Opinión

El Príncipe Valiente en juego de mesa

Qué curioso… en Essen, Alemania, se celebra esta misma semana Spiel, la feria de juegos de mesa más importante del mundo (o cuanto menos de Europa, estos agravios comparativos se los dejo a los expertos en «board games»).
Bien, pues allí la editorial Devir está presentando como novedad (entiendo pues que inédita y de próxima edición) de un juego de mesa de Príncipe Valiente, nuestro querido personaje creado en 1937 por Hal Foster.
En este vídeo en que un experto en juegos se marca un paseo por la feria se ve el prototipo a partir del minuto 1’29:

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Ojo, el personaje artúrico ya ha tenido su juego de mesa en 1954.

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Y de hecho, el aprovechamiento de personajes de historieta para el lucrativo mundo de los juegos de mesa viene de lejos. Sobre todo destaca el uso de personajes de tiras y dominicales de la Golden Age, cuando se pasó de un cómic humorístico de impronta caricaturesca a centrarse en la continuidad diaria, a través del género aventurero y la factura realista.

flash gordon steve can

Aunque también he encontrado casos de juegos sobre personajes humorísticos:

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Ya de Snoopy y su brutal maquinaria de merchandishing mejor hablamos otro día (he encontrado ¡dieciseis! juegos de mesa en una primera y rápida búsqueda).

Por otro lado, es una obviedad, ha habido (y habrá) juegos de mesa basados en cómics de superhéroes, a cascoporro: Superman (con su correspondiente juego de mesa desde 1940, esto es a los dos años de su creación como personaje), Spiderman, Cuatro Fantásticos, X-Men… hasta he encontrado la expansión para el juego de cartas DC Comics Deck-building Game sobre el universo de Watchmen, algo que habrá colmado de alegría a Alan Moore, indudablemente…

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Pero mi favorito ha sido… ¡El Superman Flying Bingo!

superbingo

No necesitamos ni leer sus reglas para saber cómo se juega, ¿no es maravilloso?

Bien, ¿y si nos acercamos por Europa? Pues hay menos tradición, si bien los personajes más importantes tienen juegos, muchos, a cascoporro (Tintín, Astérix). También he encontrado cosas relacionadas con la industria británica, como un juego del icónico Judge Dread. No me resisto a enseñaros en tablero:

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Y bueno, de personajes españoles, hay cosas también, por supuesto: Juegos de Zipi y Zape, de Capitán Trueno y hasta del comix, con un boardgame dedicado a mayor gloria de ¡Makoki!

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Un tablero que puede ser una joya, cochecitos como fichas, y bueno… quiero sobre todo enseñaros un billete:

makoki pelas

Los hay de varios personajes.

Ces Piñol también está metido en este mundo, con juegos ya publicados, y de próxima publicación. Y cómo no, si hay juegos de Makoki o de Fanhunter… ¿cómo no va a haberlos de Mortadelo y Filemón? Hay varios, por supuesto.

mortadelo

La reflexión me la pone a huevo esta última imagen. Evidentemente este juego de mesa no es más que la adaptación a los personajes de Ibáñez del juego de Escaleras y serpientes de toda la vida y la caja anuncia que contiene «4×1 juegos». No puedo espera a saber de qué van los otros tres.

Por tanto en sí mismo, como juego(s), carece(n) de valor. Es un producto comercial a mayor gloria de quien ostente royalties sobre los personajes. E intuyo que la retahíla de juegos que he mencionado arriba son eso también. Productos muy menores alejados del concepto contemporáneo de juego de mesa vivaz, ingenioso y original en planteamiento teórico y materialización física: hoy se crean juegos que ya solo como objeto son una auténtica exhibición

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Scythe. Pequeños grandes juegos vía Boardgamegeek

Entendidos los cómics como subproducto cultural y como objeto comercial a explotar, ha habido juegos del mismo modo que hoy hay películas (con la franquicia Disney en primera fila, creando lo imposible, la sensación de multiverso que Marvel patentó en los años sesenta) que traciende la calidad del producto, lo cual crea un tejido industrial potente y puede significar una categoría lucrativa importante para el cómic (en sí mismo o como punto de arranque para otro tipo de artículo). La pregunta es si esto es en sí mismo bueno para el cómic como arte. ¿Queremos una historieta más atenta a sus capacidades de lucro para empresas privadas y como producto transversal y transversalizable para una sociedad de consumo, o queremos un cómic que podamos defender como arte? Y la del millón: ¿Cabe la intersección?
En todo caso y por lo poco que he encontrado (una foto del diseñador ante su juego, con sus figuritas y con el tablero desplegado), parece que este boardgame Valiente es un juego ajustado a los nuevos tiempos, un juego de mesa táctico, mimado y apto por tanto para gente que gusta de esta afición.

