforta, sino una oscuridad que hay que asumir, atreverse a hacernos partícipes de esa mirada única y turbia.

AtajosRecientemente en España hemos visto tres obras bien distintas pero que participan de ese gusto por “lo otro”, por lo diferente, por el lado salvaje. Martí es un clásico español de la mencionada quinta de “El Víbora”, un autor que se hizo conocido en el boom de los ochenta y que incluso llegó a ser publicado en Estados Unidos. Quien se acerque a “Atajos” (ediciones La Cúpula) leerá reunidas algunas historias cortas que el autor del «Doctor Vértigo” desperdigó entre los setenta y el nuevo siglo en diferentes publicaciones. Asombra lo vivo de su estilo, que apenas envejece (de hecho las diferentes historias, con sus matices, poseen una gran cohesión) y nos interesa en este repaso porque aquí tenemos, efectivamente, una cara nada amable del mundo. Comenzando por una turbadora historia que homenajea al primer David Lynch, este libro surca la España Negra, criminal, pasional, insana y mezquina de los crímenes de barrio, las vendetas de pueblo y las rencillas de vecinos. Tarados, necios, locos, lo peor del tejido social pasa por estas páginas de oscuridad imantada, absorbente y feroz.

pudridero2_portadaAunque para ferocidad, las editoriales Entrecomicscomics y Fulgencio Pimentel al alimón acaban de publicar la segunda parte de ese carrusel de violencia gratuita y “fantastique” que es “Pudridero”, de Johnny Ryan. Poco argumento (en un futuro indeterminado, o en una galaxia más que lejana, un presidiario intergaláctico confinado en un mundo-cárcel se da estopa con todo lo que se cruza en su camino página tras página) para un relato adictivo de mutaciones fisiológicas, imágenes sexuales muchas veces chungas, descuartizamientos como fiestas de cumpleaños y lenguaje directo. Todo, no podía ser de otro modo, servido con un dibujo feísta que engaña al ojo: parecen garabatos toscos, pero resultan el más potente retrato de las consecuencias de un acto de híper violencia. Su efecto acumulativo de sucesos amorales convierte en un artilugio incandescente en las manos a este segundo libro sobre las vicisitudes de un preso en un mundo-pudridero.

la colmenaLados salvajes de la vida: una existencia de retrato social terriblemente cercano, en el caso de Martí, o una de fantasía space-ópera transmutada en holocausto caníbal para freaks en lo de Ryan, pero una vida. Sin embargo “La Colmena”, tercer ejemplo de este tipo de cómics nada complacientes, va más allá de la vida o de plantear una realidad, sea posible o futurista. Charles Burns es uno de los más grandes autores del cómic actual, dueño de un estilo cautivador, meticuloso y gélido, que sobre todo contiene un mundo propio donde realidades y sueños se amalgaman en una tórrida cópula. El lector puede reinterpretar las páginas, decidir cuál de sus mundos es más real para él, si los sueños o los recuerdos o las alucinaciones. Pero sobre todo, en Burns persiste una sensación de que las claves de lectura no se agotarán jamás, que uno puede volver a este universo de signos sutiles (más o menos evidentes, pero siempre complejos) y lograr relecturas sorprendentes. Y desasosegantes. Burns es, más aún que un lado salvaje, un plano diferente por el que hay que reaprender a caminar, por sus sendas. “La Colmena” es una segunda parte de la trilogía iniciada con “Tóxico”, ambas editadas por Random House Mondadori. Hay en sus páginas meta-cómic, realidades paralelas, amores adolescentes, delirios arties, nueva carne y tebeos añejos inventados. Un ensueño fascinante que, si queremos dotar de un titular, sería la más febril pesadilla de Tintín tras comerse los hongos de “La estrella misteriosa”. Entre muchas otras cosas, porque sus lecturas y conceptos, lo repito, son numerosas.

Son tres ejemplos, en fin, de una corriente que entiende al cómic como medio ideal para explorar lo que nos rodea alumbrado por lo que anida dentro de uno mismo. Donde la narrativa y el dibujo se combinan para expresar cualquier cosa. Atrévanse a probar.

