Foto non-finish

Cíclicamente se pueden leer reflexiones alrededor de la (poca) presencia del cómic en, por decirlo de algún modo, «la esfera de la vida real». El razonamiento liga la intensidad de propuestas actual, variada y nutritiva, con la —supuesta— campana de vacío a la que está sometido el medio y su ausencia en el radar del potencial consumidor.
Se puede leer en tono quejumbroso que no es un medio suficientemente visibilizado, que el común de los mortales no sabe que los cómics existen, y que hay muchos muy aptos para el solaz de todo tipo de lector (del niño al más adulto). A veces la queja se acompaña de posibles ideas, medidas… pero uno sigue pensando que el problema hay que contemplarlo desde los matices. Y que hay que abrir el foco. Porque para empezar, y en el brochazo grueso, el problema lo tiene la cultura, en general.
El Anuario de Estadísticas Culturales 2016 presentado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte arroja un moderado incremento cuantitativo de puestos de trabajo generados en el tericarismo cultural, pero si se enfoca el mismo hecho cualitativamente se desprende otro dato: «el 69,2 % es asalariado, cifra inferior a la observada en el total, 82,7 %» (yo no tengo tiempo ni fuerzas para comerme el informe del Ministerio y extraer datos, pero aquí lo comentan).
En el artículo enalzado ofrecen otro dato: la Fundación de Artistas Intérpretes Sociedad de Gestión (AISGE) presentó un Informe Sociolaboral de los Actores y Bailarines Españoles, según el cual sólo ocho de cada cien (8/100) actores españoles ingresan al año más de 12.000 euros por ejercer su profesión y de los actores y bailarines que sí trabajan, más de la mitad no superan los 3.000 euros al año.

Decía alguien una frase lapidaria: «Si quieres ganar pasta, agua potable y litio».
En un panorama social en el que lo cultural se entiende asunto menor como es el español (siento verlo así, pero me parece evidente) el asunto de la visibilización del cómic como un globo aerostático, un todo gaseoso enorme, volátil y encerrado en una fina membrana lanzada a las alturas para ver si alcanza los Cielos, creo que no es el modelo de «desiderata» que el sector y los aficionados deberían adoptar. Es un sinsentido, porque hay muchos modelos de cómics, y cada uno de esos subsectores tendrá sus propias aspiraciones. Me parece de perogrullo reincidir en estos argumentos a estas alturas, no es ninguna revelación ni un concepto nuevo, pero creo que conviene insistir de vez en cuando por iluminar a quienes se mantengan en el piñón fijo de «el cómic debería…»
El deber del empresario (el editor) es plantearse unos objetivos realistas para su producto, para cada libro o título que saque al mercado, para cada «línea», como mucho. Y acompañarlo de una estrategia que optimice las posibilidades reales (los objetivos concretos) de cada oferta que saca a la luz. En esta idea se incluye también la relación contractual con los autores, por supuesto.

Dicho en plata, la edición de estos dos cómics responde a intenciones diferentes, y a públicos cualitativa y cuantitativamente diferentes:

En las tierras de Horus (Isabelle Dethan, Yermo Ediciones); Fearless COlours (Sampleman, coedición de Ediciones Valientes/Kus!Komikss/MMMNNNRRRG

En las tierras de Horus (Isabelle Dethan, Yermo Ediciones); Fearless Colours (Sampleman, coedición de Ediciones Valientes/Kus!Komikss/MMMNNNRRRG).

Y la estrategia y aspiraciones de estos dos cómics no pueden meterse en el mismo saco, como no emparejas un nuevo disco de David Bisbal y uno de Bala (espero). Así  que de un modo grueso yo ya iría separando dos vías claramente: el cómic que aspira a un público generalista, y el cómic que busca otros circuitos, quizá «arties». En el primer sector tradicionalmente se opera desde el género más codificado, pero no me cabe duda de que en la última década larga la novela gráfica con su explosión de temáticas ajenas al rodillo ochentero ha supuesto un emocionante dinamizador.

El Premio Nacional, la aparición de obras con temas renovados (de Arrugas a La grieta) y el empleo del formato del libro literario —que ha sido un inteligente ardid comercial, que además ha influido en el propio lenguaje del medio, como influye todo formato de edición— han visibilizado los cómics de un modo impactante cuanto menos en términos de atención mediática y subversión de las expectativas del lector neófito —dicho de otro modo, ha abierto el mercado de la historieta a un nuevo target—. Pero claro, esto hay que ponerlo en relación con el arranque de este post. Hablamos de cultura (no de agua potable o litio) y por tanto los editores saben qué pueden «sacar» de esos títulos, que no serán ventas de seis ceros (¡ya me gustaría!). Por otro lado nadie tiene la receta mágica, ni Astiberri, quizá la principal abanderada de la novela gráfica en España, puede adivinar al 100% qué títulos de su planning del trimestre entrante van a cascarla y cuales pueden dar la campanada. Así que no seré yo quien largue frases lapidarias y venda ungüentos milagrosos. La del editor es una actividad de riesgo en la que siempre juega una apuesta personal. Pero que algo se mueve gracias a los movimientos tectónicos producidos por la novela gráfica lo refuta, pienso, la implicaciòn de editores de literatura, de Salamandra a Oberón, en la edición de hisotrieta. Me parece muy positivo y digno de análisis más profundo que esta cita rápida. 