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Y por descontado, los cómics que he citado aquí como ejemplo de traslado a otro medio, son en general excelentes. Porque sí, debería haber intersección entre calidades y ansia en el rendimiento.

PD las imágenes son un guirigai que empleo como cita sin más intención, mucho menos comercial. Provienen de blogs personales (de dos, de hecho), de Todo colección, del portal Boardgamegeek, de tiendas especializadas o de Printerest (caso de la última).

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Las raíces del cómic histórico

En Facebook, allí donde enlacé el anterior post sobre Isabel, la loba de Francia, se originó un interesante debate que he cerrado (dar vueltas en redes sociales ya no es lo mío, creo que la charla ha sido muy productiva y no se trata de demostrar nada) con una pequeña disquisición. La cuestión parte de si el cómic histórico a la francesa (esto es, obras como Las siete vidas del Gavilán, o Munuera) parten de Bourgeon, o de previos como Martín o Hubinon. Puede que interesante, así que la subo aquí más o menos retocada, la adorno con imágenes y os la dejo para seguir la charla si queréis.

Para mí hay una diferencia entre un Francoise Bourgeon y ejemplos citados anteriores [Martín, Hubinon, Hergé, Uderzo, Tanguy]. Puede que esta idea la haya dado por sentado en mi post, también es cierto… ¡es solo un post, no un estudio que reposas y repasas! ;)… : Martín, Hubinon (autores a los que sigo poco, todo hay que decirlo) y ya no digamos Hergé, Charlier o Uderzo, aplican el documentalismo como abalorio.

Alix, de Jacques Martín. Álbum, "El niño geiego" (2012)

Alix, de Jacques Martín. Álbum, «El niño griego» (1979)

Engalanan así su obra. No digo que el recurso sea prescindible en este tipo de cómic histórico. Es una evolución de la historia como marco legendario o kitch (Foster) hacia una mirada más documentada, ha tenido su importancia en su momento y está genial, da un plus a sus relatos como lo da en las aventuras de Tintín de Hergé, pero lo documental en su trabajo solo viste a una obra que se mantiene en sus parámetros de género de aventura con ambientación en el pasado.

Por contra, en Los pasajeros del viento (y más allá de otras cuestiones como el lector-objeto, para qué tipo de lector, adulto o no, está concebido el relato) Bourgeon ofrece un discurso historiográfico sólido desde la viñeta misma, la documentación es el meollo, no el relato. Y su discurso tiene mucho que ver con la tercera generación de la escuela de los Annales.

Esto es entrar en pozos, pero bueno, me gustaría explicarme: los Annales es una de las escuelas de la ciencia histórica más importantes. Surge en Francia (insisto, no en Escocia o China, en Francia) y tiene varias generaciones. La «tercera» es la que en los años setenta, a través de nombres como Georges Duby, crea una nueva corriente historiográfica llamada «Nueva Historia», que promueve una historia de las mentalidades.

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Bourgeon recuperó la saga de Los Pasajeros del viento en el siglo XXI con La niña de Bois-Caïman (2010)

El nuevo cómic histórico que surge a fines de esa misma década, y en Francia, blanco y en botella, se empapa a mi juicio de esta corriente que evidentemente no puede estar presente en obra previa a esta tercera «generación Annales».

«La realidad de la información contenida en los vestigios de un castillo fortificado es tan grande como en un poema viniendo de lo imaginario de un hombre de la misma época. Por lo tanto, procuro interpretarlos de la misma manera.» Geoges Duby

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Poder privado. Poder público. Vida privada. Nuevos Anales.

Las propuestas de Bourgeon, nuevas como nueva fue la «Nueva historia», cimentan un tipo de cómic que creo guarda poca relación con el ánimo reconstructivo-escenográfico de obras previas. Y esta idea de lo histórico como reflexión sobre las mentalidades se ha impuesto en el género. Bourgeon gesta en 1979 y publica en 1980 las aventuras de Isa, una mujer fuerte y atípica en el contexto de la navegación y el comercio ultramarino del siglo XVIII. Puede que no haya sido el pionero en la adopción de la Nueva Historia por parte del cómic (adopción seguramente no consciente, ojo, habamos de un zeigeist, por así decirlo) , pero en todo caso, sí será el autor más influyente en el génro narrativo con esos Pasajeros del viento y con Los compañeros del crepúsculo .
Por otro lado, es cierto que la banalización (y en ella cae el «nuevo histórico francés», como caen las teleseries del género) está contra girando esta idea hacia la contemporaneización de lo narrado. Basta ver la primera viñeta de la página que cuelgo de Isabel y su monólogo interior en aquel post.

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Viñeta de Isabel, la loba de Francia (2014, Thierry y Marie Gloris, Jaime Calderón y Johann Corgié).

