Archivo | Trabajo RSS para esta sección

Dos ancianos sin estudios que anticiparon la crisis antes que nuestros políticos

A veces basta con escuchar a nuestros mayores. En este fragmento de apenas cinco minutos de un documental que jamás vio la luz, dos abuelos de Soria hablaban en 2007 de las duras condiciones de vida del pasado, de los privilegios contemporáneos y de la debacle que anticipaban para un futuro inminente, esa que estamos padeciendo -casi- todos desde hace unos años cuando llamó a nuestra puerta, mostrándose desde entonces entusiasmada con nuestra hospitalidad.

Vale la pena… [Vía ShowU]

Un homenaje al trabajo más difícil del mundo

Imagen de previsualización de YouTube

Un homenaje para el que es sin duda el trabajo más duro que existe y, a la vez, el mejor: ejercer de madre. Así lo ha querido reconocer el grupo P&G elaborando este spot que pretende rendir un ‘homenaje emotivo y sincero a todas las madres del mundo’.

Para ello han aprovechado que estamos en año olímpico, utilizando aquellos éxitos de los deportistas que se encuentran en un horizonte muy próximo, para correr las cortinas del día a día y dejar que traspase el esfuerzo y la dedicación de unas madres -y padres, diría yo- que enocontrarán su recompensa en los os rostros de sus hijos durante la próxima cita olímpica. [Vía lasblogenpunto]

Cuando alguien confió en ti

Todos necesitamos que confíen en nosotros en algún momento, que alguien te abra la puerta de su despacho y quiera tenerte cada día a su lado porque, aunque al principio no sepa bien por qué, tenga la sensación de poder confiar en ti. Las grandes carreras, y también las otras más humildes, siempre coinciden en el mismo punto de partida: ese primer día en el que aquel que después sería nuestro jefe creyó que valíamos la pena.

Eso es lo que en su día hizo Javier Mariscal con Enric Nel-lo, uno de los mejores creativos del momento en España, del que recuerda que en sus inicios su especialidad era «cagarla muchas veces». Ahora acaba de ser fichado como director general creativo de AIS Havas Media

[Vídeo que forma parte de la campaña de la bolsa de trabajo de El Club de Creativos]

Emprendiendo junto a L28

Después de algunos meses analizando y definiendo las líneas maestras de un nuevo proyecto profesional, ha llegado el momento de dar el paso y emprender una nueva etapa como consultor de comunicación y partner en L28. El verdadero culpable de que este nuevo reto haya cuajado es Pau Nadal, socio-director de L28, consultora de comunicación estratégica especializada en transporte y movilidad [con clientes como la EMT, Consorci de Transports de Mallorca o Ibiza Bus], entidades sin ánimo de lucro [Federació de Futbol de les Illes Balears, Ajuntament de Calvià, Consell Insular de Formentera, Institut Balear de la Dona, Centre Balears Europa, ABDEM, Fundación Handisport o Amadip.Esment] y en la gestión de diferentes proyectos estratégicos en el ámbito de la iniciativa privada.

Mi responsabilidad principal como consultor consistirá en guiar a instituciones públicas y empresas en su recorrido a través de la web 2.0 [estrategia digital, gestión de la reputación online, redes sociales, community management, gabinete de medios, experiencia de cliente, periodismo corporativo…]

Desde aquí quiero agradecer la bienvenida que me han dispensado en L28.

Podéis seguir toda la actividad de la empresa en sus perfiles sociales:

Facebook

Twitter

YouTube

SlideShare

Equilibrio entre vida y trabajo: el poder de las pequeñas cosas

Mi fascinación por las conferencias del TED sigue in crescendo. Sin ir más lejos, hace unos instantes acaba de realizar una presentación Bill Gates como parte del programa de actos de «Redescubriendo la maravilla» [TED2011]. Pero esta vez me he propuesto haceros reflexionar sobre otro tema: el equilibrio entre la vida y el trabajo (conciliación, vamos). Suponiendo posible su viabilidad entre a los que no les pesan los bolsillos, las ideas y reflexiones que se nos ofrecen en los próximos 10 minutos deben, como mínimo, considerarse. Parar, respirar y actuar para proseguir. Nigel Marsh nos habla de su día equilibradamente ideal: tiempo con la familia, con uno mismo y laboralmente productivo.

