Archivo junio 2011

«FOUR COLOR FEAR, cómics de horror en los años 50»

[Artículo publicado en faro de Vigo el 3 de Junio, en una versión ligeramente ampliada]

Hurgando en los orígenes del cómic de horror.

“Four Color Fear” recopila a diversos autores que, en la década de los cincuenta, atrajeron a un lector adolescente y adulto a base de historias truculentas, terror malsano y mucho humor soterrado.


En los años cincuenta los Estados Unidos vivieron una explosión creativa en los cómics que tuvo mucho que ver con el género del terror, lo sórdido y el empeño en asustar a los lectores. Con el desmesurado éxito de la editorial EC (Entertainment Comics), que inició y popularizó géneros de probada fortuna tanto en el cine como en la literatura como la ciencia ficción, el género bélico, el cómic de intriga y sobre todo la historieta de terror, los comic-book arrasaron entre los adolescentes, que compraban religiosamente un producto barato, a todo color y trufado de historias autoconclusivas de significativos nombres. Cabeceras como “Historias de la cripta”, “La bóveda de los horrores” o “La guarida del miedo” ejemplifican este gusto por lo macabro. Y gustó, tanto que finalmente, en la era censora de la caza de brujas y la paranoia social se terminó en la autocensura, en códigos morales que arruinaron lo que había sido una explosión de creatividad y calidad, gráfica y narrativa, a lomos, sí, de un género poco refinado, pero enfrentado con pasión y entrega por numerosos autores y editoriales.
Diábolo Editorial ha publicado “Four color fear”, un exquisito libro-antología de cabeceras y autores que, en la década de los cincuenta, compitió con la imbatible EC. Muchos de estos proyectos tenían una única meta: vender. Vender tanto como la EC Comics mediante la copia y plagio directos de su rival, pero también es verdad que en esta legítima búsqueda de la rivalidad comercial ha habido grandes ejemplos de excelencia creativa. Ejemplos como las cuarenta historietas que recoge este excelente libro. Autores como Jack Cole, Wallace Wood, Basil Wolverton o el “Estudio Iger”, nombres punteros en la historia de los cómics que revolucionaron las formas del llamado noveno arte. Además el libro se engalana con jugosísimos apéndices y reproducción de portadas originales en un trabafo ciertamente inmejorable.
Desde el presente, el interés por estas narraciones macabras y bizarras es múltiple: por un lado se puede advertir el magisterio de sus creadores, cómo partiendo de un planteamiento restrictivo (la necesidad de montar, como frágil castillo de naipes, toda una historia con su presentación, desarrollo y conclusión en apenas cinco páginas) son capaces de generar set-pieces perfectas donde se aprovecha cada recurso para sintetizar maravillosamente todo aquello que se pretende narrar.
Pero también hay que contar con el efecto nostálgico de unas narraciones de otro tiempo. Leer “Four Color Fear” es como acercarse al cine de serie B, cintas cándidas como las de Jack Arnold, o a las novelas populares de quiosco (los llamados pulp). Y también es enfrentarse a unos cánones de lo sórdido más bizarros, incluso políticamente incorrectos, que, en pleno 2011, terroríficos. Y en cierto modo, el lector, sobre todo aquel que fue niño antes de la explosión del cómic de autor en el tardofranquismo, de revistas como Rambla o el cómic adulto en los ochenta, aquel que recuerde su infancia asociada a Bruguera, al Capitán Trueno y a una historieta de alma muy diferente al panorama actual y sin duda más elaborado, sentirá empatía con estos tebeos de una pieza, soberbios, sin dobleces, transparentes en sus primigenias intenciones.

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l’enfant terrible

He pillado dos novedades que no podré diseccionar con frío estilete crítico mientras no los exorcice; de eso va este post, de mi infancia y (espero) a través de ella llevar a primer plano esa magia que, de niños, poseen los cómics.

Recuerdo de crío un quiosco instalado dentro de unas cutres galerías comerciales. Lo regentaban dos viejitos, marido y mujer, supongo. Por lo demás podéis haceros una imagen tópica: quiosco con su tejado en pirulo, con expositores externos para revistas del corazón, porno soft y algún tebeo. Pero esto… era otra cosa.