Pero con todo, la obra mantiene la intención de compatibilizar este discurso de «el presente reflejado», con los modelos de pensamiento medieval o el papel de la realeza en un mundo donde el sistema señorial se está descomponiendo. No he realizado un estudio y debo reconocer que todo esto no deja de ser una sensación ante mi paquete de lecturas y hasta donde llegan mis conocimientos del medio y del género (y de la propia historiografía), pero intuyo que no voy desencaminado en mis cábalas, que se apoyan en evidencias como escuelas historiofráficas y coincidencias temporales («Annales III», como escuela activa, comprende los años 1969-1989), a las que se suma la concepción de la historia en Francia, cuestión nada baladí y que se remonta al revolucionarismo, haciendo del pasado propio una cuestión no solo de Estado: es una esencia sustentante de la identidad y orgullo patrio, que pone al género narrativo en cuestión en primera línea de popularidad.
Por todo ello insisto en la condición de punto cero en muchos sentidos de Bourgeon. Además de que su propuesta pretende acercar el género histórico al lector plenamente adulto como ya he dejado caer antes, pero ese es otro tema.

 

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Isabel la loba de Francia. De Thierry y Marie Gloris, Jaime Calderón y Johann Corgié

Hablábamos ayer… del cómic histórico entendido como subgénero, cuando no casi como un subestilo dentro del cómic. Hablamos hoy del cómic histórico francobelga y de uno de sus últimos nombres propios, el ilustrados catalán Jaime Calderón, que es coautor de Isabel (solo he leído el primer tomo, aclaro), una Bd editada por Yermo de recreación histórica alrededor de una Capeto convertida por nupcias en reina de Inglaterra, allá por el siglo XIV. El guión corre a cuenta del matrimonio Thierry y supone lo más parecido a esas tele series históricas que pueden veniros a la cabeza ahora mismo, de Los Tudor a Carlos, rey emperador.

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Bueno, las cartas están marcadísimas en este tipo de cómic. Como explicaba en el post antes enlazado, se trata de un tipo de relato artesanal, donde lo autoral se diluye en favor del acabado según unas reglas pre establecidas. Esas reglas las marcó a fuego Françoise Bourgeon con «La fille sous la dunette», primer álbum de Los pasajeros del viento, publicado en 1979: el peso recae en la ambientación, y el acabado gráfico dependerá del dibujo de corte realista. Para el caso de Isabel y sus problemones, muy realista. La planificación de la página obedece a diagramas vistos mil y una veces, del mismo modo que la dirección de cámara en Los Tudor usa recursos de manual. Los diálogos obedecen al pragmatismo más evidente, son expositivos, antes que naturales. Y lo que más destaca en esta recreación (donde cabe, por supuesto, la imaginación de los autores para llenar huecos y forzar dramas narrativos) es… precisamente eso, la recreación. Los hechos, los personajes, reflejan unos acontecimientos, quizá con demasiada planicie, pero la obra pretende exactamente eso, a lo sumo, reivindicando una figura histórica poco reconocida en su papel dinamizador de aquella Europa convulsa. Para estos fines, por ejemplo, del mismo modo que el cine histórico busca unas determinadas iluminaciones que ya se entienden propias de determinadas épocas (así la luz natural sin filtros para el siglo XYIII, o el expresionismo de tonos tierra para el medievo), Joann Corgié plantea un cromatismo infográfico enolvente que a mí particularmente me distancia, pero que entiendo en su papel de ambiente y casi guiño, narrativo, hacia el lector. Nadie se imagina un trecento de luminosos tonos pastel. Nadie salvo Joann Sfar, quizá (y por eso me quedo con Sfar…).

Y Calderón lo da todo en el terreno de la recreación. Entendido en su papel de cronista, su realismo y el detallismo que alcanza son impactantes, y parece que naturales: «El detalle en mi trabajo no deriva de ninguna petición o imposición por parte de un editor, es algo que hago de manera natural y que sobre todo se hace notable por la precisión en mi manera de dibujar. Durante algún tiempo creí que era más un defecto que una virtud, de hecho me suelen gustar los dibujantes que hacen un trabajo totalmente distinto al mío. (…) Tras haber intentado forzar algo que en mi no era natural, he terminado por aceptar mi manera dibujar, he llegado a comprender que no es algo exclusivo del dibujo sino inherente en mi manera de concebir y expresar a través de las imágenes, cuando doy color a mis dibujos sigo detallando mucho, así que finalmente lo he aceptado y he aprendido a utilizarlo de manera positiva», comenta en una entrevista.

Es curioso por otro lado cómo Calderón me recuerda a John Cassaday por encima de cualquier otro referente más ad-hoc como sería un Hal Foster o un Julliard (siempre hay algo de estos referentes, aunque solo sea en lo minucioso). El influjo del cómic americano es obvio también en lo dinámico de su planificación, nótese en este sentido que ninguna página recuerda en composición a su contigua, ardid tan americano como, por otra parte, de uno de los referentes del histórico, Hermann.

