PEPE, de Carlos Giménez

Artículo publicado en Faro de Vigo, ampliado para este blog.

La última obra de un gran maestro.

Carlos Giménez es el autor vivo más importante de la historieta española, y sigue en activo con la serie “Pepe”, que se alargará hasta cinco álbumes de los que acaba de salir el tercero.

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Hacer la semblanza en cuatro líneas introductorias de un gigante del talle de Giménez es injusto. Para medir su altura basta señalar que hasta se propuso como candidato al Premio Príncipe de Asturias. Su obra es extensa (inicia el oficio en 1958, con diecisiete años de edad) y ya despuntará con trabajos para lectores infantiles como la célebre serie espacial “Dani Futuro”. Pero su categoría se la otorga la decisión, pionera en el cómic patrio, de crear el 1977 una obra adulta, autobiográfica y dura como lo fue “Paracuellos”. Allí recordaba su terrible infancia en los hogares de Auxilio Social durante la posguerra. Fue un camino sin retorno a una carrera sostenida en su propia memoria y la historia reciente (y denunciada) de España.

Ahora, de vuelta de todo, Giménez vuelve a su memoria y la de terceros para hacer un vívido retrato de un compañero de oficio, Pepe González “Pepe”, ilustrador de la célebre “Vampirella” fallecido en 2009. Confiesa Giménez que la decisión de abordar este trabajo la tomó consternado por el escaso eco en los medios de la noticia del óbito de su amigo. La admiración del creador de “Los Profesionales” (trabajo en que Giménez ya retrató a un grupo de autores de historieta) hacia el autor de la sexy vampiresa es sin duda lo más importante y redentor de este trabajo. Giménez traza un recorrido sin rumbo, una amalgama de anécdotas que se acumula una tras otra, supuestamente cronológicas, pero que nunca adquieren la condición de relato coherente. Quizá por eso atrapa su arranque, un libro uno cargado de amor y admiración, y se desinfla su lectura poco a poco. La sensación es de extraña falta de planificación, las reiteraciones despistan, aburren y no convencen. Así, por ejemplo, cada dos por tres se repite el asombro continuado, del autor en su voz como narrador y en los secundarios de la obra, ante el talento innato de Pepe en las artes del dibujo. No es necesario reiterar tanto si la acumulación de lo mismo repetido una y otra vez no lleva  a ninguna parte. Me habías convencido a la primera, maestro… y en este acumular cosas antes que construir historias no se ayuda a la solidez de la obra. Es un trabajo de soltar lastres y que el globo avance, pero carece de brújula e intención, salvo la que se marcó en el arranque: «Pepe, ese genio contradictorio».

En todo caso si se lee «Pepe» no es gracias a la imperfección formal de un cómic nacido de las tripas, sino por lo que consigue transmitir. Y lo que emana cada viñeta es un amor admirativo pero también crítico hacia una persona que fue un personaje (vago, carismático, homosexual, talentoso en todo lo que se propone, misterioso, vividor, espléndido, encantador, aprovechado de sus amigos, divertido, exasperarte… contradictorio). Y deja claro que este dibujante asombroso merecía, sí, ser reconocido. De paso, volvemos a asistir a un retrato exacto del gremio en una época de cambios (la transición en toda su amplitud). Y todo contado sin alharacas, con una página sobria y funcional que olvida pretéritos experimentos formales para demostrar un oficio absoluto. Tampoco me parece ello un mérito si no que, cuanto menos, logra una obra de lectura clara y sin adornos fútiles. Después de todo alabar el buen oficio aquí de Giménez sería como aplaudir que Llongueras haga una perfecta raya al medio o que Arguiñano lo clave con una chuleta a la plancha.

En fin, al final es difícil ser exigentes con “Pepe” porque todo lo que transpira es amor sincero, amistad por un amigo ido y una reivindicación justa. Pero quien no conozca “Barrio”, “Los Profesionales” o sobre todo “Paracuellos” no debe dudarlo un segundo. “Pepe”, puestos a comparar, es una obra menor en la carrera de Giménez.

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