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Dos ancianos sin estudios que anticiparon la crisis antes que nuestros políticos

A veces basta con escuchar a nuestros mayores. En este fragmento de apenas cinco minutos de un documental que jamás vio la luz, dos abuelos de Soria hablaban en 2007 de las duras condiciones de vida del pasado, de los privilegios contemporáneos y de la debacle que anticipaban para un futuro inminente, esa que estamos padeciendo -casi- todos desde hace unos años cuando llamó a nuestra puerta, mostrándose desde entonces entusiasmada con nuestra hospitalidad.

Vale la pena… [Vía ShowU]

Cuando fuimos los mejores…

Escribo esta entrada para purgarme las entrañas. Porque, al igual que tú, estoy hasta las pelotas de abordar cada día con la cara alta y sin perder la compostura. Porque hace días que ando descolocado, inconexo con mi entorno, incapaz de mantenerle la mirada a cada jornada. Porque estoy hasta el cipote de compartir cortijo con un ejército de indeseables, mentirosos compulsivos e hijos del mismísimo Satanás que escabullen el bulto al más mínimo contrapié. Ese coro de chupanabos que por un apretón de manos en tiempos de cosecha son capaces de venderte a su pariente más querido, ni siquiera por dos duros. Porque intento alejarme de las noticias pero vienen a ti como serpientes al acecho en la árida llanura. En el puto desierto. Como cuando pagas tu café en el bar y sobre la barra el titular de la portada de un diario te revuelve las tripas: «Los directivos de las Cajas rescatadas ganaron casi 80 millones de euros en 2011«.

Pero no me malinterpretes, yo no soy el protagonista de estas líneas. Lo cierto es que el detonante de todo ha ocurrido en mi entorno más próximo. Se trata de una historia que no le importa una mierda a nadie. La leyenda de un grupo de profesionales imponentes, formados académicamente para atender a los demás, y en especial a los más desplazados. Son unos machos y hembras que, desde hace más de 10 años, se dejan la piel -y en ocasiones también algunos rescoldos de su alma-, en escuchar las miserias que han acompañado desde la cuna la vida de la mayoría de esos tipos, des eso que todos conocemos y nadie quiere ver. Tratando de recomponer las alas a esos palomos que en la mayoría de ocasiones han padecido auténticos infiernos en vida, un día tras otro. No hay que haber estudiado en La Sorbona para deducir que el porcentaje de reinserción es bajo, pero no os equivoquéis, porque la recompensa es incalculable. Vosotros no les habéis oído contar cómo se encontraron con un «ex usuario» que hace dos años que está limpio, que ahora se gana lo que come -hasta lo acaban de ascender- y que tiene un par de herederos que le sirven de acicate cada día para levantar el culo del catre. Es la emoción del curro bien hecho, repito, el puto trabajo bien hecho, señoras y caballeros, con la pasión y el arrojo -a pares de ovarios y cojones por igual- de los que se saben poner en el pellejo del más débil, del indefenso. Porque como decía la mujer del capitán del puerto de Livorno, dónde naufragó el Costa Concordia, «lo preocupante es que gente como mi marido, personas que simplemente hacen su trabajo todos los días en este país se conviertan en ídolos o héroes».

Pues a esta Patrulla X le acaban de dar una estocada agónica. Les han retirado el 75% de su partida que procede de la subvención pública y les han dejado en el alambre, solos, mientras desde cada uno de los costados se afanan por sacudirles el cable. Porque hubiera sido muy razonable que les hubieran recortado, por ejemplo, a razón del 50%. Porque todos, tú y yo sin ir más lejos, nos estamos teniendo que atar los machos a diario con los cordones de las botas para pateamos este rancho colonizado por rastrojos. Quizá el concepto que no capto sea que para acordarse de los marginados ya está la ruleta de la vida que nos coloca a cada uno en su sitio, como debe ser. De la filosofía de tonto el último, y tal. Vamos, de una altura de miras propia de mentes presapiens, alejados de la vida real, de las putas miserias que nos rodean y ante las que a fuerza de empujar nos hacemos de hierro. Porque precisamente la vida no hace distinciones y en ocasiones, sin saber cómo, te cambia de barrio y pasas del adosado con piscina al banco del parque, solo. En esos casos ahí están ellos, terapeutas del asfalto, para ofrecerte la segunda oportunidad que la vida te estaba negando. Por lo menos hasta ahora.