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Entonces, ¿me ha gustado La loba de Francia? Inciso, el título obedece al sobrenombre histórico otorgado a Isabel, de quien el cronista Geoffrey de Paris dijo que era «la bella entre las bellas…en el reino sino acaso en toda Europa». Pues más que gustar o dejar de gustar, diría que me ha servido para esto, para bucear en la historia,  encontrar curiosas citas, y quizá hacer de percha para ilustrarme sobre el reinado de Eduardo II Plantagenet a través de fuentes más fiables. Dicho de otro modo, no puedo evaluar Isabel con los parámetros que uso para, por ejemplo, Chester Brown. Sería ridículo (y saldría tumbado por ko y parapléjico de la primera hostia del canadiense, en el combate a dos). Este Bd histórico es otro mundo, un trabajo con una resolución gráfica de sensibilidad más cercana a las ilustraciones de Keith Rocco para la revista Desperta Ferro que a mi actual sensibilidad actual respecto al cómic. Pero entendido como artefacto de uso para el divertimento (lo es) de conocer la historia, cumple su función. Desprovisto de discurso interno, de impacto argumental muy justito (obvio incluso) su intención es ilustrativa y superficial (hya cómics históricos de capado más profundo, como por ejemplo El árbol que da sombra, vasto fresco mediaval de Osamu Tezuka que debería acabar de leer algún día.

En resumen, no se trata de la implicación emocional, ni del reto intelectual, sino de iluminar hechos y épocas del pasado intentano traerlo a la mirada del lector. Y en su rango lo hace mucho mejor que algunas cosas que he tenido la desgracia de intentar leer, y dibuja un panorama con detalle verité (una limosnera, una cacería, un anillo, París, unas intrigas, una mentalidad en tránsito del feudalismo señorial a la germinación de los estados europeos…) y esa ilustración será del gusto de los lectores de novela histórica, de los compradores de la citada revista y de los espectadores de ese Tudor Guapeado por el canal de pago Showtime.

Narrado con agilidad, alternando voces narrativas (primera y tercera persona) en un cómic dinámico, Isabel cumple con aquello que uno espera de este tipo de obra. Tipo que nunca será de los más destacados en mi propia escala de valores, no lo escondo tampoco, como no escondo que soy licenciado en historia y por tanto me gusta ver que el cómic se acerca a la historia aunque sea con obras sin el calado de muchas otras.

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Ese tipo de cómics…

Cada vez me alejo más de esa BD europea de corte artesanal y toque histórico, deudora de la obra de Françoise Bourgeon, pero suelo pasear por la red a ver qué novedades se editan, y he visto un cómic «de esos», que, intuyo, no llegaré a leer en mi vida, La Balada de la Magdalena.

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Página de La Balada de la Magdalena (Integral), de Christophe Dubois, Norma editorial.

En un blog dicen de él: «es el tipo de cómic que te preguntas si de verdad lo es y no se ideó para ser un libro y conformar una gran historia con derecho a película». Lo dice como alabanza.
La idea, pese a un regusto peligroso a hermano pobre, no es tan absurda. Esos cómics franceses tan «depurados» y realistas, ¿tienen alma de historieta, o de literatura-folletín o de superproducción cinematográfica gala, por ej? ¿Suponen una vía sincera para el cómic en pleno siglo XXI, o son un producto con esencia de «otra cosa», para poder expandirse a otros medios? En el fondo, cada caso será un mundo y habrá de todo. Y también es verdad que el mercado francés tiene una batería de «superproducciones en viñetas» que indudablemente, calidades al margen, tiene sus seguidores. Pero caben dos maneras de enfrentar el trabajo cuando tu estilo, tu estética, tu concepción del asunto va por estos derroteros: ser un artesano (del cómic realista) que se aplica con pasión a la página, o ser el que lo enfoque como trabajo en cadena. Ninguna opción personal me parece mala, ni peor, solo distinta, porque no es lo mismo hacer las cosas desde un propósito que desde otro. Aunque cuando ojeo este tipo de cómic en mi librería tiendo a pensar más en la cadena que en el pequeño y encantador taller familiar. Yo personalmente prefiero el amor del cestero a la producción masiva de tupperwares, aunque los tupper son maravillosos para su función.

Y con todo, llámalo genética, cómics como el que inició este post (que luego leo y generalmente no me gustan, y raro es que acabe alguno cuando lo pillo en biblioteca, por ejemplo) tienen algo que aún me atrae, lo confieso. Guilty.

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ICELAND, de Yuichi Yokoyama.

La editorial Mincho Press, afín al mundo de las artes gráficas, se estrena en el campo del cómic con uno de los grandes autores de la vanguardia creativa, el japonés Yuichi Yokoyama.

