Archivo junio 2013

España va bien (panorama de la historieta).

Artículo publicado en Faro de Vigo, un diario generalista, con una media de 269.000 lectores diarios. Concretamente para su suplemento de los viernes. Mi idea, pues, no es un análisis en rigor para un medio especializado sino trazar un semblante del panorama actual, complicado y complejo, pero lleno de cómics excelentes que deberían llegar a nuevos lectores. El final, sobre Panorama, es extended en esta versión

 

Las novedades publicadas en los últimos meses son un buen motivo para la reflexión: nuestra historieta protagoniza un momento creativamente brillante.

Vivimos una crisis económica galopante con especial incidencia en la industria cultural. Pese a que como tal industria tiene su parte del porcentaje del PIB nacional, hay una corriente de pensamiento (peligrosa) que relativiza la importancia de lo cultural. Más allá de cifras, necesarias y que hablan de tejido productivo y puestos de trabajo, están no obstante las letras, que nos dicen que en la cultura tenemos una balsa en tiempos revueltos. De serenidad, de delectación personal y de sabiduría. Pero aquí se habla de cómics, una pequeña parcela dentro de ese todo que es la cultura. Por tanto, una parte débil, y consecuentemente sufridora como la que más de los azares de la macroeconomía.

Bueno, quizá debamos ser positivos, y hasta optimistas. Porque si algo defiende a la historieta ante el oleaje es la recia calidad de sus naves. Esto es, de la cantera de autores que mes a mes se obstinan en sacar nuevas obras. Cuando el cómic es más un residuo industrial que una industria (los tiempos del TBO quedan muy lejos ya), reflotar puede depender más que nada de crear un cuerpo de excelentes obras.

Y los últimos meses, verbigracia, han sido un buen muestrario de ello. Calidad, variedad, historietas clásicas y otras arrojadas, experimentos y tanteos. De todo.

España, en cómics, va bien. Los hay buenos a patadas.

Por ejemplo, “Alter y Walter o la verdad invisible” de Pep Brocal (Entrecomics Cómics), la última obra de un autor que fue parte de unos noventa que, aquellos sí, fueron un erial donde apenas cuatro gatos asomaban la cabeza. En su nuevo trabajo se zambulle en un relato/retrato onírico con ritmo vacilón pero sobrecargado de profundidad, una mirada muy surrealista de uno a sí mismo que podemos aplicarnos a nosotros si nos atrevemos a lidiar con nuestras fantasmagorías. Además, en lo tocante a dibujo y diseño, el libro (una exquisitez de edición) es fascinante, uno de los trabajos más logrados de esta añada.

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Alter y Walter o la verdad invisible

Y si Brocal pudiera parecer experimental, “Pulir” de Nacho García (edita Fulgencio Pimentel) fuerza las tintas en ese sentido: un cajón de sastre donde caben chistes, humor gráfico, minicómics, bocetos de servilleta de bar (o de cuadernillo de bolsillo), y cosas que en otro contexto serían materia de derribo pero que aquí son, tan solo, los aperos de un genio personalísimo que deberían de… ser pulidos, claro. Metacómic y cachondeo fino, humor vitriólico, posmodernismo cafre, citas explícitas e imágenes intrigantes con acabado inacabado.

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¿Demasiado atrevido? Paséense entonces por la historia reciente con “División Azul” de Fran Jaraba (ediciones De Ponent), recreación del turbulento 1941 europeo con un tono meticuloso, algo relamido, exacto y atmosférico que puede evocar la vertiente más clásica del cómic francés de los años ochenta.

División Azul

División Azul

De la misma editorial y con un tono opuesto (claroscuro, expresionista casi) es  “Parte de todo esto” del peruano afincado en Valencia Martín López Lam, obra primeriza sobre las relaciones entre los dos sexos. Prometedor o verde, va en gustos. Personal.

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Parte de todo esto

Y realidad antes que promesa es ya una pequeña obrita (por el formato, cómic grapado), “Esperando a Jean Michelle” de Chema Peral (edita Apa Apa), encantadora ensoñación con Jean-Michel Jarre y viajes temporales (que me recordaron a aquellos de “Los Cronocrímenes” de Nacho Vigalondo, por su aire de andar por casa) para redondear una preciosa historia de amor.

