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Cuando fuimos los mejores…

Escribo esta entrada para purgarme las entrañas. Porque, al igual que tú, estoy hasta las pelotas de abordar cada día con la cara alta y sin perder la compostura. Porque hace días que ando descolocado, inconexo con mi entorno, incapaz de mantenerle la mirada a cada jornada. Porque estoy hasta el cipote de compartir cortijo con un ejército de indeseables, mentirosos compulsivos e hijos del mismísimo Satanás que escabullen el bulto al más mínimo contrapié. Ese coro de chupanabos que por un apretón de manos en tiempos de cosecha son capaces de venderte a su pariente más querido, ni siquiera por dos duros. Porque intento alejarme de las noticias pero vienen a ti como serpientes al acecho en la árida llanura. En el puto desierto. Como cuando pagas tu café en el bar y sobre la barra el titular de la portada de un diario te revuelve las tripas: «Los directivos de las Cajas rescatadas ganaron casi 80 millones de euros en 2011«.

Pero no me malinterpretes, yo no soy el protagonista de estas líneas. Lo cierto es que el detonante de todo ha ocurrido en mi entorno más próximo. Se trata de una historia que no le importa una mierda a nadie. La leyenda de un grupo de profesionales imponentes, formados académicamente para atender a los demás, y en especial a los más desplazados. Son unos machos y hembras que, desde hace más de 10 años, se dejan la piel -y en ocasiones también algunos rescoldos de su alma-, en escuchar las miserias que han acompañado desde la cuna la vida de la mayoría de esos tipos, des eso que todos conocemos y nadie quiere ver. Tratando de recomponer las alas a esos palomos que en la mayoría de ocasiones han padecido auténticos infiernos en vida, un día tras otro. No hay que haber estudiado en La Sorbona para deducir que el porcentaje de reinserción es bajo, pero no os equivoquéis, porque la recompensa es incalculable. Vosotros no les habéis oído contar cómo se encontraron con un «ex usuario» que hace dos años que está limpio, que ahora se gana lo que come -hasta lo acaban de ascender- y que tiene un par de herederos que le sirven de acicate cada día para levantar el culo del catre. Es la emoción del curro bien hecho, repito, el puto trabajo bien hecho, señoras y caballeros, con la pasión y el arrojo -a pares de ovarios y cojones por igual- de los que se saben poner en el pellejo del más débil, del indefenso. Porque como decía la mujer del capitán del puerto de Livorno, dónde naufragó el Costa Concordia, «lo preocupante es que gente como mi marido, personas que simplemente hacen su trabajo todos los días en este país se conviertan en ídolos o héroes».

Pues a esta Patrulla X le acaban de dar una estocada agónica. Les han retirado el 75% de su partida que procede de la subvención pública y les han dejado en el alambre, solos, mientras desde cada uno de los costados se afanan por sacudirles el cable. Porque hubiera sido muy razonable que les hubieran recortado, por ejemplo, a razón del 50%. Porque todos, tú y yo sin ir más lejos, nos estamos teniendo que atar los machos a diario con los cordones de las botas para pateamos este rancho colonizado por rastrojos. Quizá el concepto que no capto sea que para acordarse de los marginados ya está la ruleta de la vida que nos coloca a cada uno en su sitio, como debe ser. De la filosofía de tonto el último, y tal. Vamos, de una altura de miras propia de mentes presapiens, alejados de la vida real, de las putas miserias que nos rodean y ante las que a fuerza de empujar nos hacemos de hierro. Porque precisamente la vida no hace distinciones y en ocasiones, sin saber cómo, te cambia de barrio y pasas del adosado con piscina al banco del parque, solo. En esos casos ahí están ellos, terapeutas del asfalto, para ofrecerte la segunda oportunidad que la vida te estaba negando. Por lo menos hasta ahora.

Esta entrada es netamente apolítica. No habla de programas electorales ni de discursos morales. Si has llegado hasta aquí y te has llevado esa impresión, ya puedes marcharte por donde has entrado porque no has captado una puta letra, figura. Porque te declaro persona non grata y cómplice de las necedades de los tuyos, ya sean griegos o romanos, a los que defiendes a capa y espada por un puñado de dólares. Por eso maldigo a los políticos de antes y a los de ahora, sin gama de colores ni escalas de grises. A los que permitieron que se produjeran las fugas de agua y a los capitanes que saltaron por la borda, mientras redactaban su coartada. A todos los que se den por aludidos que pudiendo tender la mano y pasarla por el hombro de esas personas en las malas, sólo lo han hecho cuando enfocaban los teleobjetivos. Que la mierda os acompañe, de la manita a poder ser. Porque ni tenéis cabida en esta aldea ni estáis en la lista de espera. Si os llamara escoria os estaría piropeando porque sois de los que no creéis en las segundas oportunidades. Me repugnáis.

¿Sabes la paradoja del asunto? Que quizá, y no se lo deseo a nadie, los caprichos de la vida hagan que alguno de esos lumbreras padezca en sus propias carnes la desgracia del desheredado. Esa que culmina con un familiar -un hijo quizá- que se sale del camino marcado adentrándose en las tinieblas. Que después de someterse a los últimos tratamientos, de fugarse una y otra vez de los mejores centros de desintoxicación, se encuentre perdido sin esperanza. Y que entonces, quien sabe, alguien le comente: «Una vez escuché la leyenda de un grupo de superhéroes de barrio, espadachines de la palabra que resucitaban muertos y devolvían a la vida a los más desahuciados de la jungla, aquellos que o nunca tuvieron oportunidades o perdieron las suyas por la senda más oscura». Pero ya será tarde.

Este es mi homenaje a la pandilla taleguera: el caballero andante de La Mancha, la superwoman, la dama de hierro, el hada madrina de todos, y la mía también… Debo confesaros una cosa: os admiro y respeto como a pocas personas. Va por ustedes…

You’ll never walk alone

Cuando camines a través de la tormenta,
Mantén la cabeza alta,
Y no temas por la oscuridad;
Al final de la tormenta encontrarás la luz del sol
Y la dulce y plateada canción de una alondra.

Sigue a través del viento,
Sigue a través de la lluvia,
Aunque tus sueños se rompan en pedazos.

Camina, camina, con esperanza en tu corazón,
Y nunca caminarás solo,
Nunca caminarás solo.
Camina, camina, con esperanza en tu corazón,
Y nunca caminarás solo,
Nunca caminarás solo.

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