Anuarios del cómic (Jot Down y hace muchos años)

Ya se puede gestionar la adquisición, en «precompra» del anuario Cómics esenciales editado Jot Down. La información sobre el tomo la tienes toda aquí. Se trata libro creado por esta cabecera de prensa cultural y con la colaboración de la ACDCómic (sí, colaboro con dos artículos-crítica, que aunque sea participar bajo mínimos cuantitativos, ha sido poniendo toda la carne en el asador en cada crítica, dos tebeos y autores que me ha encantado abordar, con especial ilusión para un proyecto como este).
jot
La cuestión es que desde que me anunciaron el proyecto, doy vueltas sobre un recuerdo al que guardo enorme cariño: en 1994 la editorial Glenat publicaba 1993. Un año de tebeos, editado por Tino Regueira y con colaboradores como Jordi Sánchez, Pepe Gálvez, Juan Carlos Gómez, Toni Guiral, Josep Rom, Ana Mª Meca, Felipe Hernández Cava, Alfredo Arias, Trajano Bermúdez, Jordi Costa, Juanvi Chuliá, Lorenzo Díaz, Yexus, Andrés Hispano, Alfons Moliné, Francisco Naranjo, Jesús Palacios, Agustín Oliver, Francisco Pérez Navarro, Jesús Palacios, Alvaro Pérez, Carlos Portela, Alex Samaranch, AntonioTrashorras y Enrique Vela.
1993-Un-Año-de-Tebeos
Sus 98 páginas incluían textos genéricos y sectoriales (sobre manga, sobre Ediciones B o sobre el cómic adulto), entrevistas y una selección de cómics destacados del año 1993, cada uno con su correspondiente crítica. Os incluyo capturas fotográficas de un vendedor del libro en Todocolección.
1993 2 1993 1
Y me ha dado por reflexionar en cuánto han cambiado las cosas.
A nivel formato (claramente este anuario emulaba a modo de gancho el formato del álbum europeo), maquetación (bastante austera, por decirlo con suavidad) y recursos (en blanco y negro, supongo que para abaratar el precio final del libro), todo en este libro huele formalmente a crisis de los noventa. El propio Joan Navarro recordaba en un post de su blog en 2012 «Otro maravilloso fracaso de ventas, de estos que trata de ponerte en tu sitio, ante la realidad de nuestro patético mercado». La intención inicial era crear un anuario «de verdad», hacer el año de tebeos 1994, 95… hasta el infinito y más allá. ¿Cuántos ejemplares vendió aquel primer eslabón de una cadena que nunca llegó a ser? Pues pocos, tan pocos que la cosa quedó en aquella circunstancial y elogiable iniciativa.
Hace mucho que no vuelvo a sus páginas, pero mi recuerdo del libro es muy grato, visto en su día como iniciativa necesaria y repleta de las firmas que yo por entonces leía con fruición, en lo que a crítica se refiere. Pero el proyecto se estrelló contra una realidad: en 1994 no existía un tejido capaz de soportar esa propuesta. En plata, había muy pocos lectores de cómics, el famoso boom de los ochenta se había desvanecido y quien atendía a la historieta era un lector «experto», coleccionistas sectoriales (superhéroes, clásicos -los pocos que se publicaban-, europeo etc) a los que empezaba a unirse un nuevo pulmón, los lectores de manga (Dragon Ball se empezó a editar en cuadernillos por Planeta en 1992, para hacernos una idea). Circuitos eléctricos cerrados formados por electrones expertos y coleccionistas, antes de la socialización del término (despectivo o no, pero sociológicamente significativo) de frikis. Esto es, los consumidores de historieta en 1994 eran aficionados acérrimos de visibilidad mediática bajo cero, cuatro gatos que, de lo que consumían, sabían hasta el nombre de las mascotas de los autores y no sentían la necesidad de comprar un tomo orientativo.
En este contexto un anuario comercial y profesional (sin ánimo de ser un voluntarioso fanzine, en definitiva, sino de proporcionar un producto rentable al catálogo general de su editor), con un formato tradicionalmente reservado al cómic, y editado por un editor de cómics fue un suicidio en términos de producto vendible. Tampoco 1994 era un año en que los puntos de venta se hubieran diversificado; las librerías generalistas no eran el de los editores de cómics, que navegaban las aguas cada vez menos plácidas de la librería especializada. Esto es, un artefacto como Un año de tebeos, con una aspiración proselitista, estaba restringido a la pequeña librería especializada, en la que se le reservaba un puesto más o menos secundario en medio del aluvión de novedades mensuales, comic-books sobre todo: recordemos que hablamos de la época de saturaciòn del mercado por parte de Planeta con sus licencias de Marvel y manga, cuestión que el propio anuario hacía visible en sus estadísticas.
Veinte años y pico más tarde las cosas han cambiado. El cómic no campa a sus industriales y capitalistas anchas como el estos días centenario TBO, eso no es el horizonte del medio ya. Pero que un medio diversificación interesante que, al margen de su futuro a medio o largo plazo (sí, la tormenta perfecta llegará, todo es cíclico), se advierte hoy desde el consumo cultural como un producto más, del mismo nivel que la literatura o el cine, o cualquier medio narrativo. No sacaré de nuevo los clichés que creo son grandes verdades, lo que supuso la novela gráfica y el Premio Nacional y todo eso, pero si alguien duda de que el cómic como medio hoy de una visibilidad y un reconocimiento mucho más amplio que el que tenía en los noventa, pensaré que está ciego y sordo, o que quiere mirar a otro lado y considera otro proyecto para el medio, diferente al que hoy vive.
Pues aquí estamos, y en 2017 surge, para mi alegría (independientemente de mi vinculación, modesta pero entusiasta), una nueva iniciativa de formalizar un anuario con intención de continuidad, de primer eslabón de la cadena. Me recuerda mucho al espíritu de aquel «año de tebeos», un montante de reseñas de obras editadas el año pasado, acompañadas de entrevistas y textos de fondo sobre determinados aspectos generales del sector. Pero todo cambia. Esta vez se presenta en un formato de libro (de 19×26 cm.) de 240 páginas a color, y editado por un medio ajeno a la edición de cómics, una revista cultural que se acerca al medio «desde fuera». No es la primera vez, por descontado, que lo hace, no es un «extraño en el paraíso» sino un medio cultural generalista que, por tanto, ocasionalmente atiende a la historieta, y esto me parece que no es excepcional, sino signo de los tiempos y de la «externalización» del cómic.

Las solapas del libro de Glenat abrían con un texto firmado por Joan Navarro que comenzaba sin rodeos: «El mundo de los tebeos no suele tomarse en serio a sí mismo. Y en general nadie nos hace caso». 1993. ¿Abriría hoy alguna introducción al medio con una frase semejante?
En cierto modo han sido necesarios casi cinco lustros para que el panorama cultural y editorial pueda asumir un anuario como este, destinado a lectores de cómic, sí, pero también a lectores circunstanciales de novela gráfica, por ejemplo. Todo ha cambiado en veinte primaveras: el target, los editores, los puntos de venta (el anuario se puede reservar ya on line, por supuesto) y hasta la reverberación de un artefacto como este en la prensa diaria.
Viva y bravo.

Be Sociable, Share!

Etiquetas:

Escribir un comentario