Archivo noviembre 2013

COLMADO SÁNCHEZ, de Clara Soriano

La colección de tebeos en cuadernillo (comic-book si prefieres) Jaimito, de la editoral ¡Caramba! supone una apuesta decidida por alejar a la novela gráfica del concepto «formato». David Sánchez perpertó en su seno una de sus pesadillas, que en nada difería con otras anteriores editadas en formato libro. La actitud autoral sobreponiéndose por encima de las pautas editoriales. Pero además, la apuesta jaimita da un paso adelante, demostrando que parte del discurso autoral pasa también por la asunción premeditada, no impuesta, de la forma.

Cuado a Clara Soriano, hago hipótesis, le proponen un Jaimito, ella sabe a qué se va a tener que adaptar, pero en un tiempo de renovación conceptual, lo que eso no supone es que se tenga que someter. Clara no hace un tebeo grapado, a un tamaño concreto (comic-book, ya dije) y de 24 páginas exactas porque no le queda otra. Lo hace como… «reto intelectual». Porque para un autor, cuando el paisanaje editorial (en crisis o no) le permite elegir posibilidades que van del libro al álbum pasando por seguir a lo tuyo on line, la oportunidad de recuperar un formato tan querido por cualquier comiquero de pro como el comic-book… es una golosina, no una cárcel.

No entro en el mimo con el producto de ¡Caramba!, pero vamos, «Colmado Sánchez» no es material de apilamiento en esquina oscura de quiosco, sino un pequeño-bello objeto. Tanto como el recién editado «Beowulf» de Santiago García y David Rubín es un gran-bello objeto.

Ok, menuda paja mental. Pero creo que era necesaria. Ahora al mondongo. ¿Qué tal está «Colmado Sánchez»?

Colmado-SanchezPues es un trabajo tramposo porque aparentando y logrando una levedad fresca, no puedo evitar saber que es un tebeo de un tiempo y lugar concretos. Y me explico.

La breve y simpatiquísima historia de un colmado de barrio, con sus clientes de siempre, se lee con la levedad de un soplo. Fresquito. Y te deja una sonrisa. Lo hace porque el tono es amable, el humor, blanco y refinado, y la ejecución más hábil de lo que aparenta. Es un tebeo que parece un trabajo formal sencillo pero que obedece a un interesante estudio previo, pienso. Basta fijarse en la delicadísima gama cromática, y sobre todo en la atenta elección del plano en cada momento. La historia, mayormente ejecutada en plano-contraplano, se enfoca con esta planificación como una experiencia íntima de Encarna, la dueña del colmado. Vemos a la protagonista y vemos a los clientes casi desde la perspectiva de la protagonista. Es un recurso empleado con elasticidad, y hay más puntos de vista, evitando así la peligrosa sensación de estudio de aprendiz («vamos a hacer un tebeo aplicando a machete la técnica del plano -contraplano») y logrando invisibilizar esa cuidada planificación para ofrecer una lectura, ya lo dije, fluida y liviana.

colamdoPero además en el fondo, seguramente sin pretenderlo, este cortito de caña con tapa de ensaladilla fresquísima tiene una segunda lectura, porque el arte se inscribe en un momento y lugar y es materia sociológica siempre. Que Soriano opte por un concepto positivo de la vida «lumpen» y las clases medias, de barrio,  y que su mirada hacia la clase más machacada en estos días de crisis y cinturones que aprietan a quien aprietan sea tan amable, es importante. «Colmado Sánchez» (el apellido más común de los apellidos comunes, no creo que sea fortuita tampoco su elección) es una declaración de que, a pesar de la mierda que nos come (literal incluso), la vida es bella si no te rindes, que decía aquel. 

Pues brindo por ello.