Iceland_bisYuichi Yokoyama (prefectura de Miyazaki, 1967) estudia arte y pintura pero pronto siente la picadura del manga, que practica en obras como New Engineering, Travel (Viaje, editado en 2010 en España por Apa Apa), Outdoor o Baby Boom. Una obra no escasa, precisamente, que define un universo personal, tan atractivo como hermético al mismo tiempo, usualmente ajeno al empleo de lenguaje escrito (salvo unas onomatopeyas muy gráficas, imbricadas en su dibujo de líneas fugadas y perspectivas forzadas).
Iceland es su último trabajo. En él por encima de lo argumental destaca un contenido subrepticio que florece entre los pliegues de ilustraciones enigmáticas y un argumento mínimo casi abstracto. Una considerable ruptura con lo ordinario… Apuesta Yokoyama por un cómic que rompe con la tradición argumentística y con conceptos como empatía lectora, en un alarde distanciador que asombra por su radical mirada patafísica. Todo es asombro brutal y decostrucción de la realidad en Iceland (marca de la casa del autor, por otra parte), como si las páginas del japonés destilasen una deformación ocular que le permite percibir el mundo de un modo único. Por tanto, no irreal, ya que Yokoyama no busca trasladarnos tanto a fantasías como, si acaso, a futuribles. Paisajes apocalípticos, figuras post humanas (¿post nucleares? ¿influjo del movimiento artístico —literario, historietístico, cinematográfico…— de “La nueva carne”?), sociedades de consumo anestesiadas, comportamientos opacos… Iceland describe, que no descifra, una realidad imposible, distinta, incomprensible. Y abunda en los logros estéticos de Yokoyama en Viaje, por citar ese otro trabajo del japonés que se puede intentar encontrar en nuestro mercado.
El diseño de la página espectacular, severo pero también muy recargado. Aporta un mundo propio en el que nos podemos reflejar todos, e interrogarnos sobre el papel del arte y lo estético en la vida. Esta disyuntiva, esta espada que nos pone Iceland en el pecho, también nos arrincona contra la pared de la historia del cómic. El de la historieta es un arte históricamente mercantilizado, obediente a preceptos estéticos “de moda” y a afinidades genéricas según toca. En los sesenta galos, la ciencia ficción lo petaba entre los creadores más “artie” (Metal Hurlant, claro). La prensa americana como soporte masivo impuso para el medio una cárcel tanto de temas como de formas (o tiras, o dominicales). la contracultura norteamericana en el fondo tenía sus propias servidumbres (generacionales), En España ya ni vamos a hablar, con una censura franquista y una idea de que la historieta era algo para niños. Los superhéroes, desde su aparición y consolidación en los cuarenta, han sido el kefkir del medio, algo que crece y crece y que no permite más que hacerlo de un único modo. Ha costado mucho lograr obras superheróicas que no apelen a un target determinado y con un estilo más o menos libre, aunque sea dentro de unas coordenadas claras. Y esos títulos excepcionales son eso, excepciones, una nota discordante. A veces abrumadoramente ruidosa como Watchmen, pero excepciones siempre.
Japón, sin embargo, ha sido un marco diferente. Más industrializado aún que Estados Unidos o Europa, pero dado que esa industrialización ha llevado al manga a las cotas de aceptación que ya todos nos conocemos, también con mayor capacidad de movimiento para sus versos sueltos. Desde los sesenta (con la revista Garo, por ejemplo), esto es una realidad. Yokoyama es un puntal actual de esos caminos alternativos. Iceland como último eslabón de una carrera consolidada desde los límites, es una demostración de que en la historieta cabe de todo, que sus márgenes son demasiado estrechos, hoy, en el occidente más canónico (ese que marca cánones y pautas sin fin como si la sabiduría fuese cercar el campo). Dudo que en su país nadie siquiera apunte sandeces del calibre que se tienen que leer o escuchar aquí sobre autores de vanguardia, y eso marca una diferencia: cuando una sociedad admite la naturaleza completa y compleja del cómic como medio, no cabe acotarlo, todo lo contrario: hay que aplaudir cada atisbo de locura. Y más si se reviste de la calidad despampanante de este Iceland que ha venido a sacar aquí un editor de revistas de diseño y arte. Ojo al dato, de diseño y arte.

Yokoyama tiene en fin la capacidad de unir polos opuestos (lo comercial y lo vanguardista, el diseño gráfico y la historieta, el humor y la morriña) como en sus momentos más libres hace la música de Ruichi Sakamoto, posible banda sonora para la lectura de Iceland.