Esta entrada es netamente apolítica. No habla de programas electorales ni de discursos morales. Si has llegado hasta aquí y te has llevado esa impresión, ya puedes marcharte por donde has entrado porque no has captado una puta letra, figura. Porque te declaro persona non grata y cómplice de las necedades de los tuyos, ya sean griegos o romanos, a los que defiendes a capa y espada por un puñado de dólares. Por eso maldigo a los políticos de antes y a los de ahora, sin gama de colores ni escalas de grises. A los que permitieron que se produjeran las fugas de agua y a los capitanes que saltaron por la borda, mientras redactaban su coartada. A todos los que se den por aludidos que pudiendo tender la mano y pasarla por el hombro de esas personas en las malas, sólo lo han hecho cuando enfocaban los teleobjetivos. Que la mierda os acompañe, de la manita a poder ser. Porque ni tenéis cabida en esta aldea ni estáis en la lista de espera. Si os llamara escoria os estaría piropeando porque sois de los que no creéis en las segundas oportunidades. Me repugnáis.

¿Sabes la paradoja del asunto? Que quizá, y no se lo deseo a nadie, los caprichos de la vida hagan que alguno de esos lumbreras padezca en sus propias carnes la desgracia del desheredado. Esa que culmina con un familiar -un hijo quizá- que se sale del camino marcado adentrándose en las tinieblas. Que después de someterse a los últimos tratamientos, de fugarse una y otra vez de los mejores centros de desintoxicación, se encuentre perdido sin esperanza. Y que entonces, quien sabe, alguien le comente: «Una vez escuché la leyenda de un grupo de superhéroes de barrio, espadachines de la palabra que resucitaban muertos y devolvían a la vida a los más desahuciados de la jungla, aquellos que o nunca tuvieron oportunidades o perdieron las suyas por la senda más oscura». Pero ya será tarde.

Este es mi homenaje a la pandilla taleguera: el caballero andante de La Mancha, la superwoman, la dama de hierro, el hada madrina de todos, y la mía también… Debo confesaros una cosa: os admiro y respeto como a pocas personas. Va por ustedes…

You’ll never walk alone

Cuando camines a través de la tormenta,
Mantén la cabeza alta,
Y no temas por la oscuridad;
Al final de la tormenta encontrarás la luz del sol
Y la dulce y plateada canción de una alondra.

Sigue a través del viento,
Sigue a través de la lluvia,
Aunque tus sueños se rompan en pedazos.

Camina, camina, con esperanza en tu corazón,
Y nunca caminarás solo,
Nunca caminarás solo.
Camina, camina, con esperanza en tu corazón,
Y nunca caminarás solo,
Nunca caminarás solo.

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La globalización de la pobreza, el negocio de unos pocos

Imagino que tú te levantas cada mañana para ganarle la batalla al día. El objetivo es discreto: llenar el plato de alpiste -a media altura nos vale- y sobrevivir dignamente. Para algunos, muchos me temo, eso supone un auténtico desafío en cada jornada. Y, entre otras causas, ¿sabes por qué?. Pues por cosas como las que explica Josef Ajram en el siguiente vídeo, en una clase práctica de cómo cualquiera puede comprar bonos desde casa con dos golpes de ratón, apostando en contra de nuestras economías. De esta forma consiguen dos cosas: primero, crédito bancario que a ti y a mi nos niega cualquier banco y además en condiciones inmejorables; segundo, hundirnos cada día unos milímetros más en el barro. Y mientras tanto, ahí tienes a nuestros políticos contemplándolo todo desde el palco como meros espectadores, haciendo gala de una censurable inacción -punible, diría yo-, de forma insultante y sin escrúpulos…

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La primera ronda de 2011 la pagamos nosotros

Actualización 03/01/11: Os incorporo los beneficios estimados para 2011 de las eléctricas (y energéticas) españolas, no perdáis detalle (en millones de € según ElPaís):

Iberdrola -> 2.858
Endesa -> 2.196
Gas Natural -> 1.070

Para despertar el nuevo año, y quizá alguna conciencia impermeable al amuermamiento generalizado, os reproduzco la última entrada de Ignacio Escolar en su blog, con los beneficios acreditados por las compañías del Ibex 35. Dando un repaso a  esta amena y clarificadora lectura -nada sorprendente, por otra parte-  entenderéis como no comprendemos nada como cuando nos explican -fabulan, más bien diría yo- que, por ejemplo, la subida del 10% de la factura de la luz era necesaria. Lo mismo que con la subida del IVA al 18%, la aniquilación del cheque bebé, la desintegración de las ayudas a los parados de larga duración, la jubilación a los 67, la ampliación del periodo de cotización para el cálculo de las pensiones, el despido libre… y así hasta completar varios fascículos.