Se me ocurre hablar también de la sinergia entre Hollywood y los cómics mainstream, que sin duda da oxígeno e ilumina a su vez una zona del cuadro muy personal, la del cómic de superhéroes. Aunque me temo que el cine comercial actual tiene más que ver con los videojuegos que con la pulpa de papel, tampoco hay que dudar de que las grandes editoriales intentan aprovechar los tirones del séptimo arte. Sin embargo no es el tema: aquí el género de superhéroes, al fin y al cabo, no deja de ser un producto netamente estadounidense que nos viene dado (él, sus características y circunstancias) por la vía del derecho de edición, y sus vaivenes en el fondo están dinamizados o ralentizados por factores externos a los editores concesionarios. Está claro que si Batman vendió a sacos en 1989 en España se debió a lo que se debió, un señor que le iba mejor con frikis jardineros mecánicos que con el Joker, pero que hizo un éxito mundial del icono DC, una moda internacional.

Mientras, tenemos a Sampleman (por seguir con el ejemplo aportado), que hace unas cosas que también tienen su «público objetivo», pero que no difiere del espectador tipo de la danza de vanguardia y del cine experimental. Quiero decir, es inevitablemnte minoritario, y tan contento de serlo…
A falta de un cuerpo de subvenciones estatales importante para el cómic o cuanto menos para el sector más artístico y menos comercial del cómic contemporáneo (creo que la subvención cultural bien entendida es algo muy positivo), el editor, los autores e incluso los lectores y consumidores de este tipo de obras están ahora, en estos años, construyendo un espacio propio en España, con capacidad de intersecciones, pero en el que se sienta representado y protagonista. Cuando un mega salón atrinchera al lado de las cocinas o los urinarios los stands de fanzines, yo no me escandalizo ya. Porque el Salón de Barcelona no es el lugar. Hay, por fortuna, otros espacios y son exitosos (a su nivel, en sus objetivos).

Graf Barcelona 2015 (original de La guía del cómic)

No Tengo Mamá en Vigo (foto personal)

Creo que en este paisaje variadísimo el cómic menos comercial está «buscándose la vida» y lo consigue. No creo que un solo autor de este tipo de historieta pretenda copar vitrinas de Fnac ni vivir de su obra historietística, pero sí darla a conocer, comunicarla, crear feedbachk con «su público» y desde luego, volvamos a lo empresarial, buscando dinamizar su mercado natural para que las tiradas no tengan que asumir pérdidas, sino cubrir costes y hasta beneficios.
En resumen, pienso que tenemos una novela gráfica que se ha impuesto, es el modelo de cómic comercial en el espectro contemporáneo y ha penetrado en los mass media (radio generalista, prensa…), que la atiende con interés. 
Pienso que el cómic que tradicionalmente se señala como comerical, de género, sigue peleando por abrir más brecha y me parece lógico y natural. Creo que es el tipo de tebeo que más tiene que luchar por sí mismo, ya que en el fondo proviene de una tradición, el panorama del «boom» de los ochenta, y porque, opino, puede hermanarse a una tradición de literatura best seller y de cine comercial. Donde triunfa el Dunkerke de C. Nolan podría ubicarse por ejemplo 14-18. Volumen 1, Agosto y septiembre de 1914, de Corbeyran y Étienne Le Roux (Yermo ediciones). Tebeo que no he leído pero que advierto dueño de unas características temáticas (histórico, bélico) y formales (gran tamaño par aun estilo visual naturalista, detallista y de factura minuciosa) que lo emparejan a esas series de luxe que tanta gente consume en sus canales on line —por cierto: es un modelo de cómic que, ya sabréis, no desprecio en absoluto y comprendo en sus intenciones.

Podría aportar d ejemplo también cualquier obra de ese montón de integrales enormes, gordos, con temas «europeos» (nos entendemos, ¿verdad?) y que de hecho ya tienen su tirón, o no seguirían editándose.

Y finalmente, ya que los hemos mencionado y por supuesto siguen siendo la médula espinal de la edición de cómics en este país, creo que los superhéroes como género de historieta (que fue el gran motor del cómic durante varias décadas) están viviendo su fumada de hierba personal, y que habrá una bajona importante. El Marvel Cinematic Universe coloca a lo bestia, lo ves todo perita y al tiempo da mucha euforia, pero en el fondo, a medio plazo, a mí me da miedo. Da la impresión de que poco a poco está «residualizando» al cómic. Lo importante en el género parece suceder en la pantalla grande, no en la grapa vivaracha. La salida pasa no por los cantos de sirena de las salas oscuras, sino por la cimentación de buenos trabajos, como La Visión, por poner un ejemplo reciente de «pijamas» notablemente buenos.

En definitiva, ¿lo ves? no existe «el cómic», solo «los cómics», y en un paisaje general poco benévolo para lo cultural. Pintan bastos, pero estamos en esto porque nos gusta soplar el cuerno al filo del acantilado, contra el viento. Seguiremos tocando.

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