 

[Es posible elegir los subtítulos en castellano]

Empieza una nueva etapa

Esta semana se ha bajado el telón de una etapa profesional que ha durado 8 años. Cuando en agosto de 2002 atravesaba por primera vez la puerta de las oficinas jamás pensé que repetiría ese gesto tantas veces como ha sucedido finalmente. Algunas cosas quedan aún de aquel muchacho de 25 años que no daba crédito a la oportunidad laboral que le brindaba el destino. Decidí aprovecharla al máximo, como no podría ser de otra manera, y aposté por trabajar a pleno rendimiento asimilando a destajo todo cuanto requería esta profesión. Sólo puedo estar agradecido a todos aquellos que confiaron en mí -han sido demasiados como para ponerles aquí nombre y apellido- y creyeron que estaría a la altura de las circunstancias. A ellos les debo la posibilidad de consolidar mi trayectoria profesional porque en su día apostaron por un joven recién salido de la universidad sin más experiencia que la de la vida. Debieron entender que les correspondí y de ahí en adelante fui cubriendo etapas y responsabilidades cada vez mayores hasta el día de hoy.
Debo pedir disculpas a todos aquellos que hayan creído que en algún momento no estuve acertado. Seguro que les asiste la razón porque si hay algo que me identifica con aquel novato que pisaba la oficina por primera vez es que sigo cometiendo errores. Por supuesto tengo que agradecer a los que en alguna ocasión me pusieron en mi sitio, que no les temblara el pulso al hacerlo. A veces la juventud te confunde haciéndote creer que lo sabes todo -parafraseando a mi abuelo- y conviene que de vez en cuando alguien nos recuerde que no podríamos estar más equivocados. Me acuerdo de todos con los que he tenido contacto profesional a diario, con los que con toda probabilidad en más de una ocasión he manifestado diferencias de criterio. Si mi argumentación pudo herir susceptibilidades o quizá no demostré un talante dialogante en todo momento, pido disculpas. No puedo olvidarme de agradeceros todo lo que me habéis enseñado sobre la profesión y sobre sus mecanismos, ya fueran implícitos o no.
Un último recuerdo es para mis compañeros de trabajo con los que he compartido momentos inolvidables durante estos años. Dejo allí a profesionales muy válidos, muchos de los cuales son buenos amigos, a los que deseo de aquí en adelante la mejor de las suertes para un futuro en el que deberán superar de nuevo los acontecimientos, tal y como han demostrado en tantas ocasiones hasta la fecha.

En este momento concluyo una etapa tremendamente fructífera desde el punto de vista profesional, que espero que me conduzca hacia nuevas alternativas en las que seguir trabajando con la máxima dedicación y con la convicción de seguir aprendiendo para ampliar mis recursos profesionales.

Gracias a todos por todo. Seguiremos en contacto.
Héctor Romero
hectorromero[arroba]ono.com 