Basta de teoría. Os dejo con la práctica [gracias a @guillemMateu]:
«Señoras y señores: con todos ustedes, el fabuloso Ibex 35. Telefónica: 8.835 millones de euros de beneficios en los tres primeros trimestres del nefasto 2010, un 65,6% más. Banco Santander: 6.080 millones de euros de beneficios, un 9,8% menos tras cerrar un 2009 con récord. BBVA: 3.668 millones, un 12,2% menos. Iberdrola: 2.069 millones, un 2% más. Repsol: 1.786 millones, un 32,5% más. Inditex: 1.179 millones, un 42% más… Las hay que ganan más, las hay que ganan menos, pero el balance global es como para brindar con champán. Todavía falta por contabilizar el último trimestre de 2010, pero hasta septiembre las empresas del Ibex 35 ganaron en total 38.156 millones de euros, un 16,7% más. A este ritmo, cuando se cierre 2010, los beneficios puede que alcancen los 50.000 millones de euros…. [Continúa aquí]
Tal vez algún día la sociedad evolucione tanto como para que los beneficios sigan en  poder de unos pocos, pero los marrones nos los repartamos entre todos. Proporcionalemente, eso sí.

Un plan B, ¿posible?

Cuando leí este post en 1x1Microcredit pensé que se trataba de pura ficción o tal vez de un viaje al pasado. Pero no es así. Existen nuevas formas de entender la economía financiera actual y así lo están aplicando en múltiples puntos del planeta al mismo tiempo:
[…] «Es excitante ver cómo en todo el mundo la gente se está dando cuenta de que puede crear localmente servicios crediticios. Los viejos y excesivamente inflados sectores financieros deberán achicarse, bajar sus beneficios y absorber las pérdidas de sus temerarias apuestas».
No os perdáis la lectura de ¡Florecer en tiempos de crisis! en la que se detallan algunas de esas iniciativas, como la moneda complementaria de Suiza (WIR) (que funciona desde 1934) o la estadounidense Berkshares, «con el equivalente a dos millones de dólares en circulación y la aceptación de bancos y negocios en Massachussets».

Tiempo al tiempo

La reforma laboral que vendrá:

Artículo 1. La edad de jubilación se fija en 132 años. Si el trabajador falleciera antes –uno de los fraudes más frecuentes en el absentismo laboral–, el tiempo no cumplido será acumulado sobre sus herederos.
 
Artículo 2. La baja laboral por enfermedad sólo se concederá a partir de una pérdida acreditada de dos litros de sangre por hora. En caso de sufrir un infarto en el lugar de trabajo, el empleado será reanimado por sus compañeros, con voces del estilo de “Animo, Paco, que sólo es un sofocón”, acompañadas de tranquilizadoras palmadas en la espalda.
 
Artículo 3. Se mantiene íntegramente la indemnización de 45 días por año trabajado, por considerarse un derecho inalienable, pero esa cantidad será abonada a partir de ahora por el trabajador a su empresa, en compensación por la formación y trato recibidos.
 
Artículo 4. Una vez que se haya desprendido de toda su plantilla, una empresa podrá despedir también a los trabajadores de otras empresas sin relación con la suya, para agilizar así los flujos del mercado laboral.
 
Artículo 5. El salario mínimo interprofesional alcanzará su definición más exacta, un euro al mes. El salario máximo será el botín.
 
Artículo 6. Se mantienen sin variación los derechos a vacaciones, que serán disfrutadas cada año por un diez por ciento de la plantilla tras el oportuno sorteo, a fin de preservar la productividad.
 
Artículo 7. El arbitraje en caso de conflicto entre trabajador y empresa será resuelto semanalmente en el programa Sálvame de luxe, para soslayar los retrasos de las tramitaciones judiciales.
 
Artículo 8. Las pensiones para jubilados tendrán bidé y habitaciones de un mínimo de seis metros cuadrados.
 
