Archivo octubre 2015

SANGRE AMERICANA, de Banjamin Marra

Dame sangre. Marra, a chorrazo.

: Visado : Página 5 Cómics Pazienza

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ZANARDI, de Pazienza

Intentando convencer a los lectores del diario local por antonomasia del sur de Galicia, de la importancia de Pazienza. ¿Habremos movido algo el cotarro? Lee dándole un clic encima de la imagen.

: Visado : Página 5 Cómics Pazienza

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Los 5 de SdV: octubre de 2015

Un mes con más de cinco obras interesantes (me dejo a McGuire, Tezuka, Rubín…Marra al final cae en este mes pero está ya censado en septiembre). Pero Los 5 de SdV: octubre de 2015 (antes de que mude a noviembre, llegamos con retraso) son:

  1. Me gustas mucho, Bendik Kaltenbor. Fulgencio Pimentel. Kaltenbor es uno de los renovadores del humor contemporáneo, atención.01
  2. Pablo & Jane en la Dimensión de los Monstruos, Jose Domingo. Astiberri. El regreso de Domingo por la puerta grande, un tebeazo que le editó Nobrow en Gran Bretaña y que ahora sale en castellano. Cómic infantil del genio maño-gallego. Para todas las edades.p3
  3. Jupiter’s Legacy, Mark Millar y y Frank Quitely. Panini. Millar al menos tiene estilo, el suyo propio, algo caro de ver en el mainstream USA. E ideas. A veces lo peta, otras no. Quien nunca da fallo de sistema es Quitely.02
  4. Cruzando el bosque, Emily Carroll. Sapristi. Sapristi afina su catálogo, se está convirtiendo en una casa a vigilar permanentemente. Este libro será mi lectura de Halloween (hay que entonarse en lo gótico y los terrores en estas fechas)04
  5. ¿Podemos hablar de algo más agradable?, Roz Chast. Reservoir Books Una de las novelas gráficas importantes del mes, ojo con este título.roz
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Alegrías del Premio Nacional a «Las meninas»

Ayer se ha hecho público el Premio Nacional del Cómic de este año, que ha recaído en Las meninas. menisEs un galardón que me alegra muchísimo porque las cosas nunca vienen solas, hilvanan hechos, implican consecuencias. Y elegir este y no otro título tiene, aquí y ahora, mucho valor, en mi opinión. Es un buen empujón, otro más, a una microindustria siempre necesitada de achuchones.

El premio siempre es un asunto mediático, claro. Cada año una obra lo recibe y su editor puede celebrarlo, con sus más cercanos y con los autores, con champán porque seguramente de esa obra venda un buen montón de ejemplares a partir de ese momento. Y los venderá en ocasiones (quién sabe si muchas o pocas) a lectores no habituados al mundo de la historieta -aunque no conozco a nadie que sí lea cómics que no se haya rendido a esta obra, conste también. Y ahí está una de las causas de mi profunda alegría esta vez. Creo sinceramente que Las meninas es una obra pensada para un lector maduro que no lee habitualmente historieta. Y si hay que posicionarse, me posiciono en la defensa de ese espectro de lector, que además conlleva nuevos modos y lugares de venta. Creo que tras cuatro décadas de un impositivo sistema de distribución  se está probando, ya desde hace lustros pero aún en modo «poco a poco», un nuevo canal, generalista (el mercado de librerías especializadas, un logro en su  día ¿un lastre hoy? tema para otro post). Y una obra sobre Velázquez me parece un reclamo fabuloso para ese lector ocasional, curioso, culto, que no pisa Norma Cómics pero se pasea los sábados por La Casa del Libro. Trata sobre uno de los más importantes protagonistas de la historia del arte nacional y  mundial, que retrata llamativamente en su portada. Y cuando abrimos y leemos su contenido, apreciamos que la mirada excede el biopic más obvio para configurar un discurso personal sobre el arte, el papel de las obras maestras en la historia del arte, la necesidad de crear, el papel del artista… Nadie puede no advertir que ante la obra de Santiago García y Javier Olivares estamos enfrentando un profundo trabajo de autor, personal, intenso. Y así se rompen muros y barreras, demostrando que los cómics no eran solo aquello, eran también otras cosas.