No era un cómic de grapa sino un tabloide, gigante, precioso. Y hoy diríamos «bizarro»: ¿Superman vs Mohammad Alí? Lo genial fue que al querer saber cuánto costaba… los viejitos no lo sabían ni conservaban albaranes. Quedamos en que me pasase al día siguiente y lo hice, pero seguían sin tener el dato. Y yo cuanto más ojeaba aquella cosa, más la ansiaba. Lo debieron notar, se miraron, y él dijo «cuatorcientas» (o «doscientas», ni me acuerdo). Pagué. Ya era mío.

a tortas

¿Qué me importa hoy la calidad intrínseca de ese tebeo? Su/mi historia le da un valor añadido. El placer de sus muchísimas relecturas (porque el cómic, quede dicho, era brutal, sobre todo gráficamente) se suma al de «tesoro conseguido». Me recuerdo tirado en cama perdido en esas viñetas enormes, esos actos hercúleos, ese Superman rebajado a humano para recibir del boxeador Clay (que por edad ni lo conocía previamente). El placer infantil de la devoción del objeto que también resulta lectura y magia.

El otro tesoro es «En busca de Galactus«, saga editada en cómics mensuales por Fórum.

a tortas

A razón de número y medio americano por ejemplar ibérico. Año 83/84. Más mayor; en ese punto, los trece o catorce, en que el universo y tus padres te señalan y cual cúpula barroca pesan sobre tí con mensajes tipo «ya eres mayor para esas tonterías». No sé cómo están ahora las cosas entre padres e hijos en edad de leer pijamas, pero entonces los superhéroes, sorpréndanse, eran tebeos sencillos para niños. Evasión bigger than life. ¿Mensaje profundo? Es lo de menos si por encima hay una buena pelea a puño partido. Esta saga era 100% cósmica, galáctica y «lucasiana», con mundos en guerra, razas espaciales, amenazas mil, y… dos ¡oh! dioses. Uno recién nacido, La Esfinge, y otro ya clásico, Galactus. Y en medio unos superhéroes infectados por un virus de letal envejecimiento rápido. El mes a mes, el coitus interruptus de ver al final (tras medio año, ojín al dato) frente a frente a ambos gigantes cara a cara a punto de partírselas… y saber que tardaría un mes más en poder ver esa pelea (y al ganador, aunque ahí no cabía la duda), eso es un placer/sufrimiento que nunca podré agradecerle suficiente al mundo de la historieta, el cómic, la novela gráfica o las pictografías secuenciadas con grafo-significantes intreseccionados.

Bien, otro día hablamos de las bondades e inocencias de estos cómics… hoy no tocaba.

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Novelty Library de Julio

cómics para un verano 01 (y me da que de Julio o me pierdo mucho que se me cuela, o viene un mes tranquilo… si hay que actualizar, como siempre actualizaré):

Brubaker es un guionista competente, y este tomo, un momento muy mediático

Alan Moore, un aval

decir Solís es hacer una llamada de atención.

llámenlo intuición, no sé, pero me apetece...

Continúa la edición del Hellblazer de Delano, un classic thrillin'

 

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Cartel para el Viñetas desde o Atlántico 2011

Por Camille Jourdy

(Vía Trazos en el blog)

el evento se dará entre el 8 y el 14 de Agosto.

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Colan on-line

El mejor homenaje al recientemente fallecido Gene Colan (noticia AQUÍ, y una aproximación personal, AQUÍ) es la que hacen en Entrecomics: un muestrario más que generoso de enlaces a los que acudir para leer y disfrutar de algunas obras del autor. No precisamente menores, además (Capitán América, Drácula, Namor…).

Enlazo y aplaudo (una ópera wagneriana de aplausos) a la gente de Entrecomics en general, y a El tío Berni (uno de ‘los Entrecés’, la increíble Patrulla), en particular (firma el post, merece laureles por la currada).

Oldies but goldies especial Gene Colan

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Viñeta aislada de Eddie Campbell

«Alec«, obra de media vida, veinte años de autobiografía finalmente empaquetada en un solo y enorme volumen (en España, en dos), viene siendo uno de los textos más o menos experimentales (porque en sus páginas hay mucho de salto al vacío) más subyugante de los últimos lustros. También arrebatador, y entregado a la causa del cómic de autor.

Su denso discurso se acompaña, por supuesto, de la misma densidad formal. Su dibujo de apariencia casual esconde un estudio riguroso (los cambios según el tono de cada entrega lo atestiguan). Principalmente es un ilustrador no del acabado, sino de ‘la idea’. Dibuja hasta donde resulta necesario para, mediante este arte en secuencia que es la historieta, transmitir mensaje. Se suele especular que Miguel Ángel no terminó sus «Esclavos» porque consideró que en ese punto la obra ya transmitía lo que él deseaba. Que perfilar más aquellas estatuas sería un error que perjudicaría la obra. Me interesa la idea (sea cierta o no para el caso de Buonarotti); podemos decir que, en este mismo sentido, Campbell también «sabe encontrar el punto».

