Archivo marzo 2012

WIMBLEDON GREEN, de Seth

Artículo publicado en Faro de Vigo el 23 de Marzo. Levemente ampliado para este blog.

El coleccionismo según Seth.

El autor canadiense, adalid del cómic independiente en los noventa, disecciona con humor y acidez el mundo del coleccionista de cómics.

El inicio de la leyenda, el 'mockumentary' comicográfico

 

Seth, apodo de Gregory Gallant, debe ser considerado como uno de los autores más influyentes de los últimos veinte años. Su revista, “Palookaville”, puede entenderse como modelo claro de un estilo de hacer cómic. Hasta los noventa, el mundo de la historieta norteamericana se dividía más o menos en una cara comercial alimentada básicamente por superhéroes y tiras de prensa (en relativa decadencia) y una cruz, los cómics que se miraban en lo underground o en las intenciones más “arties”. Sin embargo, en el medio, y con precedentes tan claros como “Love and Rockets” (una revista realizada por los hermanos Hernández con historias tan personales como accesibles), se situó el canadiense Seth. En su magazine fragmentó una de las primeras novelas gráficas en las que se miran hoy muchos novísimos autores, “La vida está bien, si no te rindes”, un trabajo donde en primera persona el autor nos hablaba de su propio mundo personal y de sus filias estéticas. Y su estilo gráfico es refinado pero naive, se mira en los ilustradores clásicos del “New Yorker”, resulta esencial y evocador.

Y los cómics de Seth son en conjunto personales, de ritmo cadencioso, costumbristas, trascendentes pero siempre alimentados por un soplo de ligereza bien en una narración de lectura fácil, bien en un sentido del humor socarrón que parece restarse importancia. Lo último editado en España de Seth es “Wimbledon Green” (exquisitamente, por Editorial Sins Entido). Y antes que su argumento merece la pena mencionar sus circunstancias. Este cómic nace como un cúmulo de improvisaciones, pequeñas historietas dibujadas en un cuaderno de dibujo que se hilan en torno a una figura, la del tal Wimbledon que titula al libro.

Desde esa aparente falta de cohesión Seth articula el retrato de un personaje que se esfuerza en presentarnos como alguien patético por numerosos “entrevistados”. Todos estos personajillos son coleccionistas de cómics, siendo Wimbledon Green, presuntamente, el mayor de todos ellos. Millonario, capaz de pagar fortunas por añejos comic-books, también es el más ambicioso, prepotente, tramposo y urdidor de artimañas… pero claro, el retrato lo conocemos por terceros. Wimbledon comienza como figura elíptica de la que otros hablan, lo califican, critican. Y al principio esta fórmula (una página para cada entrevista a alguien que presuntamente conoce a Green… o incluso más fragmentariamente, amontonando dos o tres declaraciones de personas diferentes) parece, efectivamente, fruto de la improvisación.

Sin embargo, la estructura de este cómic se revela muy estudiada, o más de lo que al principio nos quiere hacer pensar (o eso o hacemos caso al autor: aquí hay muchísima improvisación… y el talento de Seth es algo innato). De una suerte de “mockumentary” en cómic, sin aviso “Wimbledon Green” se transforma en un relato de acción estilo Hitchcock en un momento que el relato pide, precisamente, un buen giro. Y luego vuelve al esquema de anécdotas y entrevistas (y cada giro añade un aspecto a la personalidad del coleccionista, nada es gratuito o mera puesta en escena). Pero al fin, en otro brillante golpe de timón, despide la obra una escena donde casi por primera vez es Green quien se desvela al lector. Un Green muy diferente al personaje patético y friki que hasta entonces se nos mostró, alguien idealista en cierto modo, aferrado al valor de la memoria personal y las vivencias íntimas de su pasado. Sseguramente green es todos los acercamientos y ninguno, una definición inaprensible porque tras esa máscara se esconde mucho más que un esquemático personaje de tebeo dibujado, también, esquemáticamente. Es un políedro, como tú y como yo, auqneu presentado como un plano en un ejercicio de estilo excepcional.

Y así, en el fono, este cómic es una ficción que no obstante hace de espejo de las inquietudes, las pasiones y las debilidades de Seth (quien incluso se autorretrata o casi en uno de los personajes más viles del libro, otro juego de espejos, otra vacilada), autorretrato con muchos velos para ocultarlo, pero que, pese a las traslúcidas pantallas entre su corazón y el lector, no deja de mostrarnos al alma inquieta que está detrás.

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Relecturas, reflexiones y desvaríos

Con la noticia del fallecimiento de Giraud, intuyo que como mucha gente, me animé a releer algo del desaparecido artista. Es una experiencia siempre gozosa en estos tiempos (al menos los míos) de anclaje a la actualidad por compromisos digamos contractuales, tiempos de estar continuamente rindiendo cuentas con el presente editorial patrio, para la prensa. Revolver las estanterías y leer algo que tiene veinte años y leí hace quince, es una práctica sin duda agradable.

