Dios ha muerto, de Irkus (M) Zeberio.

Del pelotón de autores abonados a este excitante caldo de cultivo de firmas de la vanguardia, que aglutina a nombres como Begoña García-Alén, Gabriel Corbera, Julia Huete, Martín López Lam o José Ja Ja Ja, ha destacado en 2016 uno: Irkus (M) Zeberio. Más que nada por la osadía, la extensión y el formato de su última propuesta.

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Frente al océano inabarcable de minicómics, autoediciones y micro editoriales que abona la actual catarsis de historieta de vanguardia, Dios ha muerto es un grueso libro en tapa dura (edita Bang), 208 páginas para destilar ideas provocadas por la lectura de Así habló Zaratrusta en el autor. Combinando historieta silente de regusto risográfico con textos escogidos de Friedrich Nietzsche, este cómic marca el punto de inflexión en que debería mirarse “el mundillo” (sé que a todos os gusta esa palabra). Porque no abundan artefactos de este palo más allá de la voluntad de las firmas más consolidadas de la novela gráfica. Y dentro de esa novela gráfica sí que hemos visto casos de obras extensas y ambiciosas. Nadar se estrenó con Papel estrujado, se me ocurre en caliente: una novela gráfica, autoral, con un contenido entre el costumbrismo generacional y la crítica social que asombró por su ambición en volumen (casi 400 páginas) y lo sólido de sus resultados. Pero su estética, su temática y sus intenciones sintonizaban con una generación de «novelagrafistas» en la que podríamos meter a Álvaro Ortiz, Pablo Ríos, Paco Roca o Santiago García: crear con libertad un tipo de cómic transgeneracional, una lectura madura que puede atraer a lectores no habituales a esto de «los tebeos». Zeberio juega otra liga, diferente, que no mejor o peor. Él plantea su trabajo como reto a los límites y a los márgenes del cómic.

Dios ha muerto es la mezcla de ambición y resultados más potente  del momento, un tour de force que mezcla la tradición y la renovación. Un salto sin red que termina entre aplausos y éxito rotundo. Cada párrafo de Nietzche escogido tiene un reflejo, o mejor decir un eco libre, en las páginas dimámicas, aparentemente espontáneas y repletas de sinergia que dibuja Zeberio. No se trata de transcribir contenidos, sino de plasmar el impacto que la obra original supone en el cerebro y el corazón y las tripas de Irkus, creando así un relato de primitivismo cósmico surreal, mántrico como una danza febril y ritualística, libre de ataduras y expresiva como un tam-tam en una invocación bajo la tormenta eléctrica, en un futuro apocalíptico.

Dios ha muerto podría leerse con la última encarnación de los Swans de fondo, uno de esos temas chamánicos y volcánicos que Michael Gira y su banda extienden durante decenas de minutos. La experiencia será duplicada por el apocalipsis sonoro.

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1 comentario Dejar comentario

  1. Gracias por la propina (Swans), Octavio. Este «Dios ha muerto» es uno de esos cómics que tendré que abordar algún día. Lo he sopesado varias veces. No deja de ser nietzscheano renunciar a la representación de la referencia objetiva, que es lo que dices que hace Zeberio respecto a «Así habló Zaratustra». El mismo sujeto se disuelve. No diré más antes de leer «Dios ha muerto». Un saludo,

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