Artículo 9. Serán despedidos todos los trabajadores que escriban artículos estúpidos ridiculizando una reforma laboral valiente, a la que nunca se hubieran atrevido los gobiernos del Generalitísimo Franco.
 
Firmado: José Rockefeller, ministro de Trabajo.

Que viene el lobo

«Creo que todos nosotros debemos repensar lo que estamos haciendo. Bien está que nos divirtamos, que vayamos a la playa, a la fiesta, al fútbol, que esta vida son dos días, y quién venga detrás que cierre la puerta. Pero si no nos decidimos a mirar el mundo gravemente, con ojos severos y evaluadores, lo más seguro es que nos quede un día solo por vivir, lo más cierto es que dejaremos la puerta abierta a un vacío infinito de muerte, oscuridad y fracaso».
Eso que acabas de leer es lo que José Saramago nos contaba en 1997 en “Cada vez más solos” de su libro De este mundo y del otro. Toda una profecía fácilmente imaginable por cualquiera de nosotros, si no fuera porque ya teníamos decidido por entonces darle la espalda al sentido común y devorar nuestro día a día a mordiscos, sin echar la vista a atrás para poder ver más adelante después.
Saramago seguía denunciándolo con contundencia en 2008.

La montaña británica

Demoledora la portada de este martes del The Independent británico. En ella aparece un gráfico en el que se representa la deuda del Reino Unido (893.000 millones de libras) y la compara con el recorte de gasto público (en la parte inferior derecha de la  página) que suponen las «severas» medidas adoptadas por el Gobierno el pasado lunes. Humor inglés para pasar el mal trago.
 
 [Vía Guerra Eterna

A quién corresponda

Siempre que leo a Arturo Pérez-Reverte saco la conclusión de que estoy ante auténticas radiografías de nuestra realidad, sin servilismos a diestra ni siniestra que valgan. Aquí os dejo su último Petente de Corso publicado en la revista XL Semanal:

«¿Qué voy a hacer ahora?»


El segundo gintonic, Pencho se vuelve hacia mí. Hace quince minutos que aguardo, paciente, esperando que se decida a contármelo. Por fin hace sonar el hielo en el vaso, me mira un instante a los ojos y aparta la mirada, avergonzado. «Hoy he cerrado la empresa», dice al fin. Después se calla un instante, bebe un trago largo y sonríe a medias con una amargura que no le había visto nunca. «Acabo de echar a la calle a cinco personas.»

Puede ahorrarme los antecedentes. Nos conocemos hace mucho tiempo y estoy al corriente de su historia, parecida a tantas: empresa activa y rentable, asfixiada en los últimos años por la crisis internacional, el desconcierto económico español, el cinismo y la incompetencia de un Gobierno sin rumbo ni pudor, el pesebrismo de unos sindicatos sobornados, la parálisis intelectual de una oposición corrupta y torpe, la desvergüenza de una clase política insolidaria e insaciable. Pencho ha estado peleando hasta el final, pero está solo. Por todas partes le deben dinero. Dicen: «No te voy a pagar, no puedo, lo siento», y punto. Nada que hacer. Los bancos no sueltan ni un euro más. Las deudas se lo comen vivo; y él también, como consecuencia, debe a todo el mundo. «Debo hasta callarme», ironiza. Todo al carajo. Lleva un año pagando a los empleados con sus ahorros personales. No puede más.

Cinco tragos después, con el tercer gintonic en las manos, Pencho reúne arrestos para referirme la escena. «Fueron entrando uno por uno -cuenta-. La secretaria, el contable y los otros. Y yo allí, sentado detrás de la mesa, y mi abogado en el sofá, echando una mano cuando era necesario… Se me pegaba la camisa a la espalda contra el asiento, oye. Del sudor. De la vergüenza… Lo siento mucho, les iba diciendo, pero ya conoce usted la situación. Hasta aquí hemos llegado, y la empresa cierra.»