Boggey leyendo "Blue Circle Comic"

Otra cuestión, sin duda, es qué se elige… muere un autor al que admiras y quieres volver a él. Lo que entonces sucede no parece lo más racional: frente a la opción de recuperar los clásicos absolutos, históricos e impepinables, o completar lecturas de obras aún no leídas, mi ánimo me mueve a aquello a lo que le tengo más cariño. El corazón, en fin, me pide que recupere por simple emotividad… qué lejos queda esta la sensación del método analítico que suelo aplicar, de la novedad razonablemente importante, del «must» de temporada… el placer lector se siente aquí de un modo muy diferente.

Y además, demuestra esta inspirada «ventisca emo» que en el mundillo y más concretamente en el mundillo internauta, «el frikismo» o a veces en el simple gusto por la charla y los conceptos de fondo, hay un nosequé que enturbia la pureza, y la gran belleza, del asunto. Cuando alguien «de fuera» nos ve discutir (otro término muy freak… «ser de fuera»; no quisiera sentirme «dentro» de nada, sino en perpetuo cruce de caminos, no creo que mi asombro por el último cómic de Clowes, por ejemplo, rivalice con la emoción del último disco de Cloud Nothings, sino que suman), cuando una mirada ajena asiste a la enésima disputa sobre la novela gráfica (y si es patético o no escribirlo en mayúsculas y memeces de ese orden) suele criticarnos. Semos freaks. Pero no, no lo somos. O yo no lo soy (tanto ;)), sino una persona consciente de que conoce un espectro narrativo enrome, asociado a un arte diferente a otras disciplinas dedicadas a contar historias. El cómic no es nada más que otra posibilidad de descubrir mundos. Quienes los disfrutamos gustamos de hablar d eello. Acalorarse, ya es otr acosa, y produce hernias, que son dolorosas y antiestéticas, pero allá cada cual… yo tampoco tengo horchata en las venas y participé en varias pirulas, sí.

Cary Grant leyendo, claro, el primer número de la revista "Rambla"

Pero me desvío, veníamos a hablar del goce de recuperar lecturas (por lo que, pienso, tampoco me desviaba tantísimo) y cómo eso, tan sencillo y tan puro, lo reubica todo. Yo tiro por el presente, cierto. No soy amigo de modas, no es una cuestión de «imagen» (qué risa, tener imagen en la virtualidad invisible de los niks y el anonimato… cuánta mentecatez se escupe, acusatoria, on line) sino de determinada ética. Es verdad que me interesa (en todo orden de cosas) atarme al ‘Hoy’, que me interesa más Animal Collective que Zappa, «Drive» que «Amarcord», «Pau va de pesca» que «Den». Pero no desprecio a Zappa, ni «Den» ni muchísimo menos a Fellini. Ni a Moebius cosecha ochentas, claro… mi placer lector se define en un contexto, no hay «deberes» ni deudas, cada cual lee lo que le viene en gana, lo que «le tira». Pero eso siempre es mutante y maleable… y a veces, por lo que sea, como en el caso, retornas al pasado. a Moebius, a los 80’s.

El caso es que la lectura que he abordado, doble, obedece a mis recuerdos, al momento de éxtasis y resplandor, al descubrimiento primero y la revelación más intensa: dos sensaciones, dos obras. Puede ser que alguien me diga «pues ya te vale» por la elección. Puede que no. Pero esa crítica es débil… choca con la inquebrantable torre de mis recuerdos, mi intensa experiencia vital y emocional como lector de cómics. Hay moraleja aquí, como en los cuentos de Esopo. Las discusiones febriles y estériles son como moscas cojoneras, mientras que la íntima experiencia de cada cual, lector (de cómic, pero también de lo que sea, novelaa, poesía, teatro…), es un águila imperial de recio, recto y estratosférico vuelo. El gusto personal es tan respetable como imbatible.

Pero muchas veces el ave rapaz, serena e imperturbable, nos difumina la percepción. El «yo» de la propia memoria sentimental del lector anula al crítico objetivo que ve la calidad intríncesa y la realidad de los procesos creativos, sociales, industriales y artísticos del cómic. Así para mí siempre será fascinante la histórica «batalla» entre línea clara y chunga, el Marvel versus DC, ejemplos donde veo que los árboles de lo personal no dejaron ver el bosque de la realidad, o deformó el discurso crítico hasta extremos ilógicos. ¿Tan opuesto era, en el fondo, el underground de los herederos de Hergé?

Marilyn, divina, absorta en la lectura de "Pagando por ello"

En todas estas ideas gravita el apasionante equilibrio que debe sortear todo crítico de cómics. Caminando una delgada línea entre lo objetivo y lo subjetivo, que casi siempre nos tambalea a un lado o a otro… posiblemente yo escoraba a una objetividad intensa, mientras que esta sacudida moebiusiana me ha obligado a verlo, darme cuenta y cimbrear la lado opuesto, porque aquí y ahora es ese subjetivismo el que reclamo para volver a Moebius, MI Moebius.

Ah, pronto, quizá mañana, les hablaré de esas relecturas, de qué me han parecido hoy, lustros después de haberlas descubierto con chispas en los ojos.

Niño de belleza angélica leyendo "El cetro de Ottokar", de 'Las Aventuras de Tintín', en la mecedora de madera de la sala de la tele en su casa de infancia, acompañado de su madre, presente si bien en fuera de campo

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«¿Es que nadie se atreve a decir que este señor dibuja mal?»