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Esperando a Jean Michel

Aunque si hay que elegir una obra (y en dura pugna con el artefacto de Brocal), “Conspiraciones” (editorial Astiberri) demuestra que José Domingo está hoy a un nivel astronómico. Inventivo, divertidísimo, exprimiendo ideas brillantes en cada página, este pequeño manual de carcajadas no tiene desperdicio. Parecía difícil imaginarse una salida al concluyente, redondo “Aventuras de un oficinista japonés” con el que arrasó en los premios del Salón del cómic de Barcelona, pero este pequeño manual sobre los que mueven los hilos (los conspiradores) lo hace. Hay genio aquí como lo hubo en el nipón. Que le dure la estrella muchos años.

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CONSPIRACIONES. ¡POYADAS!

Bien, ¿y si tras la lectura de este artículo uno tiene la sensación de que le apetece leerse todo y no sabe por dónde empezar? Quizá entonces la mejor opción sea comenzar por un único libro aglutinador de muchos autores. “Panorama” (Astiberri) es el resultado de una coordinación meticulosa de Santiago García (teórico, divulgador y autor de cómics), y reúne en sus 312 páginas a treinta autores nacionales. Aquí se suceden treinta formas diferentes de entender estos tiempos de novela gráfica, y se perfila con buen criterio un paisaje, el del cómic de autor, personal, adulto. Y demuestra la vitalidad del cómic nacional en 2013, aunque como buen recopilatorio de varios autores lo hace con sus lógicos altibajos. Altísimos, hay que decirlo, un casi inaugural relato de Altarriba y Kim que deja mudo y acongojado, un Gallardo delicadísimo y emotivo, Carlos de Diego que parece salir de la nada (currículo relatiamente modesto en esto de las viñetas, y más si lo emparedas entre cosas de Max, Pere Joan o Paco Roca) y viene para «petarlo», y sobre todo otra vez José Domingo, surfeando la cresta de la ola sin sensación de peligro o desequilibrios, con la parida más divertida que leo en lustros. Cómic viene del inglés cómico, ya sabes, y desde luego si hay algo que me ha hecho reír a carcajadas últimamente, es Número 2 ha sido asesinado, la pieza tan breve como inmensa de Domingo en Panorama.

Panorama

Panorama

Lo dicho, España va bien.

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LA INFANCIA DE ALAN, de E. Guibert

Artículo prepublicado en Faro de Vigo con muy ligeros retoques (en torno a la identidad de las supuestas imágenes fotográficas, donde se articula un discurso sobre el arte y la percepción interesantuisimo).

La infancia recordada.

Uno de los autores franceses más importantes del cómic europeo retorna a las memorias de su amigo Alan Ingram, de quien ya relatara sus vivencias durante la II Guerra Mundial.

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Emmanuel Guibert, autor de la fundamental El Fotógrafo, conoció a Alan durante unas vacaciones en la isla de Ré. Un individuo retirado que quizás tenía una vida que merecía ser contada. Su periplo durante la Segunda Guerra Mundial se pormenoriza en La guerra de Alan, y en 2012 Guibert sintió la necesidad de retomar las memorias y las vivencias de su compañero. Pero esta vez, las de infancia.
Hablamos de los recuerdos de un hombre que fue niño en los Estados Unidos de entreguerras, y uno, a medida que va profundizando en la lectura, viñeta a viñeta, se siente tan eficazmente transportado que se podría estar inclinado a creer que lo vivido es cosa del autor del cómic. Guibert se empapa de los recuerdos de Alan, los siente, los absorbe casi por capilaridad para exhalarlos en una novela gráfica portentosa.
La infancia de Alan tiene un arranque bellísimo, fotografías periurbanas retocadas y coloreadas, presididas por el texto en primera persona de Alan (o eso creemos al leer). “Entonces, ¿qué? ¿Quieren que les hable un poco de mi infancia en el sur de California? Tengo recuerdos mágicos de mi país antes de la guerra.” Con estas palabras y las imágenes de una carretera (y un cielo) comienza un Guibert en estado de gracia. Podría escribir que comienza la narración, pero no, más cabe hablar de que principia la inmersión.
La vida durante la depresión vista por un niño. Las costumbres locales, las relaciones familiares. El papel de la naturaleza (y lo que de salvaje quedaba aún en ella en los años veinte y treinta del pasado siglo) o los ritos de madurez (la pérdida, el sexo opuesto…). “La infancia de Alan” trata temas medulares de la identidad. El Yo se forma, sí, de recuerdos, de experiencias, de lugares y momentos, de épocas. Nos hace ser la persona única y necesaria que somos. Alan no es alguien excepcional (no es el primer quinto que sufre una guerra, ni será el último, desgraciadamente, ni el único niño que recuerda una crisis económica) pero en cada frase que nos regala (que destila un Gilbert capaz de hacernos sentir que es Alan, y no él, quien nos escribe de tú a tú), en cada recuerdo de niñez, sentimos esa gran verdad que dice que todos somos únicos y por tanto importantes.