Lo peor, añade mi amigo, no fueron las lágrimas de la secretaria, ni el desconcierto del contable. Lo peor fue cuando llegó el turno de Pablo, encargado del almacén. Pablo -yo mismo lo conozco bien- es un gigantón de manos grandes y rostro honrado, que durante veintisiete años trabajó en la empresa de mi amigo con una dedicación y una constancia ejemplares. Pablo era el clásico hombre capaz y diligente que lo mismo cargaba cajas que hacía de chófer, se ocupaba de cambiar una bombilla fundida, atender el correo y el teléfono o ayudar a los compañeros. «Buena persona y leal como un doberman -confirma Pencho-. Y con esa misma lealtad me miraba a los ojos esta mañana, mientras yo le explicaba cómo están las cosas. Escuchó sin despegar los labios, asintiendo de vez en cuando. Como dándome la razón en todo. Sabiendo, como sabe, que se va al paro con cincuenta y siete años, y que a esa edad es muy probable que ya no vuelva a encontrar jamás un trabajo en esta mierda de país en el que vivimos… ¿Y sabes qué me dijo cuando acabé de leerle la sentencia? ¿Sabes su único comentario, mientras me miraba con esos ojos leales suyos?» Respondo que no. Que no lo sé, y que malditas las ganas que tengo de saberlo. Pero Pencho, al que de nuevo le tintinea el hielo del gintonic en los dientes, me agarra por la manga de la chaqueta, como si pretendiera evitar que me largue antes de haberlo escuchado todo. Así que lo miro a la cara, esperando. Resignado. Entonces mi amigo cierra un momento los ojos, como si de ese modo pudiera ver mejor el rostro de su empleado. Aunque, pienso luego, quizá lo que ocurre es que intenta borrar la imagen del rostro que tiene impresa en ellos. Cualquiera sabe.

«¿Y qué voy a hacer ahora, don Fulgencio?… Eso es exactamente lo que me dijo. Sin indignación, ni énfasis, ni reproche, ni nada. Me miró a los ojos con su cara de tipo honrado y me preguntó eso. Qué iba a hacer ahora. Como si lo meditara en voz alta, con buena voluntad. Como si de pronto se encontrara en un lugar extraño, que lo dejaba desvalido. Algo que nunca previó. Una situación para la que no estaba preparado, en la que durante estos veintisiete años no pensó nunca.»

«¿Y qué le respondiste?», pregunto. Pencho deja el vaso vacío sobre la mesa y se lo queda mirando, cabizbajo. «Me eché a llorar como un idiota -responde-. Por él, por mí, por esta trampa en la que nos ha metido esa estúpida pandilla de incompetentes y embusteros, con sus brotes verdes y sus recuperaciones inminentes que siempre están a punto de ocurrir y que nunca ocurren. ¿Y sabes lo peor?… Que el pobre tipo estaba allí, delante de mí, y aún decía: No se lo tome así, don Fulgencio, ya me las arreglaré. Y me consolaba.» [Vía La Huella Digital]

Demasiado humo para tan pocas señales

Hace tiempo que pretendía lanzarme sobre el teclado y no lograba juntar tiempo y argumentos en la misma coctelera. Pero lo cierto es que últimamente los asuntos no son precisamente escasos. Cuando a primera hora de la mañana de un día cualquiera -lo mismo da, son los mismos perros con distintos collares- te armas de valor y alcanzas el primer periódico libre de marca sobre la barra del bar, mientras contraes tus gónadas masculinas -suponiendo frívolamente que eso te sea físicamente posible- estás desafiando la supervivencia de tu equilibrio vital para el resto de la jornada. Me explico. Toparme de morros, por ejemplo, con la noticia de que los griegos pagarán los excesos de sus gobernantes y cómplices a base de reducir sus salarios, en el caso de que tengan, sus pensiones de jubilación, sus subsidios por desempleo o sus becas para estudios, me pone de una mala baba que me haría el haraquiri con la pajita del zumo.

En ese preciso instante recuerdas que no debes demorar más tu afiliación al Partido Pirata sueco, del que espero que cuente con un ala al puro estilo bucanero del siglo XVII para la que asaltar y atracar sean  puntos reflejados en su programa electoral, y así evitamos sorpresas posteriores. Sí, lo sé, entre nosotros conviven demasiados barbarrojas de lo público e incapaces crónicos, pero por lo menos los suecos se pasean con el parche en el ojo sin ocultar la naturaleza de su jeta. Si además defienden los derechos fundamentales en Internet, que no dentro de muchas erupciones volcánicas será lo único que me importe, miel sobre hojuelas. No hay nada que me retuerza más las tripas en esta vida que me estén dando la mano con la derecha mientras me roban al mismo tiempo la cartera con la izquierda. Soy incapaz de desenvolverme con semejante habilidad con la zurda. ¡Que impotencia, rediós!

