Viñeta aislada de Eddie Campbell

«Alec«, obra de media vida, veinte años de autobiografía finalmente empaquetada en un solo y enorme volumen (en España, en dos), viene siendo uno de los textos más o menos experimentales (porque en sus páginas hay mucho de salto al vacío) más subyugante de los últimos lustros. También arrebatador, y entregado a la causa del cómic de autor.

Su denso discurso se acompaña, por supuesto, de la misma densidad formal. Su dibujo de apariencia casual esconde un estudio riguroso (los cambios según el tono de cada entrega lo atestiguan). Principalmente es un ilustrador no del acabado, sino de ‘la idea’. Dibuja hasta donde resulta necesario para, mediante este arte en secuencia que es la historieta, transmitir mensaje. Se suele especular que Miguel Ángel no terminó sus «Esclavos» porque consideró que en ese punto la obra ya transmitía lo que él deseaba. Que perfilar más aquellas estatuas sería un error que perjudicaría la obra. Me interesa la idea (sea cierta o no para el caso de Buonarotti); podemos decir que, en este mismo sentido, Campbell también «sabe encontrar el punto».

Y su método narrativo, el modo, la forma que articula para narrar, es sencillamente único, distinto a todo lo que yo conozca. En no pocas ocasiones, además, y si nos fijamos en cómo hace las cosas este pionero de la novela gráfica, encontraremos propuestas tan alucinantes como esta viñeta/grupo de viñetas… De hecho, esta es la 1ª en la frente. Disolución de fronteras cuando venga al caso. ¿Estamos ante un grupo de tres viñetas, de dos, es una sola?¿es secuencial? Pues las respuestas se vuelven, en este caso, ligeramente esquivas:

"Alec vol. 1: cómo ser artista", ed. Astiberri, pag. 297

Uno, realmente, advierte que Campbell sobrepasa límites formales, hace lo que le viene en gana y lo que le conviene para contar lo que pretende contar. Aquí vemos cómo una escena cotidiana, una conversación con un amigo, muta en metalenguaje puro y duro. El momento, cotidiano, se transforma en una imagen visual llena de contenido (apuntalando el texto de apoyo; «Alec» es una obra muy… literaria, en el sentido tópico de abundante empleo de texto puro en la página -aunque esté siempre imbricado con la imagen… eh, que me voy por los cerros…-).

Alec (sosias del propio Ed) recibe un consejo sincero, y reacciona. La reacción trasciende lo narrativo entendiendo por tal un relato de acontecimientos: lo que sigue no cuenta un acto/suceso sino que expresa contenidos e ideas con una imagen simbólica, la del propio Alec penetrando en una viñeta del cómic «Krazy Kat» de 1928 (prudente y justamente acreditada en la propia imagen… más metalenguaje). Este «no-acto» en el sentido de que no es algo «que suceda») funciona entonces como ilustración/metáfora del ya mentado texto y supone la respuesta (suponemos que omitida en la conversación «real», o vamos, que Alec se calla lo que piensa delante de su interlocutor) al consejo amistoso.

La complejidad del asunto se resuelve con una sencillez de andar por casa que quita hierro. La verdad, «Alec» está tan trufado de ‘bondades graciosas’  como esta secuencia, que hace parecer a todo ardid de la narración como algo sencillo, natural. Lo que tiene que ser. Pero no, no es sencillo, es elaboradísimo, es un modo de usar el cómic absolutamente radical, desacomplejado, osado.

A sus pies.

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