Alan mirando al mundo

Pero si “La infancia de Alan” es redondo no lo es solamente por su hondura o su sensibilidad. Esta novela gráfica es un cómic de altura. Asombran el dibujo exacto, realista pero llevado al extremo de lo esencial, el dominio del espacio en blanco en las páginas, o por supuesto el empleo de material fotográfico, algo que hizo famoso al autor con “El fotógrafo” y que aquí evoluciona, estableciendo nuevos diálogos entre artes diferentes que confluyen, desdibujando la identidad de unas fotografías que quizá sean dibujos que calcan fotos antes que material fotográfico pasado por un programa de retoque. O quizá jamás hubo fotos y es Guibert quien evoca las sensaciones de las viejas estampas y daguerrotipos con su maestría. En cualquier caso, mímesis, trasvase, confusión de medios, ¿dibujo o fotografía? más allá de la respuesta a tal pregunta, y más importante, Guibert juega con la percepción para hacernos dudar, como se puede dudar de la memoria… incluso de la de Alan, por supuesto.

Y también la calidad literaria de los textos, profusos pero nunca abigarrados, cercanos y exactos, rozan la excelencia (además, Guibert nunca es un ilustra-textos: la imagen dialoga y se complementa con lo textual). No hay peros a este libro. Es mayúsculo, emociona, y hasta según cómo se mire puede hacernos mejores personas. Esto no pasa a menudo con una obra de narrativa, aprovechen esta ocasión para experimentarlo.

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Kim Thompson

Hay quien piensa que las tetonas que dibuja Serpieri son material adulto y hay quien cree que Palomar (pese a las tetonas de Palomar, que las hay pero con otro enfoque) es adulto. Hay quien piensa que la novela gráfica es un invento de mierda y hay quien la quería desde antes de que existiese. Hay quien piensa que Clowes no sabe dibujar demasiado bien. Hay quien considera Fantagraphics la mejor editorial del mundo.

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Kim por Clowes

Hay quien se entristece mucho de la muerte, la semana pasada, de Kim Thompson.

Yo me alegro de que entregara su vida, injustamente breve (56 años), a cambiar la idea que se tenía de los cómics. Arte. Adulto. Entre otras cosas, pero eso también.

 

Uno de los homenajes más interesantes que ha recibido en España ha sido radiofónico, incubado dentro de un programa de cultura general y apoyado en voces entendidas. Puedes escucharlo aquí y de paso, puede ser interesante leer de la mano que Olga Ayuso (responsable del espacio) porqué hablar de Thompson en la radio.

Y bueno, Entrecomics como siempre, se ha arremangado para encontrar oro  on line. Hay más, pero ante el temor de olvidar alguna firma, animo si tal a bucear en la red. Y por supuesto, acudir a The Comics Journal, la casa de Thompson, donde hay despedidas.

 

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ALTER Y WALTER O LA VERDAD INVISIBLE, de Pep Brocal

pep2Si el enano de Twin Peaks te contase un cuento para dormir, podría tener no pocos elementos del arranque de esta novela gráfica. Un clima surreal, una sensación de agobio perenne, personajes imposibles y un pantone reducido donde el dominio del rojo es aplastante y el verde esconde significados, seguro. Solo le falta al cómic, a la manera de algunos libros infantiles, una pequeña caja de música que, al abrir la portada, haga sonar una pieza de jazz rarito, un John Zorn bajadísimo de revoluciones. Por otra parte, es tan exquisita la edición de Entrecomics Cómics que no me extrañaría que tal sorpresa hubiese entrado en el pack si se les ocurre la locura a editores y autor.