En el siempre recomendable blog Entrecomics han publicado una jugosa entrevista con Mauro Entrialgo que ha generado uno de los debates blogueros que cíclicamente reaparecen. Pensaba francamente que ‘nunca mais’, que el asunto estaba hoy por hoy muy superado, pero cuando el primer comentario que se hace reza las palabras literales del título de este post, está claro que no, que vuelve. Y  lo hace por (pienso yo) diversos motivos nada baladí y más interesantes de analizar que mediante un twitt despreciativo sobre el asunto. Porque en el fondo continúa un tema que ya he tratado hace meses en este blogs, el de cómo se considera al cómic, pero lamentablemente injertado en los baremos de calidad de los lectores de historieta más acérrimos. Los que, creo , deberían entender las cosas de otro modo.

Personalmente hace mucho que comprendí que en historieta lo iportante no es dibujar bien. Porque ¿qué es dibujar bien? No ya en el mundo de las viñetas sino en el arte.

¿Esto?

David, El juramento de los Horacios (te lo juro por Snoopy) de 1784

¿O esto otro?

Octubre según la pintura románica

Creo que nadie duda de que ambas formas son perfecatamente válidas porque obedecen a diferentes intenciones y opuestas formas de entender el arte (y la vida). Es algo que se estudia en la ESO (espero), es una obviedad.

Del mismo modo nadie en su sano jucio y con un mínimo de cultura dirá que esto lo hace mi sobrino de cinco años:

Qué cara, qué gesto.. qué carajo es ésto

Aunque claro, todos sabemos que Picasso, además de «esas cosas»… «sabía hacerlo bien»

Eh, ahora sí...

Esta idea relega la experimentación formal a una base, una pericia. Viene a decir que para destruir hay que ser un buen artesano antes. Hay que hacerlo bien. Y no digo que esto no sea así, de hecho creo que efectivamente para destruir hay que conocer y dominar lo que se destruye. Feo verbo, no hablamos de destruir, sino hacer avanzar las cosas, pero nos entendemos, ¿no?.

Picasso es una obviedad, tiene mucha obra anterior a la radicalidad cubista que demuestra esa capacidad, esa habilidad. Pero me pregunto si el fin del arte es ser imitación o reinterpretación… el románico ya nos demuestra que lo segundo, claro. Y el siglo XX. Esa interpretación sostenida en el «saber imitarlo» tiene claros paralelismos en el cómic. Chris Ware es evidente que sabe dibujar, emplea estilizadas formas y un detallismo brutal (al menos en sus diseños de página), pero nada realista, no es imitativo, salvo en sus ya famosos cuadernos de dibujos:

Ware: bocetos, cuadernos, apuntes... del natural

Pero todos sabemos qué hace luego en Acme Novelty Library…

Ware y el cómic: depurando...

Es un ejemplo TAN manido que casi aburre, lo sé. Pero nos sirve para entender otra idea… el problema, entonces, surge cuando el artista nunca demuestra públicamente que pueda representar la naturaleza de un modo verista… ¿cómo determinamos que Entrialgo puede hacer algo como el cuaderno de bocetos de Ware? Sin embargo, la imposibilidad de responder (no sé si en el caso concreto de Mauro, pero sin duda sí en el de otros autores, o en todo caso, en futuros autores de estilo «maldibujo»)? El lector entonces tiene su asidero para decir que NO sabe dibujar… lo que equivale, ay,  a que no sabe hacer bien su trabajo, según este canon de calidad en historieta. Y podemos determinar que es un razonamiento de humo:

  • Valoraremos la capacidad de imitar la realidad de un modo gráfico naturalista.
  • Si el autor no recorre ese camino (sea Entrialgo o un pintor románico) podemos entender que no puede, o demostrar que sí puede aportando obra-ejemplos.
  • Si no hay ejemplos… concluimos que efectivamente ‘no puede’. No sé porqué, pero lo haremos: es tan fácil negarlo como afirmarlo, ante la falta de ejemplos… pero en fin: no hay pruebas=»no puede».
  • Y es una conclusión crítica, porque como hemos dicho, no poder imitar con un grafito la naturaleza convierte al artista en mal artista según esta línea de razonamiento.
  • Pero ojo, para el románico de marras, esto no vale, porque fue hace mucho y no sabían
  • No saber, sin embargo, hoy, me sirve para desacreditar al artista, aunque sus intenciones tengan más parecido con la reinterpretación románica (por cierto, de clave mística y neoplatónica, ninguna broma) que con David, por seguir el ejemplo.

Es un razonamiento que hace aguas. Porque incluso, y esto es historia, el cuadro de los Horacios que abre este post, tan «naturalista», fue en su tiempo denostado por la Academia. Era una barbaridad, para el canon naturalista de su momento. La perspectiva falsa, que podemos ver si estudiamos la dimensión de los cuerpos y su distribución en un suelo embaldosado, es antinatural. Lo repito, denostado. Por quienes entendían el arte como una receta academicista inamovible.

David en su tiempo se pasó las recetas por el Arco de Tito, Picasso también.

Y lo entendemos. Y el valor de su obra no está en discernir si en el fondo «sabían o no sabían hacerlo bien», sino en cómo tiraron para adelante más allá de los cánones asentados en su tiempo.