Y su método narrativo, el modo, la forma que articula para narrar, es sencillamente único, distinto a todo lo que yo conozca. En no pocas ocasiones, además, y si nos fijamos en cómo hace las cosas este pionero de la novela gráfica, encontraremos propuestas tan alucinantes como esta viñeta/grupo de viñetas… De hecho, esta es la 1ª en la frente. Disolución de fronteras cuando venga al caso. ¿Estamos ante un grupo de tres viñetas, de dos, es una sola?¿es secuencial? Pues las respuestas se vuelven, en este caso, ligeramente esquivas:

"Alec vol. 1: cómo ser artista", ed. Astiberri, pag. 297

Uno, realmente, advierte que Campbell sobrepasa límites formales, hace lo que le viene en gana y lo que le conviene para contar lo que pretende contar. Aquí vemos cómo una escena cotidiana, una conversación con un amigo, muta en metalenguaje puro y duro. El momento, cotidiano, se transforma en una imagen visual llena de contenido (apuntalando el texto de apoyo; «Alec» es una obra muy… literaria, en el sentido tópico de abundante empleo de texto puro en la página -aunque esté siempre imbricado con la imagen… eh, que me voy por los cerros…-).

Alec (sosias del propio Ed) recibe un consejo sincero, y reacciona. La reacción trasciende lo narrativo entendiendo por tal un relato de acontecimientos: lo que sigue no cuenta un acto/suceso sino que expresa contenidos e ideas con una imagen simbólica, la del propio Alec penetrando en una viñeta del cómic «Krazy Kat» de 1928 (prudente y justamente acreditada en la propia imagen… más metalenguaje). Este «no-acto» en el sentido de que no es algo «que suceda») funciona entonces como ilustración/metáfora del ya mentado texto y supone la respuesta (suponemos que omitida en la conversación «real», o vamos, que Alec se calla lo que piensa delante de su interlocutor) al consejo amistoso.

La complejidad del asunto se resuelve con una sencillez de andar por casa que quita hierro. La verdad, «Alec» está tan trufado de ‘bondades graciosas’  como esta secuencia, que hace parecer a todo ardid de la narración como algo sencillo, natural. Lo que tiene que ser. Pero no, no es sencillo, es elaboradísimo, es un modo de usar el cómic absolutamente radical, desacomplejado, osado.

A sus pies.

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Recordando a Gene Colan

No puedo tener un recuerdo nítido de Gene Colan. Asocio su arte a una época que, por lo personal y por lo coyuntural, hacen muy difícil llegar a un autor determinado.
Hablamos de la niñez, antes de cumplir los diez años incluso, y un tiempo, los setenta, en que los cómics de Marvel nos llegaban en un formato terrible. Reducido, remontado, retocados los dibujos incluso. En blanco y negro. ¿Sin acreditar? Creo que a tanto no se llegaba, pero claro, a un chiquillo no le entran ni le interesan los nombres propios. Salvo los de los mismos héroes… Spiderman, Superman… Dan Defensor, el nombre más extraño. Otro despropósito (no obstante divertido e ingenioso), un encapuchado que luce doble D en su pecho, llamado Daredevil («Diablo Osado», o así) requiere un nombre que coincida. Pues nos sacamos de la manga uno, y fiesta.
Aquel superhéroe invidente no era, ni mucho menos, de mis lecturas favoritas (yo era de Spider y de los 4 Fantásticos), pero recuerdo perfectamente haber tenido algún «Dan Defensor». Y recuerdo claramente cómo estaba dibujado.
No se parecía en absoluto a la elegancia del trepa paredes (ergo, Romita) ni al extraño y acartonado universo Fantástico (Kirby). Era plástico, plastilinoso, rebosante de energía y movimiento, y con un retrogusto tenebroso inasible. El mismo que le disfruté (aquí con fruición, un solo nº de la edición Vértigo, pero muy, muy querido) de Namor. Lo dicho, difuso, dudo… pero la sensación es que aquel Namor era de Colan, la verdad. También recuerdo momentos Colan en Capitán América…

Colan; la nueva expresividad de la segunda ola dorada de Marvel Comics

Bien, allá quedó Colan, en el niño. El niñato, el teen, se perdió en los autores «hot» de los ochenta, o en la explosión «adulta» de la DC y por supuesto en otras fronteras (Europa, el cómic adulto ochentero…) Pero «La Hª de los cómics de Toutain», en su re-distribución a principios de los noventa (¿o últimos ochenta? da igual, ya con una edad, para descubrir, redescubrir y retener), volvió a recordarme la categoría de Colan. Clavó su nombre en mi memoria como lo que es, uno de los autores principales del medio. Y sobre todo como un fiera, no solo en los aspectos ya mentados, sino, obviamente, en las atmósferas tétricas, de goticismo contemporáneo, que plasmó en «Tumba de Drácula».