Bromas la margen, es posible que la influencia de David Lynch quiera pesar en la lectura del arranque de Alter y Walter o la verdad invisible, pero todo el entramado de despropósitos oníricos, construcciones imposibles y personajes híbridos que se comportan como recién salidos de una olla exprés no deja de ser el atrezzo para algo mucho más hondo. Brocal no es un jabato novato sino un viejo zorro. Para empezar todo este cómic posee un humor de ritmo vacilón, punto cafre, castizo y canalla totalmente personal. Y al final, lejos de ser un simple eco de manías y obsesiones estéticas ajenas, Alter y Walter se revela un relato/retrato del Ego (del protagonista, que es más símbolo que personaje) sobrecargado de profundidad, una mirada muy surrealista de uno a sí mismo que podemos aplicarnos a nosotros si nos atrevemos a lidiar con nuestras fantasmagorías.

Argumentos: un tipo, Walter, se despide matutinamente de su mujer y marcha en coche para sumergirse en un delirio. La cosa gana enteros cuando aparece Alter, una suerte de El Otro, de voz del subconsciente, que pone en solfa a Walter. Todo contado con una extrañeza de duermevela, un aire al paisajismo imposible de De Quirico y El Bosco (intuyo que casual) y un calado fortísimo. No es de extrañar, todos podemos reconocer a nuestor Alter particular. Todos atesoramos fracasos, ¿verdad? nos queda la suerte de que no nos acuciarán con forma de Doppelgänger coñazo, ni de chica sexy con cabeza de pajarraco…

La luz al final de la escalera de peldaños rojos

Bien, pues si al «qué» añadimos el «cómo» y nos centramos en la forma, hay que remarcar que este libro apabulla. El dibujo es fabuloso, recoge tradiciones dispares (de El Víbora al TBO, por citar las de acá), demuestra una sabiduría narrativa y estética en el empleo del color (que es un personaje más y que además, no por parco en tonalidades deja de lograr un acabado precioso), los diálogos son cachondos a rabiar, y cada página es algo tan bien compuesto, tan vibrante, imaginativo, equilibrado, medido pero de resultado aparentemente espontáneo, que pocos peros se le pueden achacar al cómic.

Insisto en el único por hacer de tipo cascarrabias: su arranque no pormete lo que luego nos da. >El libro es un «grower», que dice la muchachada, va a más y se cierra con cara de asombro y esa sonrisa del cómplice al ver cómo Pep Brocal lo ha bordado.

De lo mejor del año en cosecha patria, y ya lo dije pero insisto, la edición es para caerse de espaldas. Parece mentira que Entrecomics Cómics no lleven ni un año en este cotarro.

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VIDEOJUEGOS, de David Sánchez

Artículo prepublicado en Faro de Vigo, aquí con un par de frases extra.

Videojuegos, la leyenda urbana.

Astiberri da comienzo una colección de pequeños libros de bolsillo, cómics sobre leyendas del fin de siglo, el folclore moderno urbanita.

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Con el bombazo mediático que supuso la novela gráfica, que algunos entienden como formato (libro) y otros como generación (movimiento autoral), vivimos tiempos de volver a atender al objeto. Paradoja en los tiempos 2.0, los medios digitales y lo virtual. El cómic se mira como algo táctil y juega a agasajar al lector como “cosa”, como algo bello en sí mismo, previa lectura.

La editorial Astiberri parece haber unido tres ideas en una: encontrar un producto que fidelice a un determinado lector desde un formato unitario (como en su día lo hacía una revista o una línea de álbumes como la “Colección CIMOC Exra Color”) y al tiempo ofrecer un bonito objeto. Y que sea un producto barato.

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conspiraciones gélidas en torno a mitos urbanos.

La línea “Leyendas Urbanas” da en el clavo. Por un lado hay un tema genérico, la recreación por parte de autores nacionales de mitos contemporáneos como los delirios conspiranóicos o la autoestopista desaparecida. Por otro, tenemos el formato, pues se tratan de coquetos librillos de bolsillo en tapa dura. Y finalmente, cuestan diez euros.

Acaba de salir el segundo número de la colección, a cargo del galardonado José Domingo. El primero fue obra de David Sánchez, y es el que de momento podemos comentar (ya que es el que también de momento, hemos leído).