Bien, el cómic debería ser hijo bastardo de todo esto y lo es. Más aún, el cómic usa el dibujo para contar, narrar, es parte del mensaje, no sólo ilustra sino que da tono, da «forma literaria».

Quien ve esto…

Chippendale, una expresividad gráfica

y lo compara con esto,

Kanata, otra expresividad gráfica

… entiende por el modo de dibujar de ambos autores… que está ante «textos» de mensaje opuesto. Que el dibujo elegido (en ambos casos poco naturalista, uno por la vía del expresionismo, otro por la del sintetismo) busca reinterpretar la realidad. NO deberíamos detenernos en si esa reinterpretación es esteticista, «bonita», o todo lo contrario, o si tiene amarres con el dibujo naturalista, un poso con el que advertimos que al final podemos adivinar que el autor «sabe» representar la realidad de un modo verista… Porque el verismo no entra en las consideraciones a tomar para entender ambas obras (sobre todo la de Chippendale, claro).

Representar la realidad no es algo blanquinegro, nuestra noción de esa realidad natural nada tiene que ver con la Renacentista, ni aquella con la del arte egipcio, ni esa con la del cómic de prensa de los cincuenta, ni dichos cómics guardan demasiada relación con una historieta que por fin entiende que el dibujo es un medio más para transmitir una narración. Que no siempre obedece al imperativo de ser realista. Está claro que Blueberry no debe ser ilustrado como lo hace Chris Ware, pero también que la barbaridad de Chippendale no se beneficiaría del estilo de Giraud.

Me da igual saber si el bruto percusionista de «Lighting Bolt» (sí, Chippendale es músico) sabe dibujar primorosamenta la plaza de su pueblo. Su obra transita otra senda. La de Maruo Entrialgo, también, y no es un camino «peor» que el de Gir, el de Sydney Jordan o el de Luis García.

Por cierto, ¿sabían dibujar estos dos?

palotes y redondeles

redondeles y palotes

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GIRAUD/MOEBIUS

Artículo aparecido nen Faro de Vigo el pasado 16 de Marzo, que hubiera podido titular «Moebius para Dummies».

El fallecimiento de Jean Giraud el pasado Sábado 10 de Marzo, a la edad de 73 años, deja al mundo del cómic huérfano de uno de sus más grandes genios.

Gir y Moebius; dos autores en una misma mano

 

La muerte de Jean Giraud, que también firmaba obras con el seudónimo de Moebius ha conmocionado la esfera cultural internacional más allá del mundo de la historieta. El escritor inglés Neil Gaiman dice en su blog “Dibujaba historias diferentes en diferentes estilos, y lo único que parecían tener en común es que eran hermosas.” El cineasta Álex de la Iglesia se lamentaba en Twitter “Cuando muere un genio que cambió tu forma de entender el mundo, tu propia realidad se tambalea”. El diario “Libération” le dedicó una portada (ilustrada por otro creador de cómics, Enki Bilal)…

El influjo de Gir (otro sobrenombre) trasciende fronteras y disciplinas creativas. Autor capital de la historieta, creador de un estilo con poso en la arquitectura contemporánea, influyente diseñador cinematográfico, Moebius es una importante figura del arte del siglo XX. Admirado por Ridley Scott, Alejandro Jodorowsky (con quienes trabajó como diseñador para sus películas… o directamente ilustrando cómics en el caso del escritor chileno), el expresidente francés Françoise Miterrand, el escritor William Gibson y un interminable etcétera, la figura de Moebius excede la de un autor de cómics más: posiblemente sobre sus hombros recaiga el honor de ser el primero que convierte el cómic en verdadero arte, a los ojos de la sociedad moderna.

Su primer trabajo data de 1954, pero será en el estudio de “Jijé” donde se estrene con sonado éxito, dibujando en 1961 un álbum de la serie “Jerri Spring”, de gran fama en Francia, y en 1963 entra en la famosa revista “Pilote”, donde ilustrará para el guionista Charlier el primer número de “El Teniente Blueberry”, serie que no abandonará hasta hoy, y que lo convierte ya en uno de los grandes nombres de la historieta mundial.

Las aventuras de Blueberry son una versión crepuscular y cargada de elementos distópicos del género “western”. Blueberry es un descreído trotamundos que se ve metido en aventuras más por circunstancia que por ánimo justiciero. Vive en un far west tan legendario como exacto, meticulosamente documentado por un Giraud que recupera su experiencia personal (vivió años de infancia en Méjico, y sus agrestes paisajes para la serie del pistolero son una cumbre del noveno arte, sin duda). Con la serie “Blueberry”, de fama análoga, al menos en los países franco parlantes, a la de un Tintín o un Astérix, se posiciona como uno de los grandes renovadores de la historieta, al practicar un cómic de género puro y duro, bien delimitado, pero para adultos. Sus intrincados argumentos se prolongan varios álbumes, poblados de numerosos y bien perfilados personajes, y dibujados con una pericia naturalista inigualada.

