Archivo febrero 2011

Más novedades de EL PATITO EDITORIAL para Marzo

Interesante recuperación de un clásico por la editorial gallega. Para verlo, pinchen AQUÍ

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César Sfar

[Gainsbourg+by+sfar+4.bmp]Curiosidades (y alegrías para el mundo del cómic, de paso).

Los amigos de Entrecómics se hacen eco de la noticia: en Francia, Joann Sfar (autor de cómics imprescindibles como «El Gato del Rabino» o «La Java Bleue») ha ganado un César (sus Goya, vamos) por la dirección del film «Gainsbourg (vie heroïque)»

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Novedades DIÁBOLO para Marzo

Me llega la nota de prensa de Ediciones Diábolo, con tres propuestas para el mes que viene.

El PDF con toda la información puede leerse aquí

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En defensa del Museo del cómic y la ilustración de Cataluña


Una de las noticias que está ahora en boca de todo amante del cómic es la posible, temida congelación del “Museo del cómic y la ilustración de Cataluña”. Un proyecto ilusionante del que se tuvo noticia hace años y que parecía ir viento en popa.En las redes sociales, claro, ya se han creado plataformas de apoyo al museo, y contra la cancelación de lo que es un proyecto necesario.

Es necesario, porque supone otro paso (y pienso que esta vez más grande que pequeño) para llevar a la historieta al lugar que se merece; el lugar de cualquier arte en un país civilizado, el de una industria, el de un legado histórico. Los cómics nacen en España en el siglo XIX con autores como Pellicer o Padró y desde entonces la historieta ha crecido, se ha erigido en una poderosa industria del ocio infantil, arraigada en el imaginario (y el cariño) de una generación, la de la posguerra y la del franquismo. También ha crecido como arte para adultos desde los últimos setenta. Y tras desiertos y vergeles, tras momentos de éxito masivo (el TBO, la editorial Bruguera, los personajes ya míticos que no hace falta enumerar) y etapas de crisis (posiblemente los noventa sean los años de mayor angustia para el medio), hoy la historieta vive una época de reubicación. Nunca más industria de masas, pero tampoco atrapada en un momento de incertidumbre, las editoriales y los autores patrios se encuentran quizá por primera vez en la historia, en paralelo con el cómic internacional y su posición en el mundo. Con el empuje de las obras de autor y los formatos de éxito (la novela gráfica, claro), los creadores y la industria no viven un mal momento, desde luego, y ponen todo el empeño por hacer de este arte, si no un arte mass-media, sí una disciplina creativa de primer orden, respetada y atendida más allá de su parcela de forofos cerriles (hoy llamados frikis, sí).

En este sentido, entender que el cómic es arte por forma, por fondo, por lenguaje y modos personales e intrasferibles, es simplemente un objetivo prioritario. También su consideración histórica, el debate sobre su origen, sobre escuelas, procesos industriales, estilos y movimientos, debe atenderse. Y centrarse en todos estos aspectos focalizando hacia la historieta patria, la de aquí, la nuestra, es un fin a defender desde toda posición de respeto por lo propio, y por una faceta de nuestra cultura y nuestra historia.Por eso la idea de un museo, una central de estudio, con sus exposiciones, su biblioteca, su colección de originales, su espacio para el estudioso, no podía ser menos que algo importante. Más allá del marco del fandom, de los lectores compulsivos. Porque este museo supone un punto de encuentro (no es el único, tampoco debería ser el último, la meta, sino un eslabón más). Y que la crisis amenace este lugar de encuentro, de disfrute, de estudio y de aprendizaje, es algo que todos deberíamos combatir.

Hace poco alguien me decía (hablando de la crisis, y todo eso) que sin industria, la cultura es lo de menos. Yo no lo discutí, ¿para qué, si quien lo dijo se sintió feliz diciéndolo? Pero ahora digo que sin cultura, sin educación, sin consciencia de nuestro propio legado, ¿qué industria nos espera salvo el clientelismo y una posición terciaria en el mapa europeo (ya no digo mundial)? No nos engañemos, todo se funde: cultura, investigación, progreso e industria. Y la historieta es cultura. Y un museo dedicado a ella, por tanto, necesario. Tanto como la productividad de una fábrica de airbags dando trabajo aquí /ahora.

(por cierto, la foto, es de Angulema, por si alguien se piensa cualquier otra cosa…)

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Novedades de GLÉNAT para Marzo

Recuperaciones de clásicos en tomos de-luxe, series de poso clásico, prometedor material nacional, y mucho manga, es la oferta de Glénat para el mes que viene.

Se pueden consultar en PDF, pinchando AQUÍ

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FRANK, «comic surrealiste»

Con “Frank” nos encontramos por primera vez con la posibilidad de disfrutar en España de uno de los autores más importantes de lo que podríamos llamar en nuevo underground.

Cuando un autor de cómic logra que la introducción a su trabajo se la escriba ni más ni menos que Francis Ford Coppola, tendremos claro que no estamos ante un advenedizo cualquiera. El mundo de la historieta no suele llamar (ni recibir atenciones) a puertas ajenas al propio mundillo. Por eso el que el autor de “Apocalpsis Now” se deshaga en elogios ante este volumen en el prólogp, puede ser indicativo. Sin embargo, y con todo lo llamativo que resulte este dato, no debemos caer en la trampa de ensalzar una obra por el mensajero que nos la presenta, ni encumbrar algo por el hecho de que un famoso director de cine (u otra figura mediática) lo ensalce. Hay que hablar y atender al cómic en sí, olvidando los oropeles que la rodeen.