“Videojuegos” trata de aquel mítico Polybius, un juego de máquina ochentera que se suponía nocivo, un bombardeo de imágenes capaz de anular la mente y hasta llevar al jugador a la muerte.

Leyenda urbana, claro. Polybius nunca existió, pero le sirve a Sánchez para volver sobre sus inquietudes personales. Un agente externo (el videojuego) que anula la voluntad, un mundo gris, frío y desalmado, una sociedad conspiradora en la sombra.

Su línea clara y su talento están presentes en cada página. La inquietud acompaña la lectura de este micro relato que no será lo mejor de su autor (personalmente su comic-book “La muerte en los ojos” me parece su cumbre por ahora, ante la que palidece algo este relato casi discernible -¿signo de cambios en el hermético universo de Sánchez?- y que acusa su brevedad) pero tampoco defrauda. Turba.

 

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PEQUEÑO VAMPIRO: LA SOCIEDAD PROTECTORA DE PERROS, de Joann Sfar

pequeno-vampiro-y-la-sociedad-protectora-de-perros-9786074007275Sfar es ese tornado huracanado, un chamán para una imaginación cósmica que parece abrevar de varias cabezas, conjugándose en una sola que unifica ocurrencias, universos y maneras de entender esto que llamamos cómics.
Su producción infantil no es menor, son tebeos deliciosos y delicados, un puntito ácratas, gamberros pero de claros y limpios mensajes para las cabezas de nuestros hijos. Y se benefician de un dibujo qeu no varía sus postulados estéticos de obras adultas como Klezmer o El Minúsculo Mosquetero. Barroco y gótico (de literatura gótica), oscuro, libérrimo. Sfar al 100%. Pero para niños.
Este libro en concreto no da fallo, es una fábula sobre el amor a los animales, la amistad y otras cosas buenas y bonitas, salpicadas por gamberradas varias y situaciones casi surrealistas (ese vampiro dormido por un dardo que permanece flotando/roncando en la noche). El broche, un final que es delicia.

Pero qué voy a decir yo, cuando tenemos aquí a Punchito y la nouvelle critique para poner puntos sobre íes:Imagen de previsualización de YouTube

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Nace CuCo, cuadernos de cómic

Debería hablar largo y tendido, quizá mañana pueda, pero ahora… ahora estoy exhausto, y sorprendido del eco inmediato del proyecto que a medias con Gerardo Vilches estamos poniendo en funcionamiento.
Una revista teórica y crítica sobre cómics. La nuestra.

Me da vértigo verlo así.

Pero así es. Ya tenemos un buen puñado de firmas invitadas, ya tenemos el concepto, el diseño, y la web está en camino (gracias a Bernardo Pazó, sin blogs conocidos que enlazar :D)

Y de momento esto es todo.
Pásense poo «El nido del CuCo» y sepan todo lo que nos proponemos. Están invitados a participar, claro.

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SPIDERMAN, CRISIS EN EL CAMPUS, de Stan Lee, John Romita y otros.

Hacia el 78 o 79 mi madre me trajo de Madrid un lote de tebeos. Eran grandes y grapados, no como aquellos que yo tenía

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‘Todocolección’ para recordar el primer Spiderman con lomo.

Eran grandes, sí, y aún en blanco y negro, y eran unos cuantos números del tercer volumen del Spiderman de Vértice (del 33 en adelante, calculo).

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el principio

Ahora vuelven a ver la luz en la edición que mayor justicia hace a aquellos clásicos de Lee y Romita (¿demasiada justicia, vende bien este ladrillo gloriosamente descomunal? bueno, yo espero que sí). Grueso y costoso libro de 600 páginas con textos introductorios, colores adecuadamente planos, papel también adecuado.

Dicho lo cual un artículo como Odín manda comenzaría a glosar las virtudes de este tebeo, y a contextualizarlo para elaborar su importancia, y… A ver, os lo repito. En el 78 o 79 mi madre me trajo de Madrid un lote de tebeos. Y eran éstos.