Pero Giraud (o Gir, como firmó los primeros álbumes del vaquero) es una faceta del todo que fue este creador. Ya en el mismo 1963 en que comenzó su leyenda firmó para la revista satírica “Hara Kiri” historias con el apodo de Moebius. Cansado de las restricciones de hacer un tebeo juvenil, con otros autores crea una nueva editorial en los setenta: “Les Humanoides Associés”, que edita la mítica revista “Metal Hurlant”. Pozo de experimentación y libertad formal, en su seno da rienda suelta a Moebius sin abandonar la carrera de Gir y Blueberry, pero adoptando para su nueva firma un estilo radicalmente diferente, libre, impregnado de imaginación visual para historias de ciencia ficción y misticismo. Declarará el autor en 1978; “Creo que (…) lo que sale de mi pluma, muchas veces surge sin que yo me de cuenta: me sobrepasa, es como si hubiera un ser que me aplasta, que transforma al hombre que existe y da paso a algo indefinido que me obliga a correr para alcanzarlo, para no quedarme atrás. Como el lenguaje va detrás de la vida, yo voy detrás de mi mismo”. Con esta sensación trascendente elabora cómics como “Arzak”, “El Garaje hermético, “El Mundo de Edena” o en colaboración con Jorodowsky, “El Incal”.

Dual, genial, virtuoso, conceptual… Moebius/Giraud representa lo mejor del cómic como artesanía y lo más elevado del cómic como arte. Entre el oficio hábil y el concepto abstracto, entre el “entertainment” más excelente y la filosofía creativa más elevada, su obra queda como el legado de un visionario único.

GIRAUD/MOEBIUS, INDISPENSABLES

Teniente Blueberry: el “ciclo del tesoro confederado” (Norma Editorial)

“Blueberry” narra las aventuras en el mítico oeste americano de un personaje poliédrico, pendenciero pero con alto sentido de la justicia. Blueberry es la máxima figura del género western en el mundo del cómic, y posiblemente con el álbum “Chihuahua Pearl” inicia su mejor período. Las historias, guionizadas por Charlier, se extienden por ciclos. Este consta de tres álbumes: el mentado, al que sigue “El hombre que valia 500.000 dólares” y “Balada por un ataud”. Gir evoca la épica del far west y el guión se vuelve complejo y crepuscular.

Arzach (Eurocomic Editorial)

Pieza descatalogada, carne de rastrillos o bibliotecas, “Arzach” es un clásico absoluto, pieza inaugural de un cómic “de auteur” en el que Giraud cede la batuta a “Moebius”. Espíritu libre y fantástico, irracional, se abandona a unas historias breves y mínimas (anécdotas fantásticas casi bobas) para entregarse a la plasmación de un mundo imposible, mezcla de fantasía heróica y ciencia ficción pulp.

La pericia del dibujante asombra en cuatro cuentos sin palabras protagonizados por un individuo de nombre cambiante (cada capítulo muta el nombre: Arzak, Harzach…) cabalgando una estraña ave.

El Garaje Hermético (Norma Editorial)

Otra cumbre de los 70, la historia absurda, delirante, no-sense del Mayor Fatal por un mundo futuro imposible. Sigue la era “Metal Hurlant”, el delirio de trazo cada vez más depurado (ahora en un límpido blanco y negro), la improvisación pura y dura. Y también un aire socarrón que impregna la historia.

Igual que “Arzak” ha sido continuado, Mayor Fatal ha corrido nuevas aventuras, pero la obra maestra, el libro que rompió moldes en su día y lo transformó todo (con una libertad artística desmedida para su tiempo) es este.

El Incal (Norma Editorial)

Moebius y el escritor/cineasta Alejandro Jorodowsky juntos. Imaginación desbocada. Otra serie de culto, otro clásico impepinable. Barroco, delirante, épico, con toques de novela “Noir” y misticismo trascendente (ambos autores lo son, místicos y trascendentes), las aventuras espaciales de John Difool son un trepidante relato épico, gamberro, espiritual, contradictorio, anonadante y adictivo, entre Phillip K. Dick y los tebeos de los 4 Fantásticos, unidos umbilicalmente por esa mirada casi astral a la conciencia y la realidad. Moebius en estado de gracia, pasando del barroquismo al diseño mínimal sin despeinarse.

Inside Moebius (Norma Editorial)

(Una confesión: traiciono aquí el principio lógico que no hablar de lo no leido, pero bien, ojeado en numerosas ocasiones en la biblio, y leidas muchas críticas, consideré que «Inside» ha sido su último paso evolutivo, objetivamente, y de dí candela en el artículo)

En 2000 Giraud sorprendió iniciando una obra más cercana al espíritu de la novísima novela gráfica que a los modelos que él ayudo a forjar (álbumes, revistas adultas). “Inside Moebius” es un último delirio personal, una obra donde el autor se auto analiza enfrentándose a sus propias creaciones, sus personajes. Ni autobiografía ni fantasía, puro cómic autoral, enfrentamiento con su más “profundo yo”.

Espontáneo, dibujado directamente a tinta, “Inside Moebius” puede ser su canto de cisne, y sin duda una última sorpresa. La muerte se llevó a un maestro aún inquieto y necesario.

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WE3, de Grant Morrison y Frank Quitely

Artículo publicado en Faro de Vigo el 2 de Marzo de 2012

El arte de la fábula en el siglo XXI.

