Víctor Mora o la memoria colectiva

Ayer los aficionados al cómic nos enterábamos (y hoy toda España) del fallecimiento a los 85 años del escritor, teórico y sobre todo, guionista de historieta Víctor Mora.

0

Foto al autor procedente de El País: http://elpais.com/elpais/2016/08/17/album/1471454483_355601.html

A nadie debería de escapársele (lo considero cultura básica) que Mora es el creador de Capitán Trueno. Pero también de muchísimas otras cabeceras, como El Jabato, El Corsario de Hierro, Inspector Dan, el sheriff King, Dani Futuro o Las crónicas del sin nombre (exploración de terrenos adultos en la historieta de los setenta).

Si hay un capítulo crucial en la historia de la historieta en España, es el de los cuadernillos apaisados con tebeos de corte aventurero. El otro gran capítulo lo ocuparía la revista TBO y sus consecuencias. Pero si del cómic humorístico tendríamos que desplegar una nómina de autores plural y vasta para ser justos con esa corriente, hasta llegar al colapso inigualado del Mortadelo de Ibáñez, en el caso del tebeo de aventuras la capitalidad la atesora Víctor Mora. Hay otros títulos, muchísimos, y alguno ciertamente famoso (El Guerrero del Antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín, El Cachorro…) pero con El capitán Trueno, Mora y una  lista de ilustradores de la que destaca el inicial Ambrós hicieron el que se señala como mejor de todos, el más vibrante y dinámico, el más progresista (Mora había estado afiliado al Partido Socialista Unificado de Cataluña, PSUC, y su pensamiento era opuesto, en lo político y en lo social, a la pacatería franquista) y qué diablos, cogiendo la manida frase con todas las pinzas que se quiera, sin duda el que mejor resiste el paso del tiempo.

Hace mucho que no leo Trueno, y desde luego no he leído mucho Trueno en mi vida, pero dudo que nadie que luzca más de cuarenta años en 2016 no haya tocado alguna vez en su vida las aventuras del capitán y sus compañeros Crispín, Goliat y Sigrid (eterna novia del héroe que fue más que la constante damisela secuestrada, en la serie). Las historietas de Mora eran chispeantes, alegres, dinámicas y enormemente imaginativas. Además el anacronismo fue sublimado por la fantasiosa pluma de Mora en un clásico de nuestra narrativa escapista:

5

Reinventando el tiempo de las cruzadas.

Creo que la primera vez que leí a Trueno debía contar diez, once años, y esa es la edad natural para un lector de El capitán Trueno. Recuerdo vaguísimamente la historia, un relato de acción risueña en países ignotos con bastantes dosis de fantastique. Ritmo vibrante y continuarás impactantes para lecturas semanales.

La historia del aficionado a los cómics se sostiene a través de varias vigas maestras, puntos clave que han mantenido viva la llama. Un Miller haciéndote ver que sigues teniendo edad para asombrarte con los superhéroes, un Eisner a través de cuyas páginas adviertes que sí, es un arte, un Moebius para volverte tarumba, una Satrapi que te descubre el universo de la novela gráfica adulta… un Capitán Trueno durante la niñez tiene esa capacidad, también. En mi infancia esa lectura breve, posiblemente, me hizo persistir, buscar más viñetas plenas de emoción y maravilla. Eran los años ochenta, el tiempo de los cuadernillos apaisados había fenecido hace mucho, pero Trueno me pudo demostrar que la imaginación y la maravilla llevaban cultivándose muchas décadas. En todo caso he olvidado muchas lecturas, muchísmias, pero no aquella. Porque Mora atesoraba un oficio y un talento sin demasiado parangón en su tiempo, y no herraba la diana. Sabía qué hacía y para qué, y lo bordaba.

Yo seguí a lo mío, porque además poco después irrumpió Fórum, el sello que hizo triunfar los cómics Marvel definitivamente en España, y me vicié (ya venía de Vértice, surco y Bruguera, pero Fórum era… otra cosa) pero indudablemente Víctor Mora pudo entrar en mi memoria lectora en un solo flash. Quizá de soslayo pero indeleblemente. Luego supe de su trayectoria, de sus circunstancias, de que toda la inventiva que lucían los diálogos de Astérix o Lucky Luke le debían mucho a él. No leí su incursión en el cómic adulto de los setenta (como Las crónicas del sin nombre con Luis García, seriado entre 1972 y 1980 en Pilote), pero quiero ponerlo también en valor, al nivel del viraje pocos años más tarde de un Carlos Giménez. El rey de «la historieta» entendía que el medio podía también ser un medio para relatos adultos.

Por otro lado la memoria colectiva de toda una generación, los que hoy cruzan la barrera de los sesenta/setenta años, está impregnada de la narrativa de Víctor Mora. Y cuando digo «toda», digo TODA. Al menos la generación masculina a la que se dirigían los cuadernillos apaisados del género aventurero, los niños del franquismo que descubrieron mundos, historias, peripecias maravillosas en las cabeceras que Víctor Mora inventaba.

Su legado empapa la intrahistoria de este país, y su fallecimiento es un adiós irremplazable. Vivió 85 años y millones de historias en papel barato que podías conseguir en el quiosco de la esquina.

6

El Jabato, Mora y Francisco Darnís. fuente: http://gentedigital.es/comunidad/comics/files/2016/08/6.jpg

 

Las crónicas del sin nombre, cómic adulto por Mora y Luis García

Las crónicas del sin nombre, cómic adulto por Mora y Luis García

 

Traductor

Traductor de Astérix

 

Novela

Novelista

Be Sociable, Share!

Escribir un comentario