No fue mi descubrimiento del héroe arácnido, pero sí el momento en que pude leer un puñado continuado y considerable de cómics de Spiderman. Y qué cómics… para mí esta obra (el 2º tomo de «El asombroso Spiderman», la edición absolute española, en definitiva) contiene algo más que viñetas y más o menos calidad. Contiene, nada escondida, la magia poderosa del cómic como arte. Y su capacidad, desde la cultura más pop y de uso/derribo, para transportar y sobre todo para adherir unas imágenes de enorme, titánica fuerza aglomerante, en la memoria sentimental (y diría en la racional, también). Me basta abrir páginas aleatoriamente: el beso panorámico de Gwen Stacy (la chica más guapa de las ficciones contemporáneas) a Peter Parker ante el padre de ella, Kingping arrancándose la camisa, furia pelopecho, Kingping abofeteando a un sicario en una escena expresionista, claroscura, el Lagarto rompiendo una pared en cuasi 3-D…

Yo solo diré una cosa: estos tebeos no son buenos o malos, estos cómics tienen magia, y si los lees con diez (año más, año menos) podrás creer que el hombre vuela (para el caso, envuelto en «Fantásticas» llamas) y todo lo que te propongan.

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GRANDES PREGUNTAS, de Anders Nilsen

Publicado en Faro el 31 de mayo

El cómic de las grandes cuestiones.

Anders Nilsen ha creado una novela gráfica imprescindible con forma de fábula y espíritu mordaz, uno de los cómics de 2013.

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OCTAVIO BEARES. Diez años de trabajo paciente y crecimiento constante, esa es la singladura de Grandes Preguntas, del norteamericano Anders Nilsen. Editado en comic-books, poco a poco, con la paciencia de un amanuense, ahora se edita en un volumen de seiscientas páginas y acabado exquisito. Están detrás dos de las editoriales más proclives a la delicatessen, a la edición de joyas con forma de libro: Sins Entido y Fulgencio Pimentel. La coedición se puede entender como el esfuerzo conjunto por sacar un trabajo que no es cualquier trabajo. Grandes Preguntas es uno de los cómics más importantes de los últimos años, una obra bella, densa, irónica y lírica. Un arrebato de creatividad que mira sin aminorarse a gigantes como Spiegelman, Charles M. Schultz (el creador de Snoopy) o la tradición secular fabulística que nos lleva hasta el mismísimo Esopo.
Pregúntame lo que quierasNo somos muy de establecer comparaciones huecas para epatar al lector, y lo del escritor griego se debe tomar con pinzas, sí. Pero en esta historia de gorrioncillos, algún cuervo y una serpiente, no podemos obviar la ambición universal de Nilsen, que va más allá de la tradición de la historieta (y su gusto por emplear animales antropomórficos, de Mickey Mouse a Blacksad) para buscar la fuerza moral del cuento clásico.
La historia es sencilla, un grupo de pájaros dialogan en su hábitat, una zona próxima a una vivienda humana. Hablan de lo divino y lo infinito, se hacen las grandes preguntas de la vida. Pasan el tiempo. Y entonces aparece un elemento distorsionador de su vida. Cae una bomba sin llegar a estallar. No será lo único que caiga del cielo.
La irrupción de algo superior en el paisanaje social, cómo enfrentamos lo distinto/superior, cómo recreamos a nuestra imagen lo que nos supera, son las cuestiones que Nilsen desarrolla en su parábola.
Un cómic delicioso con una técnica depuradísima, donde el dibujo pasa de una sencillez mínimal a un realismo puntillista sin que se genere contraste, sino una natural simbiosis. Cada momento precisa de un tono gráfico, y comprendido esto, todo fluye. La narración se pormenoriza en cada gesto de los personajes o avanza a golpe de fuertes elipsis. Hay tiempos reflexivos y momentos de intensa acción. Hay páginas que detallan sobrecogedoramente el desastre (no revelaremos gran cosa en este sentido) y otras que atestiguan un discurrir del tiempo casi ocioso.
Nilsen, en fin, ha retratado la vida a partir de un microcosmos avícola (y unos cuantos humanos turbadores). La vida en toda su trascendencia, sin temor a enfrentar sus grandes preguntas y además hacerlo con humor. Espíritu «novela gráfico» puro: una obra personal, autoral, ambiciosa, que debería ser conocida y reconocida en la esfera de la historieta, por supuesto, pero también merecerá llegar más allá de círculos cerrados, alcanzando la universalidad de «Maus» (Art Spiegelman) o «Persépolis» (Marjane Satrapi).
Porque es magistral, y no las obras maestras no abundan. Ni en el cómic ni en la vida.

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