Grant Morrison y Frank Quitely unen talentos en una historia con moraleja para los convulsos días post 11-M, en un relato trepidante con apariencia de “blockbuster”.

La realidad deconstruida... para un relato "blockbuster"

Grant Morrison y Frank Quitely son autores de moda, sin duda. Morrison se hizo un nombre dentro de la oleada de escritores británicos que invadió las cabeceras superheróicas en los ochenta, con títulos adultos y pomodernos como “Animal Man” o creaciones más personales como la inclasificable (e indescifrable) “Los Invisibles”, ya en los noventa. Pero fue en el cambio de siglo cuando se consolidó al hacerse cargo de títulos comerciales como “X-Men” o “Batman” demostrando que se puede hacer un tebeo “mainstream” sin renunciar a cierto grado de inventiva y buen hacer. Frank Quitely es igualmente uno de los artistas más destacados del panorama USA. Escocés como Morrison, es dueño de un estilo gráfico impactante que abreva tanto de la exquisitez gráfica de la historieta europea como del impacto visual de los clásicos norteamericanos. Potente visualmente, y gran conocedor de los mecanismos del cómic, capaz de planificar páginas barrocas pero enormemente dinámicas, es sin duda el compañero ideal para el guionista, pues su estilo bascula entre el realismo hy-tech y el delirio psicodéico. Morrison, por si el lector no lo sabe, es un explorador confeso de los estados alterados de conciencia.

“WE 3” (“Nosotros 3”) une de nuevo a ambos autores (que son pareja artística intermitente desde mediados de los noventa), una fusión que suele dar los mejores resultados, al menos en el caso de un Morrison que encuentra en Quitely a su ilustrador ideal. No es este cómic un paso en falso en la carrera del tándem, sino otra muestra de destreza y osadía. Tebeo en tres partes (reeditado ahora lujosísimamente por ECC), narra las desventuras de tres animales-cobaya. Un perro, un gato y un conejo tratados genéticamente para estimular su inteligencia y también sus instintos depredadores. Y con este cóctel el ejército embute en armaduras bélicas a esas mascotas convirtiéndolas en asesinos mortales. Una historia donde el ejército estadounidense utiliza animales para sustituir a los seres humanos en los campos de batalla. Morrison plantea una moraleja evidente en tiempos de guerras preventivas (se publicó en 2004, caliente el paisaje post 11-M). El guionista es un autor comprometido con la naturaleza, y bajo la piel de un tebeo evasivo, ciencia ficción de acción trepidante, esconde (es un decir, está a flor de piel) una denuncia ecologista, antimilitarista y muy crítica con el poder.

Es verdad que cae en efectismos y finales fáciles (pensando en derechos para la gran pantalla, algo que ya se ha materializado y está en pre producción) pero con todo “WE 3” es un retrato virtiólico de la sociedad contemporánea que Quitely ilustra con una batería de formas de narrar impactante, inventiva. Páginas recargadas de viñetas antecediendo a enormes estampas a doble página, ejercicios de “tiempo-bala”, plasmación de diversos hechos simultáneos en una misma secuencia… un festival de narración gráfica que entra como un rompimiento de gloria por la retina del lector, merced al potentísimo dibujo.

“WE3” lleva al siglo XXI las maneras fabulescas de los clásicos cuentos morales, trabaja para transmitir su mensaje con animales (como Esopo, si queremos soltar una “boutade”), resulta una lectura frugal que se lee en un santiamén y tiene aspecto de cuento para chavales pero esconde una reflexión para todas las edades. Acorde a los tiempos convulsos que corren, ácido y preocupado por el futuro, alertándomos en el presente. Fábulas clásicas para la era on-line.

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Au Revoir Monsieur Moebius

¿Cómo explicarlo? Giraud, alias Moebius, es algo muy importante en mi vida como lector de cómics, como ente sensible, como para dejarlo claro en un post. Desde lo particular, desde mi experiencia, eso sí, igual consigo explicar la importancia de la figura del galo. No pidan en mí un conocimiento enciclopédico, no soy, nunca lo he sido, ni demasiado completista ni fetichista, pero hay momentos de gran singularidad que sí son vitales en mi vida.

Conocí a Moebius leyendo. Leyendo libros sobre la historia del cómic. Y todo lo que sobre él aprendí allí me pareció tan único, magnético y fantástico… que me tenía moderadamente ganado antes de entrar en sus mundos. Giraud evolucionando a Moebius, dos autores, dos modos de ver el mundo y la vida (la trascendencia, aquí, entre viñetas, de un modo implícito pero absoluto). Por un lado Giraud, el ilustrador escrupuloso, detallista, atmosférico, de Blueberry. Por otro, con el big bang de los sesenta, las drogas, la cultura juvenil, la búsqueda de fronteras que reventar… Moebius: Arzak, el (delirante, improvisado) Garaje Hermético… En esta bipolaridad hay filosofía de la vida, dicotomía, trascendencia (el autor parece haberse encontrado como un todo tras esquejarse en dos casi opuestos… en sus trabajos de los noventa, ambos vértices confluían en casi harmonía, basta ver sus últimos Blueberrys). Y talento artesanal, claro.. parecía imposible que la misma persona pudiese dibujar así, y de dos modos tan opuestos.