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El día de Batman recomendamos.. un tebeo de Batman

Pues dicen que hoy es el día de Batman. Valiente celebración, «el día de» uno de los iconos más populares del siglo XX. Como si necesitase mimitos y promos… pero bueno, me uno a la fiesta porque…

Hay gente que nunca ha leído un tebeo del hombre murciélago

Lo entiendo perfectamente, sobre todo porque la mayor parte de la población mundial no lee tebeos de superhéroes. Eso, aunque nos duela como una epidural puesta por Chiquito de la Calzada durante la feria de Abril (esto es, borracho), es la realidad.
Además el hombre murciélago puede arrastrar cierta fama pop y naive gracias a la teleserie de los años sesenta, y si los ciudadanos no han entrado en otras realidades del famoso milloneti metido a justiciero nocturno (Batman Adventures, las muy serias películas de Nolan…) pues… no creo que le tire mucho leer algo de Batman cuando puede pillarse el Persépolis. Seguimos desgajando verdades dolorosoas, lo siento.

PERO la realidad es que en la historia de Batman hay verdaderas JOYAS. Recomiendo al paciente o curioso la lectura de «La noche del murciélago», un libro escrito por Santiago García hace años sobre la historia del personaje queel propio autor legó «free» en su blog. Alli descubrirá alguna de esas perlas.
Y la cuestión es que en este día tan importante podríamos intentar mostrar a posibles lectores las bondades del personaje. Yo creo que quien se atreva con…

Batman año uno

…va a asombrarse muy mucho, si es la primera vez que lee nada de Batman, o del género de superhéroes.
Escrito por un Miller en estado de gracia, ilustrado por un David Mazzuchelli superlativo, su tono de cine negro, su argumento verista (o casi verista, solo falta que realmente cuando se pone el disfraz, lo maten a tiros, que es lo qeu sucedería en el mundo real) y su tono seco, casi bruto, acercan este libro antes que a cualquier aventura fantasiosa de señores con capa lila y calzones azul cielo, a una película de Scorsese, por ejemplo.
La comparación es odiosa y mema, soy consciente, pero este post busca animar a posibles nuevos lectores, así que si te gusta «Uno de los nuestros», puede gustarte «Año uno».

Aquí una doble página de mi recomendación (que está editada en castellano por ECC). Se amplía con un clic, como siempre:

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ROBERTA VÁZQUEZ EN TELEVISIÓN ESPAÑOLA

BOMBA:
Llevo años diciendo que Roberta Vázquez tiene el potencial de convertirse en autora referente para una nueva generación.13882471_1307358725942706_1315588471301429262_n
Que sea objeto de atención en «Página dos» (en TVE 2) supone también la demostración o una prueba, cuanto menos, de que las novísimas generaciones de autoras y autores de cómic «alternativo» español, las abonadas a salones de autoedición y circuitos «artie», no son carne de endogamia y en casos (Roberta, insisto, a la cabeza) podrán trascender.
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Potencial enorme, realidad palmaria.

Minuto 4’54, clik it!

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España en la SPX

La Small Press Expo (o SPX) que se celebra este año entre el 17 y 18 de septiembre, es un evento de esos «soñados», al menos por mí. Una suerte de gran festival del cómic que se orienta al alternativo, las pequeñas editoriales, el cómic de autor… En él se otorgan los premios Ignatz (de enorme prestigio) y en su seno este año se podrá disfrutar de la presencia de los hermanos Hernandez, Daniel Clowes, Charles Burns, Trina Robbins o Jim Woodring. Casi nada.

La noticia interesante para nosotros, para el cómic español, es la presencia de un pelotón de primera línea procedente de nuestro país: Santiago García, Ana Galvañ, Javier Olivares, José Domingo y David Rubín estarán en la convención, defendiendo Spanish Fever, la traslación al mercado norteamericano de aquel celebrado Panorama. Una recopilación coordinada por Santiago García que en su día pretendía ser una mirilla al paisaje historietístico del presente, que ahora se convierte en invitación y muestrario para el gran amigo americano.

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Javier Olivares, David Rubín, Santiago García y José Domingo, bien centrados por Ana Galvañ

¿Visita anecdótica o importante? Importantísima, creo yo. A nivel personal que dos de los cinco autores y autoras sean gallegos y piezas clave de la banda deseñada del siglo XXI me produce un orgullo monumental, pero además es que hablamos de cinco modelos de autor dispares, un Equipo-A del cómic en el que cabe la vanguardia, el éxito autoral en el campo del mainstream, la singularidad superlativa y un guionista que se ha sabido mover en todos los ámbitos imaginables (autor, traductor, divulgador, teórico, comisario de exposiciones sobre su propia obra…) y la presencia de firmas que llevan en esto más de treinta años (Olivares, claro). Lo que este grupo pueda transmitir del cómic español es mucho, bueno y certero: sin catastrofismos vacuos y sin innecesaria sacarina, una mirada ponderada, con perspectiva y eso sí, entusiasta. Estoy convencido de que su estancia en la SPX será llamativa, que más allá de contactos personales, o comerciales, el resultado de esta experiencia solo puede ser bueno para el cómic español y su mayor visibilidad en Estados Unidos (al menos se abrirá un milímetro el objetivo de su cámara, ya se sabe que el mercado yanqui es podo dado a dejarse «conquistar»).