La cosa está que arde, y si no basta echar la vista a Islandia. El drama de los parados se extiende como una plaga de tuberculosis en el Imperio Napoleónico. Nadie hace nada, nada se espera de nadie y en nada deberían convertirse los que que no pensaron en nadie cuando nos llevaron a la nada -o algo así-. Y ante tal despropósito no se conoce movilización alguna, remunerada o no, ni de los agraviados ni de sus representantes. Eso sí, hay reventa para adquirir las primeras localidades improvisadas en la recepción del hospital en el que acaba de ser intervenido El Rey. Hay oferta de tres por dos en guantazos a palma abierta para adelantar posiciones en el besamanos improvisado a la familia real. Idéntico resultado el cosechado entre los políticos de guardia para posados robaportadas. Hay casi más tráfico de cargos públicos en los pasillos de la clínica que en los juzgados de Palma.

Y después de intentar digerir todo este despelote de lo que llamamos actualidad no quedan más cataplines que seguir nadando hasta la orilla de cada jornada, y sentirme un privilegiado al poner el pie en tierra firme cada mañana porque puedo desempeñar un trabajo por el que me pagan. Es de obligado  cumplimiento el sentirme abiertamente agradecido por poder compartir mi vida con los míos, repartiendo lo bueno en pedazos y desgajando lo malo entre todos. En esas estamos. Porque lo demás no existe y no se barruntan señales de humo en el horizonte que apunten a lo contrario.

Esto lo jodisteis entre unos pocos…

Brillante la última entrada de Nacho de la Fuente en su blog, a propósito de la campaña de optimismo desenfrenado que han puesto en marcha todas estas multinacionales para que nos pongamos las pilas y consumamos a troche y moche. Así lo expresa:

«Números somos y números seremos...

Aunque te la puedes oler, la mala noticia siempre viene de repente, como un chorro de agua congelada, como un quiebro en tus piernas, como un escupitajo en la cara. Los que te comunican la mala nueva suelen mirar cabizbajos, apesadumbrados. Si son buenos empresarios y mejores personas les duele la situación. Claro que sí. Pero si son aprovechados y malnacidos seguro que les llega un hormigueo de disfrute y placer. Qué mas da. Cuando te lo dicen es el acabose. El hasta aquí hemos llegado guapo/a. Puedes recoger tus cosas, se te pagará lo establecido (en el mejor de los casos) y no dudes de que en cuanto sepa de alguna oportunidad hablaré muy bien de tí porque eres un/una gran profesional que has dado mucho por la empresa. Te echaremos de menos, bla, bla, bla, pero vete cuanto antes, que ya me sales caro/a. El sorpresón es tan inesperado que apenas puedes despedirte de tus amigos y compañeros. No da tiempo, nunca da tiempo. Y cuando lo haya, ya tendrás horas y horas para el correo electrónico, el móvil o el omnipresente Facebook. Besos rápidos, lágrimas contenidas y buenas maneras en tus últimos minutos en una empresa a la que le has dedicado mucho más que tu jornada laboral. Un sitio por el que has dado lo mejor de tí y que te devuelve los favores recibidos en forma de liquidación, de finiquito, de ahí está la puerta majo/a. Y a otra cosa mariposa, que al inhumano ritmo que vamos números somos y números seremos…

Ese mal momento ya lo viven a diario una media de 4.000 españoles, que se dice pronto. Una sonrojante cifra que debería cuestionar la permanencia de cualquier Gobierno con un mínimo de dignidad. O de estética. Esta entrada va por esos más de cuatro millones de parados de corta y larga duración a los que se les ha atragantado la vida laboral y personal a bote pronto. Sin avisar. Tengas hijos o no. Estés hipotecado o no. Que a nivel contable, repito, sólo eres un número más. Y encima rojo sangre. Este texto va por ellos, por esos millones de parados inquietos que tantos ánimos y calor necesitan en estos momentos. A pesar de las estupideces y rifirrafes de nuestros políticos, saldremos adelante. Como tantas veces».

Para completar el puzle os dejo un par de estupendas viñetas cortesía del siempre perspicaz JRMora

Así que, cachondeíto, el justo [No os perdáis la colección de enlaces que aparecen al final de este post con las diferentes versiones de la happy-campaña de marras]