Relecturas, reflexiones y desvaríos

Con la noticia del fallecimiento de Giraud, intuyo que como mucha gente, me animé a releer algo del desaparecido artista. Es una experiencia siempre gozosa en estos tiempos (al menos los míos) de anclaje a la actualidad por compromisos digamos contractuales, tiempos de estar continuamente rindiendo cuentas con el presente editorial patrio, para la prensa. Revolver las estanterías y leer algo que tiene veinte años y leí hace quince, es una práctica sin duda agradable.

Boggey leyendo "Blue Circle Comic"

Otra cuestión, sin duda, es qué se elige… muere un autor al que admiras y quieres volver a él. Lo que entonces sucede no parece lo más racional: frente a la opción de recuperar los clásicos absolutos, históricos e impepinables, o completar lecturas de obras aún no leídas, mi ánimo me mueve a aquello a lo que le tengo más cariño. El corazón, en fin, me pide que recupere por simple emotividad… qué lejos queda esta la sensación del método analítico que suelo aplicar, de la novedad razonablemente importante, del «must» de temporada… el placer lector se siente aquí de un modo muy diferente.

Y además, demuestra esta inspirada «ventisca emo» que en el mundillo y más concretamente en el mundillo internauta, «el frikismo» o a veces en el simple gusto por la charla y los conceptos de fondo, hay un nosequé que enturbia la pureza, y la gran belleza, del asunto. Cuando alguien «de fuera» nos ve discutir (otro término muy freak… «ser de fuera»; no quisiera sentirme «dentro» de nada, sino en perpetuo cruce de caminos, no creo que mi asombro por el último cómic de Clowes, por ejemplo, rivalice con la emoción del último disco de Cloud Nothings, sino que suman), cuando una mirada ajena asiste a la enésima disputa sobre la novela gráfica (y si es patético o no escribirlo en mayúsculas y memeces de ese orden) suele criticarnos. Semos freaks. Pero no, no lo somos. O yo no lo soy (tanto ;)), sino una persona consciente de que conoce un espectro narrativo enrome, asociado a un arte diferente a otras disciplinas dedicadas a contar historias. El cómic no es nada más que otra posibilidad de descubrir mundos. Quienes los disfrutamos gustamos de hablar d eello. Acalorarse, ya es otr acosa, y produce hernias, que son dolorosas y antiestéticas, pero allá cada cual… yo tampoco tengo horchata en las venas y participé en varias pirulas, sí.

Cary Grant leyendo, claro, el primer número de la revista "Rambla"

Pero me desvío, veníamos a hablar del goce de recuperar lecturas (por lo que, pienso, tampoco me desviaba tantísimo) y cómo eso, tan sencillo y tan puro, lo reubica todo. Yo tiro por el presente, cierto. No soy amigo de modas, no es una cuestión de «imagen» (qué risa, tener imagen en la virtualidad invisible de los niks y el anonimato… cuánta mentecatez se escupe, acusatoria, on line) sino de determinada ética. Es verdad que me interesa (en todo orden de cosas) atarme al ‘Hoy’, que me interesa más Animal Collective que Zappa, «Drive» que «Amarcord», «Pau va de pesca» que «Den». Pero no desprecio a Zappa, ni «Den» ni muchísimo menos a Fellini. Ni a Moebius cosecha ochentas, claro… mi placer lector se define en un contexto, no hay «deberes» ni deudas, cada cual lee lo que le viene en gana, lo que «le tira». Pero eso siempre es mutante y maleable… y a veces, por lo que sea, como en el caso, retornas al pasado. a Moebius, a los 80’s.

El caso es que la lectura que he abordado, doble, obedece a mis recuerdos, al momento de éxtasis y resplandor, al descubrimiento primero y la revelación más intensa: dos sensaciones, dos obras. Puede ser que alguien me diga «pues ya te vale» por la elección. Puede que no. Pero esa crítica es débil… choca con la inquebrantable torre de mis recuerdos, mi intensa experiencia vital y emocional como lector de cómics. Hay moraleja aquí, como en los cuentos de Esopo. Las discusiones febriles y estériles son como moscas cojoneras, mientras que la íntima experiencia de cada cual, lector (de cómic, pero también de lo que sea, novelaa, poesía, teatro…), es un águila imperial de recio, recto y estratosférico vuelo. El gusto personal es tan respetable como imbatible.

Pero muchas veces el ave rapaz, serena e imperturbable, nos difumina la percepción. El «yo» de la propia memoria sentimental del lector anula al crítico objetivo que ve la calidad intríncesa y la realidad de los procesos creativos, sociales, industriales y artísticos del cómic. Así para mí siempre será fascinante la histórica «batalla» entre línea clara y chunga, el Marvel versus DC, ejemplos donde veo que los árboles de lo personal no dejaron ver el bosque de la realidad, o deformó el discurso crítico hasta extremos ilógicos. ¿Tan opuesto era, en el fondo, el underground de los herederos de Hergé?

Marilyn, divina, absorta en la lectura de "Pagando por ello"

En todas estas ideas gravita el apasionante equilibrio que debe sortear todo crítico de cómics. Caminando una delgada línea entre lo objetivo y lo subjetivo, que casi siempre nos tambalea a un lado o a otro… posiblemente yo escoraba a una objetividad intensa, mientras que esta sacudida moebiusiana me ha obligado a verlo, darme cuenta y cimbrear la lado opuesto, porque aquí y ahora es ese subjetivismo el que reclamo para volver a Moebius, MI Moebius.

Ah, pronto, quizá mañana, les hablaré de esas relecturas, de qué me han parecido hoy, lustros después de haberlas descubierto con chispas en los ojos.

Niño de belleza angélica leyendo "El cetro de Ottokar", de 'Las Aventuras de Tintín', en la mecedora de madera de la sala de la tele en su casa de infancia, acompañado de su madre, presente si bien en fuera de campo

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  • Octavio Beares - Relecturas, reflexiones y desvaríos - http://t.co/zO4BJbM1
  • Gerardo V. - No dejéis de leer este texto de @OctavioB_ . Bonito y certero a la vez. http://t.co/1Rjy0PuJ

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