Con esta ética crítica también hay que repetirlo: no, no estamos ante un advenedizo cualquiera. Jim Woodring (Los Angeles, 1952) es una figura notable, un bastión del último underground americano. Inicia su carrera como fanzinero en 1980, y en el 86 la editorial Fantagraphics comienza a editar su obra profesionalmente. “Frank” será su creación más célebre (dentro de los márgenes de celebridad que otorga el cómic independiente, claro), un extraño animal antropomórfico que no alcanzamos a identificar. Ni gato ni ratón, con algo de castor, bípedo, y rodeado de criaturas aún más extrañas que él, como Whim (o “el Antojo”, criatura con cara diablesca) o Manhog, un hombre-cerdo que, según el autor, representa una “lamentable figura paterna”.

Al hablar de un mundo de representaciones y símbolos llegamos al núcleo de lo que supone como experiencia lectora “Frank”. El libro  editado por Editorial Fulgencio Pimentel (una verdadera exquisitez, por cierto, de verdadero lujo), es un conjunto de relatos prácticamente sin palabras y de extensión variable. Supone una zambullida en ideas abstractas, simbología surrealista, comportamientos rituales y enigmas tanto en las situaciones como en las formas. Historias inverosímiles con criaturas inventadas, oníricas, imposibles. Formas mutantes que afectan a la sencilla vida de Frank (personaje inocente, también algo canalla, contradictorio), peligros pesadillescos, monstruos que sufren, cosas-mascota… así son los universos imposibles de Woording, turbadores y al tiempo adictivos.

Y la forma se imbrica totalmente con este fondo, como ocurre siempre en las obras mayúsculas. Woodring es deudor en el estilo de los clásicos como los iconos Disney, o “Felix el Gato”, con un dibujo limpio, de suaves formas. Y “Krazy Kat” es sin duda un modelo para “Jim” en la captación de “realidades irreales”. Pero también posée un abigarramiento y cierto pulso, digamos feroz, que lo acerca a Robert Crumb o Gilgert Shelton. Y ¿no son las extrañas monstruosidades que habitan estas viñetas, parientes cercanos del abigarrado mundo de El Bosco? ¿No es el de “Frank” un escenario plenamente surrealista? Los paisajes que habitan estas criaturas basculan entre los ensueños megalómanos de Salvador Dalí y las pesadillas inquietantes de David Lynch, llenando sus viñetas de entornos inclasificables donde se viven historias imposibles. Todo ello esconde preguntas y plantea la esencia de nuestra naturaleza (la crueldad, la vida de sufrimientos, el sentido de la amistad…), pero de un modo velado y sin siquiera insinuarnos alguna respuesta. El debate queda propuesto. El lector debe enfrentarlo.

Publicado en Faro de Vigo el 18 de Febrero

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el 23-F en el mundo del cómic

Tiene razón Álvaro Pons al recordar que el mundo de la historieta fue uno de los que también se comprometió en apoyo a la democracia y contra el golpe de estado del 23 de Febrero de hace treinta años:

Si a lo largo del día rastreo más ejemplos (a priori, solo recuerdo el que nos enseña La cárcel de Papel, bien conocido y perpetrado por la ya mítica cabecera contracultural), los colgaré en esta entrada.

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Ha muerto el guionista Dwayne McDuffie

Vía Zona Negativa me entero del fallecimiento de Dwayne mcDuffie, cocreador del sello editorial «Millestone», guionista de títulos Marvel y DC, y ligado a la producción de animación con participación en la serie de dibujos dedicada a la Liga dela Justicia entre otras.

Tenía 49 años. Demasiado joven.

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Novedades de PLANETA para Marzo

Reproduzco el paquete, generoso, de novedades de Planeta para el mes de marzo, de las que destaco tres portadas:

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ONÍRICA: recuperando a un autor necesario

En el cambio de década 80’s-90’s, decir José María Beroy era señalar a uno de los cachorros de una nueva generación de autores españoles. Venían con el empuje de la juventud, contaminados (en el sentido más alegre de la expresión) por el cómic americano, pero sin perder el toque de búsqueda formal del tebeo europeo de la época.
Fernando de Felipe o Pascual Ferry eran otros nombres destacados de aquella quinta. Autores de fuerte personalidad y virtuosismo gráfico que tenían en Beroy, quizá a su vértice más visible. Fogueado en fanzines como “Zero”, el dibujante barcelonés se hizo un hueco dentro del panorama nacional con un estilo tan personal como anclado en patrones reconocibles, una suerte de línea clara triturada por las vanguasdias del momento (la revista “Madriz” podría ser una influencia en sus primeros trabajos), con una mirada en el aliento comercial del mejor cómic norteamericano. Editorial Glenat ha editado recientemente un volumen que reune us primeras historias: “Doctor Mabuse”, “999/666”, “Ajeno” y “La enfermedad del sueño” en un tomito que reduce el tamaño de las ediciones originales. Por un lado, disminuye el impacto de la embestida gráfica del dibujante, pero por otra, podemos leer de un modo unitario el proceso de crecimiento del autor.
Y ese proceso es el que va de bastantes titubeos y juegos referenciales, a la adquisición plena de un mundo propio (que abreva del expresionismo alemán, de los maestros de la “línea clara”, de la literatura de terror e incluso de la renovadora hornada de guionistas ingleses en el mercado yanqui), donde se mezclan un transparente ahinco por impresionar, con imágenes apocalípticas; o el romanticismo exacerbado con el horror gótico. Personalmente es a partir de “Ajeno” donde veo que todo cristaliza, con un discurso sereno que sabe impresionar como siempre sin resultar enfático. Pero, en fin, cualquier página, de la más primeriza a la más lograda, desprende una fuerza inusitada, algo siempre atractivo.

Publicado en faro de Vigo el 18/02/11

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