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PUDRIDERO, de John Ryan

Artículo publicado en Faro de Vigo el 12 de Octubre, pero con ligerísimos retoques, un juego de las siete diferencias, casi.

A cara de perro.

El cómic como vehículo de pasiones desatadas, bajas, y en sintonía con cierto espíritu contestatario o “underground”, tiene hoy en Johnny Ryan su mejor aval.

En estos tiempos en que el cómic ha saltado definitivamente a primera línea del panorama cultural global merced a un buen puñado de obras con ánimo deliberadamente trascendente (la memoria histórica de “Maus”, el reportaje de investigación de Joe Sacco, el poso indudablemente “artie” de Cris Ware, etcétera), es sano recuperar, al menos en ocasiones, aquel pulso gamberro, salvaje, desprejuiciado, lúdico y libre que caracterizó a la historieta de hace décadas. No es que el espíritu burlón haya desaparecido de la historia de la historieta en tiempos de novela gráfica, claro, pero sin duda “Pudridero”, de Johnny Ryan, es su más visible y estruendoso faro en el siglo XXI.Nacido en 2009 y aún en proceso, esto es, inacabado, “Pudridero” (“Prison Pit” en el original) es simplemente una gamberrada, un argumento mínimo como McGuffin que podría esconder lecturas más profundas. Pero seguramente esas lecturas, esas “trascendencias”, no le interesan a su autor. O no tanto como lo visceral, la energía desprendida por la lectura, la sensación de enfrentarnos a algo bruto, irracional, salvaje. Como un doberman que nos pilla colándonos en su jardín. Sin correa.
Pudridero” narra la historia de ciencia ficción en que un presidiario, Carantigua, es confinado en un planeta-cárcel poblado por más presidiarios. Unos soldados lo arrojan allí desde una nave, y comienza una sucesión de peleas entre el novato y los habitantes del pudridero. Por supuesto, lo púgil carece aquí de la sordina de los tebeos de superhéroes y supone una experiencia sucia, física, feroz, sanguinolenta y mutante. Los cuerpos amputados se yerguen y les crecen nuevos apéndices (a veces, mecánicos) que forman nuevos cuerpos (y nuevos enemigos, por tanto, que Carantigua troceará nuevamente no sin sufrir lo suyo). Los cortes segregan viscosidades, el sexo es explícito, por descontado, pero sobre todo implícito ya desde la primera escena, una imagen coital de una nave penetrando la tierra por un agujero. Todo es rabia y furia, un mundo impío, infernal pero se diría gozoso para sus habitantes.

Pudridero: la vida mata

Al final “Pudridero” es un canto a la auto aceptación. O podría serlo si no fuese tan evidente que aquí sobran las moralejas, que da lo mismo si estas abominaciones supurantes, hipermusculadas, criminales, violentas porque sí, son una metáfora de la auto aceptación (por horrible que se sea, hay que saber aceptarse, ahí reside la felicidad… hasta en el infierno). Ryan no quiere sermonearnos sino divertirnos a bofetadas, y ciertamente cada escena, cada página, supone una palma en tu cara.
Por encima de un controladísimo ritmo y de una página más refinada de lo que parece a primer vistazo, más allá de un dibujo gloriosamente tosco y que sabe aportar contenido con su acabado rugoso, duro y feroz, o de unos diálogos cortantes y buenísimos, lo que cabe destacar de “Pudridero” es aquello que están perdiendo otros tebeos supuestamente “de entretenimiento”: la capacidad de sorpresa que provoca su lectura, el ser incapaz de adelantar un solo acontecimiento, el leer una obra que a la que quieres despistarte te ha noqueado con un giro ilógico (y salvaje, claro). Como el cruce perfecto en una pesadilladel underground y los superhéroes Marvel de Jack Kirby , este cómic (editado con esmero por Entrecomicscomics y Fulgencio Pinentel) es una gozada, pero sube la adrenalina más que una montaña rusa.

Le seguirán dos volúmenes más, que cerrarán este ciclo de aquelarres infectos y futuristas.

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