Me alegra que la obra nazca para el mercado español, y que desde el mercado español haya conseguido vender derechos de edición a Francia e incluso, en breve,  Estados Unidos. Es el camino deseable (aunque, lo sabemos, de momento el menos práctico)

También me alegro mucho por los autores. García es una de las figuras poliédricas más constantes en la historia del medio. Como traductor ha crecido con la Marvel en vena. Como teórico ha participado en las propuestas más importantes de los últimos treinta años (Ú a la cabeza pero sin olvidar ese magnífico proyecto de revista de divulgación que fue Volumen, a mi juicio aún no superada en su rango) y ha coordinado o escrito algunos de los libros más interesantes de la historia reciente de la teoría del cómic en España. Y como autor tiene ya en su haber una serie de virguerías recomendables, que hacen con la práctica buena toda su teórica. Así ve el cómic García, como cuenta en sus textos, como leemos en sus cómics. Y menuda visión: Fútbol; El Vecino; Beowulf; Tengo Hambre... Pero por virguero que sea el resto de su obra, lo de Las meninas es un hito, una burrada de tal calibre que solo puede enfrentar, como creador, obviando la altura y trabajando mucho, mirar para adelante, no para abajo. García tiene ya nueva obra publicada, un ¡García! con Luis Bustos que demuestra eso, que las obras ya creadas están para seguir creando, no para atorarse.

Pero si me alegro mucho por García, no se puede medir lo que me alegro por Javier Olivares. Principalmente, porque creo que Olivares era una de las más importantes figuras del cómic de vanguardia, un autor que lleva en activo desde lo sochenta, de producción breve, esquivo pero que cada cosa que entregaba demostraba que la cantidad no es la calidad, que esta se encuentra en la producción dispersa también, cuando produce alguien de mucho talento. Desde los lejanos Cuentos de la estrella legumbre a ese relato costumbrista de los noventa llamado «Dios bendiga cada rincón de esta casa» (dentro de Estados carenciales), la carrera del ilustrador era un ramo de obras intensas y necesarias. Javier Olivares merecía, de una bendita vez, una obra que le pusiese brutalmente en primera línea. No necesitaba de premios pues la fuerza de su trabajo está en la obra misma, pero seamos sinceros: que cuatro críticos de cómic la alaben en blogs o una recóndita sección de diarios no era suficiente. Las ventas pausadas pero parece que constantes de Las meninas (va por segunda edición) sí que puede serlo. El galardón del salón barcelonés fue el primer paso de gigante mediático. Y el Nacional es el estrepitoso amplificador que sigue mereciendo Javier Olivares. Como My Bloody Valentine, lo que hace merece el máximo volumen y el Premio Nacional es exactamente eso. Y no puedo esperar a lo próximo que saque Olivares, añado.

Y más aún me alegro porque, bueno, Las meninas, al final, es lo que es, una de las ficciones más excitantes, sugerentes, delicadas, apasionantes, profundas y hermosas que leo últimamente. Y así al final todos ganamos, sin necesidad de premios, pero si vienen, pues como la tapa de cayos cuando pides una caña… dan lustre.

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Generación X 2.0

¡Que se me pasa e arroz con este texto!. Nadar, Asker y Cho

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CuCo 4

Desde hace unos días ya está disponible el cuarto número de CuCo, Cuadernos de cómic, la revista que Gerardo Vilches y el que firma aquí codirigimos para solaz y reflexión de todos vosotros.

Gratuita como siempre, y remodelada su web para poder descargar no solo el número completo si no también texto a texto, los contenidos de este cuarto cuaderno pasan por dos estudios muy jugosos donde aparecen nombres mayores: Hal Foster, Paco Roca, Gallardo o Altarriba y Kim. Nombres a los que se añade una entrevista tamaño XXL a Manuel Bartual (Sexorama, ¡Caramba! Orgullo y Satisfacción…) que completamos con un texto a cuatro manos de menda y Gerardo, centrado en la editorial ¡Caramba!

Y por supuesto, críticas, un buen puñado, en el estilo ya característico de nuestro proyecto, de análisis riguroso que va más allá de la aproximación meramente informativa )o, por supuesto, del «me gusta/no me gusta»).
Descárganos en nuestra web

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La portada de Frank Miller

«Una simple locura, sin principios serios y sin alcances; […] para diversión de los papanatas en los residuos de las escuelas»

Arsène Alexandre (1859–1937), columnista de «Le Figaro», a propósito del Impresionismo.

Lo  primero que quiero que tengas claro es que a Frank Miller se la pelas. Y yo. O no. Lo primero que hay que entender es que Miller sabe lo que hace y porqué lo hace. Evidentemente es un creador y es consciente de ello, crea para nosotros, pero el autor puede tener unos objetivos que no son un remolque de las expectativas de su público. Esto, que en otras artes es un elogio al artista, parece no ser asimilado por la cueva fandom del mundo del cómic. Parte de la cueva, al menos, la que ha macerado su «canon» en el tebeo comercial estadouidense donde el naturalismo gráfico es la base del dibujo del género, en la línea de Neal Adams, John Byrne, Barry Windsor-Smith, George Pérez o Michael Kaluta. Curiosamente siempre hubo otra línea no naturalista que fue alegremente rechazada, la de Kirby, Ditko, Simonson, Mignola… bueno, no rechazada, pero eran los «autores estilizados», los arties, digamos. Muy admirados, pero a menudo acompañados de sentencias como «sus limitaciones como dibujante las compensa con una estética, puesta de página, soluciones narrativas etc etc». Pero no, porque dibujar cómics no es hacer ejercicios de primero de Bellas Artes en las plazas del pueblo, sentado con tu cuaderno de bocetos copiando a sanguina un balcón, un vendedor de castañas o una fuente. El cómic no es eso, no es copia o naturalismo (que en todo caso, son opciones, para el punto de partida gráfico del autor de historieta).