Me acuerdo de vosotros

Durante estos días me estoy acordando de mucha gente y «no sé por qué». Me viene a la azotea cuando a mi padre le llamaron a capítulo en su empresa de toda la vida. Después de más de 30 años pringando con las cuentas de la sucursal -primero con la máquina de contabilidad a pedales y después con el pc a marchas forzadas y con el azote del despido a la vuelta de la esquina si el proceso de adaptación no se consumaba a la velocidad del desprecio que practicaban con él- le propusieron lo siguiente: Papito, ¿sabes qué vamos a hacer? Te vas a montar en ese coche tan de puta madre que te ha pagado el sueldo de la empresa y te nos marchas de tour todas las jodidas mañanas a buscarte la vida por los pueblos de las islas a chuparle el nabo a todo aquel que tenga una correduría en marcha. Llamas -toc, toc- te arrodillas y después de rezar y limpiarle los zapatos al menda, le comes la moral con guarnición y te marchas implorando a los dioses que el tipo diga «sí, quiero» trabajar con vuestra compañía. Esa fue la táctica para acojonar a los currantes con más de 50 tacos para que en fechas venideras tomaran las de Villadiego con acuerdos de despido que rozaban lo criminal.
Pero mi padre, con dos cojones como las sandías de Extremadura, se los pasó por la piedra y les reventó la mesa de juego. Logró nombrar a más comerciales que nadie aumentando el volumen de negocio del chiringuito de esos hijos de puta, que nadaban en la mierda verde de su dinero podrido por la indecencia y la falta de lealtad a décadas de servicio. Una peineta por cada año de trabajo en la casa, así lo debió celebrar papá cuando le notificaron su extraordinario informe de actividad. En casa todos temíamos por su salud. Era un sinvivir de horas al volante conduciendo con la cabeza y pensando con las manos, de todo irá bien en casa y de comidas de tarro agotadoras para pagarle la carrera universitaria a sus dos hijos. Mi madre, la comandante, fue como siempre: la ostia en verso. La casa funcionaba como las oficinas de Google. Todos activados, no hay excusas, todo a punto, hay tiempo para todo -para divertirse también-, el que algo quiere algo le cuesta o mírame a mí que cada día estoy al pie del cañón desde las 06.00AM, eran sus argumentos infalibles contra la desidia. Y funcionaron de pelotas. Ya lo creo que sí, mi comandante. Ahora los dos se han especializado en cuidar nietos y lo bordan.

Me acuerdo también de Rubén al que después de una década en la compañía aérea se lo pulieron junto con centenares de compañeros más. Les importó un cipote las horas extras no cobradas, las jornadas maratonianas para que «todo saliera ok» y todas las demás jodiendas. Os pagaremos lo que nos salga del ojete y al paro de cabeza pringaos, que ya sabéis nuestro lema: «esperamos volverles a ver de nuevo a bordo… para lanzarles por la ventanilla sin paracaídas, gilipollas». Lo mismo le pasó a Eva en su empresa de altos vuelos. Les quisieron pisar la dignidad sin complejos pero al final la justicia les dio la razón, sin que sirva de precedente. También me acuerdo de mi compañero de la blogosfera, Black Jack cuando bajaron la barrera de su tenderete con un «nos vamos viendo, si eso» -o similar- contado por él mismo en el blog. No sé por qué, pero me acuerdo de ellos. Y me acuerdo de mi suegra, Antonia, con unos ovarios como los Puentes de Madison que enviudó hace 11 años y se quedó al frente de un hogar con tres hijos por emancipar y sin tiempo que perder para llorar la vida sentada y encogida en la esquina de su habitación. Ahora Bruno la adora, al igual que a Manolo con el que comunica cada noche a su manera a eso de las 21.00h. Y pienso en sus hijos, en Rebeca, en cómo el destino les soldó un pedrusco en el acelerador sin consultarles y tuvieron que aprender a pilotar su vida sin frenos. Por todos esos espejos en los que plagiarme, malditos hijos de puta, vale la pena levantarse cada mañana a pencar 10 horas al día. Y es que, no sé por qué, hoy me acuerdo mucho de vosotros.

Cuánto vale nuestro tiempo

Hace tiempo que vengo dándole vueltas a una idea que me asalta constantemente, a veces por sorpresa, sobre la necesidad imperiosa de comprar tiempo libre al peso. Mientras compruebo a menudo como se trata de una preocupación que ocupa y preocupa a mucha otra gente, empiezo a darme cuenta de que existe una corriente de opinión cualificada –gurús del mundo empresarial, líderes de opinión, prensa especializada…- que apuesta por un cambio inminente en la concepción y ejecución de nuestras jornadas laborales. Quizá ni tú ni yo lo toquemos con las manos, y muy probablemente tampoco lleguemos a observar como disfrutan de ello nuestros hijos, pero estoy convencido de que ese día tiene que llegar.
Hoy me he topado de bruces con un post que aborda el tema desde un punto de vista muy gráfico, consiguiendo que te veas fielmente reflejado en cada detalle de la jornada de trabajo que nos relata a continuación Recuerdos de Pandora:

El coste de mi tiempo y el precio de la felicidad

Suena de nuevo el despertador. Es lunes y no queda más cojones que volverme a levantar. Otra vez me esperan ocho horas de trabajo, que al final, suponen mucho más que simplemente ocho horas. En la oficina está mal visto oler mal, y con el calor que hace por las noches en mi apartamento, hace que la ducha sea indispensable. Teniendo en cuenta que para llegar al edificio donde trabajo tengo algo más de una hora y que amablemente me dejan dos horas para comer, en total son cerca de trece horas las que dejo trabajando cada lunes.
Digo cada lunes, pero la verdad es que si fuera únicamente cada lunes no me supondría un gran trauma. La realidad es mucho peor. Las mismas horas que empleo el lunes las tengo que emplear el martes, el miércoles, el jueves e incluso el viernes. Cada día con el cansancio del día anterior y únicamente pensando en que cada vez el fin de semana queda más cerca.
Al final, son un total de sesenta y cinco horas a la semana que tengo totalmente ocupadas cuarenta y siete semanas al año. Si al menos mi trabajo fuera gratificante no tendría queja alguna, pero la realidad no es esa. El trabajo que tengo simplemente es el resultado de una serie de decisiones que tomé en un momento dado evitando únicamente opciones a priori peores. Lo bueno es que al menos el tiempo que paso en mi trabajo no sufro, y la compañía es agradable, pero haciendo contrapeso está la fuerte desazón de saber que cada noche cuando llego a casa no me siento gratificado por el trabajo que he hecho.
Cierto es que todos los meses recibo religiosamente mi nómina, lo que me permitiría, si quisiera, presumir de no tener problemas económicos. Pero el dinero no es felicidad, ni tampoco ayuda en exceso. Lo más preciado que tengo en esta vida es el tiempo y, por mucho dinero que gane, no podré comprar de ningún modo esas sesenta y cinco horas que cada semana trabajo para emplearlas en algo mucho más gratificante[continúa aquí]

Para conseguir una correcta interpretación del texto es más que recomendable que obsequies a tus oídos con esta excelencia del rock…

Para trabajar en un medio no hay traje que valga

Lo que lees. Para acudir a una entrevista de trabajo para un medio de comunicación no vistas de traje. Esa es una de las recomendaciones que realizan los expertos en este sector del mercado laboral a la hora de enfrentarse a un proceso de selección de personal. Los tiempos y el panorama de los medios están cambiando y conviene adaptarse al medio -nunca mejor dicho-. Aquí tienes algunos consejos de cabecera:
  1. Mantén una buena red de contactos en el sector
  2. Gestiona tu propia página web
  3. Genera marca a través de Twitter, Facebook y LinkedIn
  4. Profesionaliza tus cuentas en redes sociales
  5. Conoce a fondo el medio de comunicación
  6. Planifica argumentos para venderte
  7. Comprende el SEO
  8. Domina los temas de actualidad
  9. Viste correctamente, pero huye del traje
  10. Prepárate para responder a ¿por qué quieres trabajar en un medio de comunicación cuando la industria se hunde?

La madre de todos los blogs

Descubro Mi vida con hijos, el blog de una periodista y madre de tres hijos que lucha cada día contra los elementos para apuntalar su existencia, sacando la cabeza para tomar aire de vez en cuando en medio de la asfixiante ciudad. El éxito de sus experiencias, contadas a ras de tierra y sin envoltorios, ha colocado a esta bitácora entre las 11 finalistas como mejor blog en español de los premios The BOBs, los más prestigiosos de la blogosfera internacional. Quizá porque me identifique de manera muy cercana en sus vivencias o tal vez porque la manera de contarlo sea tan irónica como para atraparme al primer golpe de cursor -o las dos cosas a la vez- me inclino por proponeros esta lectura. Para muestra, un botón:

A la madre de familia numerosa le tocó el otro día ir a un viaje de trabajo. Llevaba tiempo en dique seco y notaba ya que le estaban creciendo raíces (además de hijos).
– No te va a dar tiempo a hacerlo todo en un día, vas a tener que quedarte a hacer noche. ¿Te importa?, le preguntaron.
– No, claro que no, respondió la madre de familia numerosa, con una voz que trataba de ser firme y profesional. En realidad le hubiera gustado decir: No, claro que no, todo lo contrario!!!!. Pero no lo hizo.
Cuando se lo contó al padre de las criaturas también tuvo que reprimir su entusiasmo («No queda otro remedio, he intentado hacerlo todo en un día, pero ha sido imposible», siguió diciendo en tono serio y profesional). Y también tuvo que fingir un poco al despedirse de los niños una mañana lluviosa (el mediano incluso intentó hacer una escena aferrándose al trolley para evitar que se marchara su Mamáaaaaaaaaaaaaa). «¿No te da pena dejar a los niños?», le había preguntado una compañera de trabajo. Y ahí sí que respondió sin disimulos, consciente de que se arriesgaba a que la llamaran madre desnaturalizada: «Pues mira, no, ninguna, más pena me doy yo que estoy sin dormir y estoy al borde de la muerte por agotamiento». Al fin y al cabo, para ser madre, buena o mala, es condición indispensable estar viva. Y a ser posible en buen estado de salud.
Iba con una agenda de entrevistas cargadísima, con un largo viaje en coche por delante, y, sin embargo, su ánimo era como si se fuera de vacaciones. ¡Que me voyyyyyy! Durante la semana previa al viaje, con emoción de adolescente, había ido acumulando libros, revistas, música que llevarse al viaje (de dos días y una noche. Una noche). Su destino era una ciudad feotona, sin nada que ver ni visitar, y lo agradeció porque así nada le distraería de su plan al terminar el trabajo: encerrarse en la habitación del hotel. Ni cine, ni teatros, ni restaurantes de moda podrían desviarla de su camino. Con determinación férrea a las nueve y media estaba ya recluida en su habitación. Abrió el trolley para ver los libros que había traido, le echó un vistazo a uno, pero enseguida decidió aprovechar para hacer lo que verdaderamente le apetecía: Dormir. Dormir. Toda una noche entera ante sí. Sin ruidos. Sin lloros. Sin miedos. Sin toses. Sin biberones. Sin chupetes perdidos. Sin peluches extraviados. Sin pijamas meados.
Y se durmió en los brazos de Morfeo (que no los hubiera cambiado ni por los de George Clooney). Como no estaba acostumbrada a dormir toda una noche seguida se despertó varias veces, lo cual aumentaba más el placer de pensar que podía volver a dormirse, porque nadie iba a echarse a llorar, nadie iba a tener miedo, ni a mearse, ni a tener sed, ni pesadillas.
Y al amanecer se despertó como nueva, aunque con la cabeza embotada, sin duda por la falta de costumbre de dormir tanto. Y por la tarde cuando regresó a casa y sus hijos la recibieron entusiasmados como si regresara de vencer una guerra, los quiso más todavía. Y mejor, sin duda. Que cuando se ha dormido todo se hace mejor.

"Por una vida digna, sé ex periodista"

Leo en 233grados una interesante y cachonda iniciativa de unos periodistas que por ahora quieren guardar el anonimato detrás de Salvar un periodista. En ese blog pretenden recoger, desde el sentido del humor y una ácida ironía, todas aquellas situaciones cotidianas que ponen de manifiesto las lamentables condiciones laborales que rodean los entornos laborales de muchos profesionales de la información. En busca de la mayor repercusión posible, han lanzado una serie de vídeos donde supuestos ex periodistas explican sus experiencias. Como éste:

El macho trepador en Pocomás Magazine

Para el Pocomás Magazine de agosto me he venido a arriba y he reciclado un texto materializado semanas atrás, al que he sometido a un par de retoques. No obstante, me asegura mi fuente que mantiene intacta su vigencia. Asomaos a El macho trepador.
Recomendación estival: id al loro que quizá se trate de una epidemia.