Pero además de habilidad manual, en Giraud cada línea, cada argumento, cada personaje, cada volumen, cada diálogo, cada color, todo era, sí, trascendente. Los géneros, sobre todo la ciencia ficción, fueron un lienzo apenas manchado, para que él aplicase su propio universo. Moebius, finalmente, no hacía ci-fi, sino que se plantaba en medio de la ci-fi para hablarnos de su mirada filosófica, new age, delirada y mística de la existencia. Giraud había definido lo que era hacer cómic de género plenamente adulto. Ccrepuscular incluso (su mirada del western no es pura, eso está claro, pero ahí, año antes de estallar y dividirse en Moebius/Giraud, sí practicaba sumiso lo genérico… para hacerlo adulto y pluscuamperfecto). Y Moebius fue un paso más allá.

No leí aún «Inside Moebius», pero ojearlo es impactar con un nuevo Moebius. Fresco, espontáneo, más cerca de Satrapi que de Druillet (ver última imagen de la galería de imágenes)… eso es lo más triste, poder pensar que, con su muerte (no temprana, pero tampoco con todas las naves arrasadas) estamos perdiendo nuevos Moebius, quizá un tercer vector, incluso. Ya nunca lo sabremos, y nos despedimos pesarosos, con la sensación de que nos hubiera gustado poder seguir leyendo más Girauds, o al menos sabiendo que que salían a la venta. Porque era un autor que se pudo retirar hace treinta años, que lo había cambiado TODO al menos dos veces en la historia del cómic, y que sin embargo seguía disfrutando de su arte (esa es otra, muere autor de tebeos, hubiera podido dedicarse en una etapa final al diseño, la arquitectura, el cine… abandonar el cómic, darlo por «menor», como «medio para»). Que seguía trabajando y, como he dicho, moviendo ficha.

No voy a dejar de decirlo: sin haber leído a los veinte ‘El Incal’, no sería quien hoy soy. Sin algo tan fallido como hipnótico como sus pastosos ‘Mundos de Edena’, tampoco. Y sin sus muchas ilustraciones, cargadas de poesía minimal, de trazos sencillos pero superlativos, el mundo habría sido un lugar menos bello.

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Muere Giraud/Moebius

Uno de los autores más importantes de la historia del cómic. Un gigante d ela historieta.
ha fallecido, el mundo del cómic está de luto y en estado de shock.

Si me pides tres autores para definir el cómic como medio, como arte, industria, entretenimiento, y todo lo que es el cómic, uno de ellos sería Moebius, sin duda (otro sería oriental y otro USA). Una figura capital para entender el salto de la historieta a un estadío de arte, de disciplina adulta. Arte, con orguyo. Adulto, sin complejos. Un primer paso de gigante en el camino que el medio sigue peleando por desbrozar, el de entender al cómic como algo artístico con aspiraciones de lectura con chicha. Giraud fue un autor con un recorrido que va de la Bd gala más clçasica a la novela gráfica de sus últimas obras (¿no lo son Inside Moebius?), pasando por la paternidad directa de todo lo que es el boom adulto que, nacido en los sesenta con Metal Hurlant, llegó a la explosión de revistas en los ochenta.

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CASI COMPLETO, de Joost Swarte

Artículo publicado en Faro de Vigo el 2 de Marzo de 2012

Todo por la posmodernidad.

En 1970 Joost Swartz se fue repartido sus cómics en forma de pasquín por el museo arte moderno de Eindhoven. Al estilo de los underground californianos, miles de copias de “La verdadera historia de mr. P” se entregaron en mano.

Con esta anécdota nos hacemos una idea del cruce de caminos que se aglutinan en el belga Swarte: arte elitista, cultura popular, e insurgencia de raíces contraculturales. Gilbert Shelton y Mondrian, Hergé y La pequeña Lulú. No es de extrañar que este autor prácticamente desconocido en España hasta ahora fuese editado en la revista “Raw”, magazine de cómic creado por Art Spiegelman (“Maus”) de clara vocación artística.

Ahora La Cúpula nos brinda “Casi Completo”, una recopilación de obras de Joost Swartz, una retrospectiva que abarca de sus orígenes en los primeros setenta al 2010, en la que comprobamos la férrea personalidad el dibujante. Difícil apreciar evolución en su trazo o su agitada manera de componer sus imaginativas páginas.

la página rediseñada, Joost Swarte

Se trata de relatos cortos, de personajes fijos que se rozan con la comedia, el género negro, el costumbrismo, el surrealismo o la provocación del comix sesentero, siempre con una noción posmoderna del arte, de reciclaje. Los géneros narrativos, las historias, las situaciones, todo entendido como ya visto y por tanto material de derribo. La cultura mass media contemplada como cobaya. Y para sus historias distantes e irónicas emplea un estilo de línea clara (epítome del posmodernismo, este estilo deudor de “Tintín”) de trazo limio, de riqueza de detalles esparcidos por sus cartesianas páginas y sus colores vibrantes.