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THOR, de Jason Aaron y Esad Ribic

THOR

¿Cuál es el secreto para hacer un buen tebeo de superhéroes cuando los superhéroes ya han pasado por todas sus fases incluida la de decadencia y repetición de su clasicismo? El primer paso es sencillo: autor, haz TU tebeo de superhéroes. Luego intervienen otros factores como el talento, claro. Y el problema es que dentro de la Industria, Marvel sin ir más lejos, resulta muy difícil que un autor haga lo que tiene en mente. Es casi imposible que realice «su» tebeo, pues el resultado final depende de un engranaje donde él/ellos no dejan de ser una rueda más.

Bueno, pero a veces hay un algo que permite meter más el piececito en el producto. Incluso mucho más. Ahí aparecen esas gemas, digamos All-star Superman o FF (Fraction y Allred). Fíjate que incluso entre estos dos ejemplos hay categorías. FF, con ser un tebeo notable, no llega a la altura del artefacto de Morrison y Quitely. Ta len to, lo dije antes. Pero FF no deja de ser una obra que se siente libre y con el peso de una mirada porpia, que dialoga con el género y no se limita a navegar en la corriente.

Pues en estas los de Marvel, inmersos en su nueva operación estética, han dado a algunos autores cierto grado de libertad. Parece que esta vez, sin pasarnos que esto es mainstream, se ha tentado la línea de ver qué ideas pueden aportar qué autores. Y en «Thor» Jason Aaron ha aportado ideas. Ha tomado del dios vikingo aquello que le interesa, lo wagneriano y lo mítico, y ha despreciado lo demás (sin desmentirlo, pero aquí ni rastro del Thor vengador). Le ha dotado de un estilo literario ampuloso, que no es redundante con lo gráfico, que da un tono de epopeya oscura. Y se ha apoyado en el dibujo de Ribic, más cercano a Frazetta que a Kirby o Buscema. Resaltado con un color infográfico brutal de Butch Guice que se acerca a texturas oleosas.

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La textura de la guerra de dioses.

No seguía Thor, yo, desde el fiasco de Straczynski (muy celebrado por el fandom, gustos y colores, para mí un mojón) pero parece que una de las ideas más poderosas de esta etapa viene de antes. Da igual, el empleo de ella es brillante aquí, y necesaria: Thor es un dios inmortal, y en esta obra lo vemos actuar en tres épocas diferentes: jovencito folla-nórdicas y de tendencias belicosas, maduro dios/superhéroe, y anciano rey de una Agard caída… ante una amenaza venida de aquella juventud en el entorno de los salvajes vikingos.

Hilar una misma amenaza que se perpetua desde antes de los tiempos de los héroes Marvel hasta un futuro demasiado lejano, da la medida tanto de la naturaleza de Thor (un Dios de verdad) como de la del peligro (un asesino en serie de deidades, de crueldad sádica). A partir de aquí, por tono y forma, los autores obvian todo lo que supone el género de superhéroes y crean una historia de mitos y violencia ancestrales y por tanto de un eco fortísimo en el lector. Pocas veces en Marvel se ha conocido un peligro semejante a Gorr. Y así Aaron, Ribic y Guice casi, casi crean un género en sí mismo: llamémosle «Viriliter Age Nórdica«. Lo último porque el peso de la imaginería escandinava es obvio en cada viñeta. Lo de «Viriliter age» porque eso es lo que leemos acá, una historia-macho, de actos viriles, feroces, musculados, primitivos, febriles, sexualmente masculinos (¡cada golpe se diría una eyaculación estertórea!) alejadísimos de la violencia pop de la casa de las ideas.

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Thor no puede levantarlo, de lo gordo que es

Sí, todo casa en la historia, larga historia (doce números USA) del Carnicero de Dioses. Desde la capacidad de dibujar un peligro fuera de toda medida mucho antes de su primera aparición, a un desarrollo de tensión creciente que desemboca en un final operístico y «Colossal». Por el camino se perfila el sentido definitivo del Dios del Trueno, y su naturaleza divina que lo encumbra como el más poderoso personaje del universo de Hulk y compañía (con permiso de las deidades cósmico-kitch marca de la casa). Y al acabar el primer ciclo (esto es muy Nibelungo, va de sagas y ciclos, parece) nos deja con ganas de más grapita.