Y además me parece importante que suceda en este momento, porque el cómic en España no se ha parado en lo que mostraba aquel libro en 2013: sigue enraizando su caudal de cómic de autor (novela gráfica), sigue proporcionando autores para el mainstream de más allá de nuestras fronteras y sobre todo, aparecen nuevas generaciones (de Andrés Magán a Víctor Puchalski) que tienen mucho que contar. Aquí y en el mundo. Todos los autores que estarán defendiendo en la SPX Spanish Fever son conscientes de que esta naturaleza viva de nuestro cómic no es humo, todos la comparten, la aplauden y conocen, y apuesto que su presencia en la convención es sobre todo una correa de transmisión también hacia esta novísima ola.
Vamos, que lo de la Pinta, la Niña y la Santa María fue una chuminada comparado con esto. Al menos para la historieta.

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Víctor Mora o la memoria colectiva

Ayer los aficionados al cómic nos enterábamos (y hoy toda España) del fallecimiento a los 85 años del escritor, teórico y sobre todo, guionista de historieta Víctor Mora.

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Foto al autor procedente de El País: http://elpais.com/elpais/2016/08/17/album/1471454483_355601.html

A nadie debería de escapársele (lo considero cultura básica) que Mora es el creador de Capitán Trueno. Pero también de muchísimas otras cabeceras, como El Jabato, El Corsario de Hierro, Inspector Dan, el sheriff King, Dani Futuro o Las crónicas del sin nombre (exploración de terrenos adultos en la historieta de los setenta).

Si hay un capítulo crucial en la historia de la historieta en España, es el de los cuadernillos apaisados con tebeos de corte aventurero. El otro gran capítulo lo ocuparía la revista TBO y sus consecuencias. Pero si del cómic humorístico tendríamos que desplegar una nómina de autores plural y vasta para ser justos con esa corriente, hasta llegar al colapso inigualado del Mortadelo de Ibáñez, en el caso del tebeo de aventuras la capitalidad la atesora Víctor Mora. Hay otros títulos, muchísimos, y alguno ciertamente famoso (El Guerrero del Antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín, El Cachorro…) pero con El capitán Trueno, Mora y una  lista de ilustradores de la que destaca el inicial Ambrós hicieron el que se señala como mejor de todos, el más vibrante y dinámico, el más progresista (Mora había estado afiliado al Partido Socialista Unificado de Cataluña, PSUC, y su pensamiento era opuesto, en lo político y en lo social, a la pacatería franquista) y qué diablos, cogiendo la manida frase con todas las pinzas que se quiera, sin duda el que mejor resiste el paso del tiempo.

Hace mucho que no leo Trueno, y desde luego no he leído mucho Trueno en mi vida, pero dudo que nadie que luzca más de cuarenta años en 2016 no haya tocado alguna vez en su vida las aventuras del capitán y sus compañeros Crispín, Goliat y Sigrid (eterna novia del héroe que fue más que la constante damisela secuestrada, en la serie). Las historietas de Mora eran chispeantes, alegres, dinámicas y enormemente imaginativas. Además el anacronismo fue sublimado por la fantasiosa pluma de Mora en un clásico de nuestra narrativa escapista:

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Reinventando el tiempo de las cruzadas.

Creo que la primera vez que leí a Trueno debía contar diez, once años, y esa es la edad natural para un lector de El capitán Trueno. Recuerdo vaguísimamente la historia, un relato de acción risueña en países ignotos con bastantes dosis de fantastique. Ritmo vibrante y continuarás impactantes para lecturas semanales.

La historia del aficionado a los cómics se sostiene a través de varias vigas maestras, puntos clave que han mantenido viva la llama. Un Miller haciéndote ver que sigues teniendo edad para asombrarte con los superhéroes, un Eisner a través de cuyas páginas adviertes que sí, es un arte, un Moebius para volverte tarumba, una Satrapi que te descubre el universo de la novela gráfica adulta… un Capitán Trueno durante la niñez tiene esa capacidad, también. En mi infancia esa lectura breve, posiblemente, me hizo persistir, buscar más viñetas plenas de emoción y maravilla. Eran los años ochenta, el tiempo de los cuadernillos apaisados había fenecido hace mucho, pero Trueno me pudo demostrar que la imaginación y la maravilla llevaban cultivándose muchas décadas. En todo caso he olvidado muchas lecturas, muchísmias, pero no aquella. Porque Mora atesoraba un oficio y un talento sin demasiado parangón en su tiempo, y no herraba la diana. Sabía qué hacía y para qué, y lo bordaba.