Colan y Drácula: XX'th century gothic

En fin, la muerte de Gene Colan supone, sin duda, la de un gran artista del medio. La cara oculta, por supuesto, es que lo fue trabajando y creando personajes («Blade»; el de las pelis) que, por pertenecer por contrato a la compañía Marvel, no le reportaron una jubilación a la altura de un talento como el suyo, capaz de iluminar, con sombras de negro dibujo, la infancia, la adolescencia y cualquier momento de todo aficionado a los cómics.

Más blogs recuerdan a Cole:

Entrecomics

The Watcher and the Tower

Es muy de cómic

Lola Fett

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Muere Gene Colan

Uno de lo sartistas más importantes del cómic ha fallecido ayer a los 84 años de edad.

espero volver a él para hablar con calma de su importancia. Por ahora, un descanse en paz

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PASCAL BRUTAL, de Riad Sattouf

Con un retraso brutal (jeje…) leo por primera vez a uno de los nombres que ya se tienen como capitales dentro del nuevo cómic galo, Riad Sattouf, y lo hago con us obra más emblemática, un «Pascal Brutal» del que Norma ya ha publicado dos entregas y yo caté la primera.
La de Pascal es la historia de un chulitopiscinas en una Francia futura (unos 50 años en el futuro, nada más). No una historia articulada en un relato sino a través de pildorazos de humor corrosivo y descarado, en historietas de apenas cuatro páginas. Con esta base contextual enfoco las tres virtudes que más me llamaron la atención de este cómic:
Primero, la perfecta y nada simple definición del protagonista. Pascal Brutal es, sí, un macarra, ‘viriliter’ y sexual (y homosexual, represión más que latente), metrosexual a la barrio bajo, sexista, fóbico y prejuicioso. Pero a su modo, sensible, inocente y casi-buen hijo. A su modo. En definitiva, un personaje descacharrante y delirante, de esos que provocan la sonrisa desde su primera línea de diálogo. Sattouf demuestra una capacidad para caracterizar a sus tipos superlativa, y de ello contagia a la rica galería de secundarios.
Secundarios a través de los que llego al segundo aspecto remarcable: «Pascal Brutal» va mucho más allá de ser una crítica esperpéntica de los chuletas de megadisco sin más, porque lo que hace es plantarnos un futuro paródico, exagerado pero en cierto grado, posible. O temible. Y aquí, entre risa y risa, Riad es muy serio. Ultraderechismo, aislacionismo tribal, la ley del más fuerte como modus vivendi, deshumanización, neuras sociales y personales… mal panorama, el que nos perfila. De esos que te congela la risa (y risas, por cierto, hay muchas leyendo «Pascal Brutal»)
Y por último, advertir que todo esto se empaqueta en una pericia formal alérgica a los pavoneos. Sattouf compone con elegancia sus páginas, y sobre todo, de un modo natural es capaz de renovar las formas, romper la cuarta pared, narrar de modos nuevos sin buscar rupturas formales (no, no estamos ante un Ware, ni siquiera ante un Huizenga, sino frente a un narrador de base ortodoxa que deconstruye dichos pilares ortodoxos). Sabe aplicar una gama de recursos formales a su principal estímulo: desconcertarnos como lectores para robarnos carcajadas. Un ejemplo sencillamente brillante (que no simplonamente reluciente) es el capítulo final donde los actos de Pascal se ven apostillados por advertencias de cajetilla de tabaco en todas las viñetas alertando de que todas y cada una de las acciones, ideas u omisiones que acomete el personaje pueden ser perjudiciales para la salud.
En fin, descubrimientazo. Y como cada cual tiene sus gustos personales, uno gustaría de leer a Satouff en un proyecto de otra longitud (este formato ‘chiste’ convierte la lectura más en carne de revista, de hecho procede de Fluide Glacial, antes que en material de tomo recopilatorio), y por supuesto, centrándome en la edición, a un tamaño apropiado, no esta jibarización.

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Fallece Lew Sayre Schwartz

Lew Sayre Schwartz, uno de los dibujantes del estudio de Bob Kane (para quien hacía fondos en la serie de Batman en los 40 y 50’s) ha fallecido a la edad de 85 años. También ha sido autor de tiras de prensa de Brick Bradford y Secret Agent X-9.

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