Tranquilos, continuará el me que viene.

Tranquilos, continuará el me que viene.

Pues si eso no es mucho y bueno, que baje Odín y lo vea.

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MAESTROS ANTIGUOS, de Mahler

Artículo publicado en Faro de Vigo

El valor del arte adaptado al cómic.

“Maestros antiguos” es una novela de Thomas Bernhard que Mahler traslada al cómic para teorizar sobre los artistas y la cosas importantes de la vida.

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Se puede abordar este cómic desde, al menos, tres perspectivas. La primera, como forma eficacísima de trasladar un libro a otro medio, el cómic, de naturaleza tan distinta a la literatura. En este sentido Mahler realiza su propia manera de síntesis y traslado de ideas verbales a un lenguaje donde, además del mismo verbo, debe lidiar la imagen (casi diría que la imagen ideogramática, pero queda demasiado serio). Partiendo de los postulados de “Ciudad de cristal” de Paul Karasik y David Mazzuchelli (que adaptaba una obra de Paul Auter), Mahler plantea su propia forma. La imagen muta y singulariza ideas antes que acciones, desde un estilo de humorismo gráfico que nos pone la sonrisa en el rostro desde la primera página sin dejar de explorar cuestiones tan hondas como las cualidades del arte, la idea de la amistad o el sentido de vivir.

La segunda perspectiva desde la que cabe leer “Maestros antiguos” es la meramente formal, ya que esta novela gráfica expone un planteamiento personal, en el modo de hacer. Las páginas son generalmente una gran imagen/viñeta, en la que se disponen textos de la voz narrativa y donde pocas veces leemos diálogos en bocadillos o secuencias de viñetas (esta se desarrolla página a página). El color es fundamental, y además desde su parquedad logra una elegancia estética y un perfecto equilibrio gráfico, visual. Todo ello desemboca en una obra personalísima y notable, un ejercicio de cómic perfecto pese a resultar inusual e incluso arriesgado.

maestros-antiguos pagY por último, un tercer modo de enfocar la obra es en su capacidad, como narración, de sorprender al lector. Lo que comienza como una intriga humorística centrada en Reger, un individuo que frecuenta un museo, pasa a constituir una reflexión sobre el arte (inconformista y poco laudatoria) para derivar por caminos tan insospechados como emocionales. Se hace caro encontrar trabajos que sorprendan por resultar inesperados en estos tiempos de refrito y revisionismos al amparo de la máxima “ordeñar la vaca”. Esta deliciosa, mordaz y agria novela gráfica propone un oasis de lectura sorprendente, profunda, intensamente melancólica y, de paso, con mucha bilis hacia el postureo “artie”.

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FRAN, de Jim Woodring

Artículo publicado en Faro de Vigo con un par de toques extras.

Reino mutante y silencioso.

“Fran” de Jim Woodring culmina una tetralogía de libros sobre la obra más inclasificable y sorprendente de la historieta mundial.

fran portada

Fulgencio Pimentel Ediciones publicó en 2010 el libro “Frank”, primer eslabón de la, de momento, tetralogía del animal impreciso que polariza sus historias. En 2012 le seguirá “Filigranas del clima” y este 2013 completa la producción relativa a los relatos narrados en el mundo imposible de Frank (el Unifactor) con “La cuerda del laúd” y, ahora, “Fran”. Los cuatro son libros de edición excelente (este en concreto, mi portada favorita del 2013, maravillosa), objetos individualizados que, sin embargo, constituyen un todo.

Frank es un extraño bicho antropomórfico a lo Mickey Mouse que vive un mundo surreal, cambiante, siniestro pero naif. Tiene numerosos compañeros y en el cuarto y último libro se suma lo que podría ser su media naranja. En el anterior tomo, una historia hacía “caer” a Frank en nuestro mundo, que el bicho contemplaba con horror y temor. Él no es de esta realidad, es ajeno a sus leyes, y le provoca pánico. Posiblemente esta idea, perfectamente desarrollada en aquella historia, sea la más importante a tener en cuenta cuando nos adentramos en el universo de Jim Woodring.