Miller siempre jugó en esa liga de los «señalados». Los que hoy critican al último Frank Miller olvidan que ya en sus tiempos como autor de Daredevil le llovían por «Mal dibujante» y que toda su carrera arrastró ese tipo de san-benito como dibujante. No me explico al respecto: el dibujo de cómic es lo que es, e incluso saliéndonos de las márgenes del noveno arte, el dibujo es lo que es, y supera los códigos academicistas del realismo o la mera habilidad, claro, y se adscribe a una primera necesidad expresiva, desde hace muhcos años. Más de cien.

Attrazione

Munch, 1896

Miller, lastrado por una enfermedad severa, la ha montado, muy conscientemente, con su regreso tras bastantes años de ausencia. Y lo ha hecho rompiendo la baraja:

miller

El retorno del caballero que nos ciega

La realidad es que esta portada/contraportada me parece brillante, no por sus logros académicos, de perspectiva, proporción etcétera (vuelvo a Munch para abundar en el tema, y es verdad que ahí «falla»), lo es por actitud, porque con ella su autor ha logrado lo que pretendía: ser, con un único dibujo, el centro del universo de la historieta a nivel mundial. Cuarenta años rompiendo barajas obra tras obra (alguna fallida, claro, pero siempre en el ojo del huracán) y aquí lo tenemos de nuevo con un dibujo feísta, que se pasa por el arco del triunfo cualquier amago de corrección, cualquier «ética del buen dibujo», pero que vuelve a ser potente como un tsunami, provocador como Detritus, el personaje-cizaña de Astérix. Y del lector más anónimo al autor de Marvel más respetado, todo el mundo gira alrededor de ese Hombre de Acero que nos revela su pene tras el calzón, que exagera icónicamente sus puños como explicándose con el dibujo sin más, que es todo locura, un elogio de lo irracional. Locura en la praxis del oficio por parte de Miller; también locura y rabia y fuerza como icono, en el discurso que la propia imagen ofrece. Y es también un elogio de la debilidad, porque insistimos, Miller, muy enfermo, es un cuerpo muy vencido. Pero un alma muy rebelde aún. Los twitts que le acusan de acabado soportan un ideal conservador del arte, mientras que el bueno de Miller demuestra que está aquí para morder y reírse, para azotar, para follaros vivos, con su cuerpo debilitado pero con su espíritu aún en llamas de creatividad loca.

Por cierto, Atom muestra, sin desdecir del estilo alocado, unas proporciones mucho más «lógicas», nadie lo dice.

atom

Del mismo modo un nuevo dibujo (de Batman) filtrado muestra que el autor de Ronin sabe y aún puede, si quiere, moderarse:

batman miller

Se ha leído también que si no se supiera que lo ha hecho Frank Miller, muchas de las opiniones arrojadas -las positivas, claro- «tendrían a un sentido contrario». Pero no podemos desligar obra/artista. No podemos comprender a Goya ni a Boticelli sin conocerlos, esto lo sabe cualquier alumno de primero de historia del arte. Y por supuesto que no podemos opinar de una portada de cómic (si creemos en la naturaleza artística del cómic) sin entender lo que su autor pretende con ella. Porque no, claro, no hay un canon que aplicar ni una norma matemática. No es cuestión de medidas y plomadas, reglas de oro y recetas magistrales.

Y por otro lado, por supuesto que no opinamos lo mismo de esto…

DK I

Miller, Jackson y Varley, El retorno del Señor de la Noche (como se llamó en la edición de Zinco)

…que de este chiste.

RISSO

100 Balas. Azzarello (guión) y Risso (dibujo), desconozco el capítulo concreto de esta imagen, los coloristas de la serie son Grant Goleash y Patricia Mulvihill, según la wikipedia

 

 

En fin… como siempre, todo el revuelo sirve antes que para juzgar a Miller, para conocer posiciones del lector y ubicar a cada quien en un lugar.