“Casi Completo” es un festival de imaginación de un autor único que, desde el underground, ha sido enormemente influyente en autores como el catalán Max, quien realiza una introducción tan perfecta que casi deja sin argumentos al crítico de prensa para alabar este libro.

 

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Fallece uno de los grandes nombres de la Golden Age y la Silver Age de la DC

Ha fallecido Sheldon Moldoff, responsable de Hawkman en los 40 y dibujante del estudio de Bob Kane en Batman en los 50 y 60.

hawkman_moldoff

Empecé con Bob Kane allá por 1939. Yo fui su primer asistente. Cuando él y Bill Finger crearon Batman, yo trabajaba en las páginas y en las portadas. Entintaba, rotulaba, hacía los logos y cosas así. Acababa de salir de la escuela y ambos vivíamos en el Bronx. Alguien me presentó a Bob, y así es como empecé a trabajar.

Así comienza la entrevista que concedió a la revista Alter Ego que traducen en Entrecomics, aquí

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1001 CÓMICS QUE HAY QUE LEER ANTES DE MORIR, por Paul Gravett y VVAA

Artículo publicado en Faro de Vigo el 17 de Febrero ampliado (un pelín, nada más) para este blog.

La serie “1001… antes de morir” de Grijalbo suma un nuevo volumen a la colección, esta vez centrado en el mundo del cómic.

1001 cómics para dummies

Son bien conocidos los libros “1001”, que fueron inaugurados en España en 2005 con sendas obras dedicadas a los discos y a las películas: “1001 discos que hay que escuchar antes de morir” y “1001 películas que hay que ver antes de morir”. No parece un título/marca demasiado agraciado: ni el imperativo (perdone: ¿”hay que” qué?) ni el recuerdo a La Parca resultan del todo amables, pero la idea del producto es curiosa y, evidentemente, atractiva. Seleccionar en un repaso cronológico mil y una obras de sendas disciplinas, encargar dicha selección a un nutrido grupo de especialistas internacionales, engalanar cada una de las propuestas con artículos introductorios, portadas y datos diversos, y empaquetarlo todo en un lujoso volumen con sobrecubierta (y por supuesto a todo color en buen papel cuché) fue un acierto comercial. Las listas gustan tanto como se detestan, crean polémica, hacen hervir los foros, etcétera.
El evidente beneficio de la apuesta de Grijalbo/Mondadori derivó en casi, casi franquicia. No tardaron en llegar 1001 propuestas nuevas: 1001 cuadros, otros tantos libros, lugares que debes visitar antes de dar con tus huesos bajo tierra, ¡campos de golf que hay que conocer antes de morir!… la variedad de supuestos deriva, sí, en un claro despropósito, de lo lógico (puede ser simpático leer un tomazo que te recomienda libros, arte o música) hasta lo disparatado (del sin sentido de los campos de golf al imposible “1001 lugares que hay que visitar antes de morir”… o ser abducido por tu tarjeta de crédito”).
Pero el asunto que nos interesa, claro, es que hace unos meses saltaba la noticia: en Inglaterra salía el “1001 comics by Paul Gravett”. La firma de Gravett, un muy reputado especialista en historieta, era un aval, y todo indicaba que, siendo uno más de la serie, tarde o temprano se publicaría por estos lares. Así ha sido y el lector que sienta curiosidad por el noveno arte puede hacerse con este verdadero vademecum del cómic. Gravett y sesenta y cinco especialistas (algunos españoles) han confeccionado una lista que abarca todo estilo y geografía posibles, del cómic de superhéroes al manga, del tebeo adulto francobelga de los ochenta a las tiras cómicas de prensa, de la novela gráfica a Mortadelo. Y la selección, por supuesto y como era de esperar, es un recorrido por la historia del medio, desde “Los amores del señor Vieux Boix” de 1837, hasta “Habibi” de 2011. Dada la cantidad y variedad, cabe decir que antes que una selección crítica o valorativa, como el pomposo título del volumen quiere indicar, se trata de un ajustado repaso por portadas/títulos a la historia del medio. Muchos títulos están ahí y uno puede suponer que es así por su fortuna comercial, su celebridad dentro del mundillo antes que por su calidad… no es crítica, después de todo, la calidad de una obra puede ser objetivable, mientras que el nº de ventas es una cifra impepinable, pero ¿Realmente merece ser mencionada «La saga del clon» de «Ultimate Spiderman» si no es porque efectivamente el Spider de la línea Ultimate supone un hecho en tanto que fue la primera gran maniobra comercial de Marvel en el siglo XXI -y exitosísima, claro-?.
Con un prólogo que Terry Gilliam, artículos para cada obra (más introductorios que profundos, pensados para un inexperto en historieta), bellamente presentado, alimenta la curiosidad del lector, atiende a obras comerciales con igual acento que a grandes renovadores underground, y ofrece datos para que se pueda encontrar en la librería aquellas obras que al lector llamen la atención. Regalo perfecto, pues, tanto para un desconocedor del mundo de la historieta como para un “comiquero” de pro (que tendrá curiosidad, inevitable, por ver quién está y quién no).
Eso sí, la traducción de algunos títulos, desconcertante. Un ejemplo palmario (y no es el único): el famosísimo “Watchmen” es llamado “Vigilantes”… ¿edición internacional, quizá?

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