Porque ese universo paralelo no es como un cosmos negativo a lo Star Trek, que es otro porque nos lo dice un narrador o un personaje, pero funciona igual al nuestro. Unifactor es realmente otra cosa, paralela, y solo desde un cómic se puede advertir en toda su radicalidad. La materia fluye, y es familiar pero grotesca. El sonido seguramente no es como nuestro sonido y por eso los tebeos de Frank carecen de letra escrita para imitar onomatopeyas o diálogos o voces narrativas. El mal y el bien son conceptos que no casan completamente con los de nuestra moral, y a la luz de “Fran” quizá solo el amor se parezca un poco al sentimiento de nuestro mundo. Quizá.

De hecho ni siquiera la realidad, el tiempo, el espacio, lo que es y lo que no es en Unifactor, son comparables a nuestro cosmos. “Fran” junta en un volumen dos historias originalmente distintas (publicadas por Fantagraphics en 2011 la primera y en este 2013 la que titula al volumen de Fulgencio Pimentel) que sin embargo se imbrican. Se funden en un círculo sin principio ni fin. Uno puede comenzar a leer este libro por una u otra, lo que ofrece diferentes lecturas sobre lo que se narra. Casi me atrevo a sugerir (cierto que es una boutade, pero descriptiva del poder telúrico y patafísico de la obra) que “Fran” puede abrirse por cualquier parte y comenzar a leer en bucle, que el experimento cobrará un sentido único y sólido (aunque siempre esquivo, surrealista).

Solo se me ocurre un ejemplo de osadía formal semejante y es ajeno a la historieta. En 1999 The Flaming Lips publicaron un cuádruple CD (“Zaireeka”) para ser reproducido permutando los discos. Algo en teoría impracticable (era pre-Mp3) que crea una obra infinita para la que cada nueva escucha será algo irrepetible. “Fran” se maneja en esta osadía, revienta moldes narrativos para crear una historia-cinta de Moebius. Quizá porque si nos habla de amor, el bicho Frank, habiéndolo encontrado, está atrapado en un estado de felicidad que en libros anteriores no encontraba (pese a su estoicismo vital). Que la mecánica de la narración se convierta en un círculo cerrado como expresión del deseo de felicidad eterna de Frank, convierten al medio en el mensaje.

 

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Graf me babe!

grafEl festival Graf, centrado en el cómic de autor y la autoedición, acaba de presentar su programa, que cual menú obrero es sustancioso, alimenta y sacia por poco precio:

El viernes habrá un par de mesas redondas:

“Nuevas vías de edición y acción”.
Ponentes: Rubén Lardín, Manuel Bartual, Puño, Don Rogelio J.
Moderador: Gerardo Vilches.

y…

“El concepto de autor en el cómic de superhéroes y otros géneros”.
Ponentes: Pepe Larraz, Kano, Pepo Pérez, Juan Díaz-Canales.
Moderador: Alberto García.

Luego, el sábado, pues más mesas redondas, que el cómic es cultura:

«Los límites del humor».
Ponentes: Joaquín Reyes, Darío Adanti, Mauro Entrialgo, Carlos de Diego.
Moderador: Borja Crespo.

“ El cómic alternativo en los 90”.
Ponentes: Víctor Coyote, Javi Rodríguez, Paco Alcázar, Luis Bustos
Moderador: Christian Osuna

“¿Cómo podemos vender más tebeos?”.
Ponentes: Ismael Contreras (Librero Generación-X), Mireia Pérez (Librería La
Central y autora), Lorenzo Pascual (Editor Diábolo Ediciones), Emilio Gonzalo
(Director Expocómic), Borja Crespo
Moderador: Ricardo Mena

 

¿Y qué mas se puede pedir a un evento cultural? DJ’s pinchando, picoteos y directos, pro supueto, y de todo eso habrá. Y stands de venta de cómics, claro. Y… bueno, este es el programa

 

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PEPE, de Carlos Giménez

Artículo publicado en Faro de Vigo, ampliado para este blog.