Yo seguí a lo mío, porque además poco después irrumpió Fórum, el sello que hizo triunfar los cómics Marvel definitivamente en España, y me vicié (ya venía de Vértice, surco y Bruguera, pero Fórum era… otra cosa) pero indudablemente Víctor Mora pudo entrar en mi memoria lectora en un solo flash. Quizá de soslayo pero indeleblemente. Luego supe de su trayectoria, de sus circunstancias, de que toda la inventiva que lucían los diálogos de Astérix o Lucky Luke le debían mucho a él. No leí su incursión en el cómic adulto de los setenta (como Las crónicas del sin nombre con Luis García, seriado entre 1972 y 1980 en Pilote), pero quiero ponerlo también en valor, al nivel del viraje pocos años más tarde de un Carlos Giménez. El rey de «la historieta» entendía que el medio podía también ser un medio para relatos adultos.

Por otro lado la memoria colectiva de toda una generación, los que hoy cruzan la barrera de los sesenta/setenta años, está impregnada de la narrativa de Víctor Mora. Y cuando digo «toda», digo TODA. Al menos la generación masculina a la que se dirigían los cuadernillos apaisados del género aventurero, los niños del franquismo que descubrieron mundos, historias, peripecias maravillosas en las cabeceras que Víctor Mora inventaba.

Su legado empapa la intrahistoria de este país, y su fallecimiento es un adiós irremplazable. Vivió 85 años y millones de historias en papel barato que podías conseguir en el quiosco de la esquina.

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El Jabato, Mora y Francisco Darnís. fuente: http://gentedigital.es/comunidad/comics/files/2016/08/6.jpg

 

Las crónicas del sin nombre, cómic adulto por Mora y Luis García

Las crónicas del sin nombre, cómic adulto por Mora y Luis García

 

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La crítica de cómics hoy.

Vía el muro de David Rubín y su hilo de comentarios descubro esta crítica digna de un amateurismo en crítica de cómic evidente. Se habla de un texto sobre un tebeo que en principio dibujaría Evan ‘Doc’ Shaner al completo y que finalmente es dibujado a pachas por Shanner y… otro autor. Y dice el autor de la crítica:

No me quito el mal trago de que DC vuelva a hacer otra vez de las suyas. A que vuelva a desaprovechar la oportunidad de sacar un número 1 brillante por no haber tenido la planificación adecuada. ¿No era mejor haber sacado un cómic de menos páginas? ¿Os imagináis que el Star Wars #1 de Marvel hubiese salido con 10 páginas dibujadas por otro que no fuera Cassaday? Después de anunciar a bombo y platillo una cosa, queda mal y feo que hagan algo diferente y que, además, desluzca el resultado de un dibujante brillante como Shaner con otro que, sin ser malo, no le alcanza el nivel a pesar de intentar imitarlo.

No enlazo, no se trata de eso, no buscamos quién o dónde, si no que pretendo analizar el hecho. Sí diré que no hablamos de un blog personal o algo así.

El «imitador», el «sustituto» de Shanner (dibujante en activo desde el siglo XXI y del que conste, no estoy opinando aquí, en absoluto) es… Steve Rude.

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«Nexus», personaje y colección creados por Steve Rude y Mike Baron en 1981.

La sensación que me ha transmitido el texto es la de un fanboy que desconoce la historia del medio y que además no se ha molestado en contrastar datos. Es facilísimo sacar cuatro conclusiones de la categoría histórica de Rude (no hablo de su calidad, de si gusta o no, hablo de datos, historia, carrera, premios… cuestiones objetivas) paseando diez minutos por la Wikipedia o Lambiek, por citar lugares de consulta sencillos y al alcance de cualquier crítico de cómics.
Personalmente creo que un serio problema en la crítica de historieta actual es la falta de filtros, y el acomodo al método «personal blogger», que desde luego NO debería ser patrón en una crítica rigurosa.
Todo esto no pretende ser un ataque personal ni al firmante del texto ni al medio que lo ha alojado, pero sí un punto de reflexión, ojalá de inflexión también: creo sinceramente que el «mercado» de medios de crítica se está retrayendo y relajando. Al cierre por agotamiento (Entrecomics) podemos unir la relajación de otros que permiten párrafos como el arriba señalado. No quiero resultar incendiario ni, repito, personalizo en nadie pese a partir de un ejemplo (llamativo), si no dar un toque de atención al respecto de esta sensación, que es mía pero que, apuesto, comparto con algunos colegas. No imagino Dirigido o Rockdelux aceptando un texto tan indocumentado, ni a un colaborador de esos medios escribiendo con piloto automático y sin el sentido de la responsabilidad que debería darnos escribir crítica en medios públicos de información y divulgación.

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