Y puede que DK III resulte una castaña. Pinta mal, un trabajo quizá no de encargo puro y duro pero sí de coyuntura para sacar más pasta (realizado casi en tercer plano por salud, asistido por dibujantes y guionistas). Lo comprobaremos cuando salga. Pero mira, es Miller, sin él el cómic no sería lo que es hoy. Es el autor más importante que ha dado el medio, posiblemente (o uno de los diez más importantes, seamos flexibles, tampoco importa mucho la boutade, me entiendes). Y hace bien en darle a la manivela de nuevo, para lo que le salga de los huevos (¿sacar pasta? ok, Miller, lo que quieras, estás de vuelta tras ir y volver unas diez veces, tú puedes) , y además, es evidente, va a lograr también ese objetivo, va  asacar bastante calderilla con DK III, olé él.

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La pazienza ha un limite, Pazienza no!

La carrera de Andrea Pazienza cabe en un arco que va de 1977 (Le straordinarie avventure di Pentothal en Alter Alter) a la fecha de su temprana muerte, 1988. Hoy, 2015, podemos disfrutar del primer volumen de una edición integral de su personaje Zanardi, lo cual nos retrotrae a la lectura de historietas de hace, groso modo, treinta años.

Zanardi en sus cinco portadas

Zanardi en sus cinco portadas

En las páginas de Pazienza se advierte sin duda el peso y el poso de su tiempo y lugar, un cómic de vanguardia ochentera afilada que se mira en el underground americano de los sesenta y en los exploradores europeos de los setenta. Que se inserta cómodamente en la ola de experimentales italianos que desde los últimos setenta hicieron de «la bota» un lugar de referencia para el cómic.
Hablamos de historia del cómic… y sus páginas abigarradas, su búsqueda de estructuras abiertas, su aire de improvisación y sus juegos metalinguísticos podrían recordarnos a un ramillete de historietas que ya huelen a polvo en el camino que dejamos atrás. A pasado, en fin. Basta venirnos a nuestra España de la transición para encontrar obras que, efectivamente, dan lecturas a las que los años han puesto en un sitio demasiado focalizado. Sió, Maroto, Luis García, por ejemplo, son (grandes) autores que en algunos casos han entregado obras absolutamente trascendentes para su momento y para el devenir de la historia del cómic español, pero cuya lectura, hoy, descontextualizada, puede hacer aguas, porque inevitablemente son de su tiempo y precisan de su tiempo, para su completa y compleja asimilación.

Pero leyendo a Pazienza no ocurre eso. Ojo, insisto en que Zanardi es un producto de su época y sus páginas, su especial locura, nos retrotraen a los ochenta sin ningún tipo de duda. Pero hay algo, una vibración determinada, que nos hace sentir también en ellas una verdad atemporal que se sobrepone a los ejercicios de estilo, a las soluciones de ruptura, a los ánimos de búsquedas y al reflejo de su tiempo-lugar. Lo trascendente de Pazienza está en eso que cada vez, afortunadamente, vemos más en el cómic (y que siempre hubo, claro, pero acosado por el interés entrópico de las editoriales en vender un determinado producto a un determinado target lector en unos determinados puntos de venta).  Lo importante en Zanardi es la porosidad de la obra, que nos filtra a medida que vamos leyéndola en el espíritu íntimo del autor.Zanardi-Andrea-Pazienza-03 Zanardi es la tortuosa, ególatra, cachonda, desmitificadora, inquieta cabeza de Pazienza. No cabe comparar Zanardi con otras obras porque lo importante no es su contexto, sus referentes o sus consecuencias como obra de arte. Lo vital es cómo sus páginas apelotonadas, sus ideas como un regurgitar de viñetas, sus atrevimientos con la forma y con el fondo, son el reflejo fascinante de una persona fascinante. Leyendo el libro no necesitas acudir a la «wiki» para conocer o cuanto menos intuir a Pazienza, ¿no es evidente tras la lectura que este precioso libro (otra vez «precioso» se asocia a Fulgencio Pimentel, es así) nos retrata un autor inquieto, versátil, tortuoso, autodestructivo, salvaje, intenso, contradictorio y muy, muy divertido?¿No es el de Zanna un retrato fascinante de su creador, antes que un argumento bien templado o una batería de alucinantes juegos con la página y el estilo?
Claro, lo es (y de paso, lo de la batería de juegos alucinantes también). Y aquí está el gran logro, pienso, de este joven que falleció por un pico pasado de rosca, una mala  noche del 16 de junio de 1988 en Montepulciano. O quizá, según fuentes, no falleció por sobredosis pese a un pasado yonki (que logró superar, en principio), parece que no está 100% claro el motivo de su muerte a los 32 años. Cabe la leyenda, y eso vuelve a hablar de la fuerza de su obra, capaz de contarnos entre pliegues argumentales más de su creador que de sus personajes de ficción… pese a constituir al tiempo un acertadísimo retrato generacional de la juventud de los ochenta… si es que tiene tela, Zanardi.

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