La última obra de un gran maestro.

Carlos Giménez es el autor vivo más importante de la historieta española, y sigue en activo con la serie “Pepe”, que se alargará hasta cinco álbumes de los que acaba de salir el tercero.

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Hacer la semblanza en cuatro líneas introductorias de un gigante del talle de Giménez es injusto. Para medir su altura basta señalar que hasta se propuso como candidato al Premio Príncipe de Asturias. Su obra es extensa (inicia el oficio en 1958, con diecisiete años de edad) y ya despuntará con trabajos para lectores infantiles como la célebre serie espacial “Dani Futuro”. Pero su categoría se la otorga la decisión, pionera en el cómic patrio, de crear el 1977 una obra adulta, autobiográfica y dura como lo fue “Paracuellos”. Allí recordaba su terrible infancia en los hogares de Auxilio Social durante la posguerra. Fue un camino sin retorno a una carrera sostenida en su propia memoria y la historia reciente (y denunciada) de España.

Ahora, de vuelta de todo, Giménez vuelve a su memoria y la de terceros para hacer un vívido retrato de un compañero de oficio, Pepe González “Pepe”, ilustrador de la célebre “Vampirella” fallecido en 2009. Confiesa Giménez que la decisión de abordar este trabajo la tomó consternado por el escaso eco en los medios de la noticia del óbito de su amigo. La admiración del creador de “Los Profesionales” (trabajo en que Giménez ya retrató a un grupo de autores de historieta) hacia el autor de la sexy vampiresa es sin duda lo más importante y redentor de este trabajo. Giménez traza un recorrido sin rumbo, una amalgama de anécdotas que se acumula una tras otra, supuestamente cronológicas, pero que nunca adquieren la condición de relato coherente. Quizá por eso atrapa su arranque, un libro uno cargado de amor y admiración, y se desinfla su lectura poco a poco. La sensación es de extraña falta de planificación, las reiteraciones despistan, aburren y no convencen. Así, por ejemplo, cada dos por tres se repite el asombro continuado, del autor en su voz como narrador y en los secundarios de la obra, ante el talento innato de Pepe en las artes del dibujo. No es necesario reiterar tanto si la acumulación de lo mismo repetido una y otra vez no lleva  a ninguna parte. Me habías convencido a la primera, maestro… y en este acumular cosas antes que construir historias no se ayuda a la solidez de la obra. Es un trabajo de soltar lastres y que el globo avance, pero carece de brújula e intención, salvo la que se marcó en el arranque: «Pepe, ese genio contradictorio».

En todo caso si se lee «Pepe» no es gracias a la imperfección formal de un cómic nacido de las tripas, sino por lo que consigue transmitir. Y lo que emana cada viñeta es un amor admirativo pero también crítico hacia una persona que fue un personaje (vago, carismático, homosexual, talentoso en todo lo que se propone, misterioso, vividor, espléndido, encantador, aprovechado de sus amigos, divertido, exasperarte… contradictorio). Y deja claro que este dibujante asombroso merecía, sí, ser reconocido. De paso, volvemos a asistir a un retrato exacto del gremio en una época de cambios (la transición en toda su amplitud). Y todo contado sin alharacas, con una página sobria y funcional que olvida pretéritos experimentos formales para demostrar un oficio absoluto. Tampoco me parece ello un mérito si no que, cuanto menos, logra una obra de lectura clara y sin adornos fútiles. Después de todo alabar el buen oficio aquí de Giménez sería como aplaudir que Llongueras haga una perfecta raya al medio o que Arguiñano lo clave con una chuleta a la plancha.

En fin, al final es difícil ser exigentes con “Pepe” porque todo lo que transpira es amor sincero, amistad por un amigo ido y una reivindicación justa. Pero quien no conozca “Barrio”, “Los Profesionales” o sobre todo “Paracuellos” no debe dudarlo un segundo. “Pepe”, puestos a comparar, es una obra menor en la carrera de Giménez.

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