EL LAMA BLANCO, de Jodorowsky y Bess

Lo primero, esto NO es del todo una crítica del integral recién editado por Mondadori, ya que he leído como medio libro, nada más.

lama

En todo caso, la experiencia me sirve para la reflexión. Mi recuerdo de los tomos de Norma era muy bueno (los cuatro primeros, llegué a comprar, entre 1989 y 1991), un tebeo de un guionista que por entonces, con veinte años más o menos, me gustaba, era muy divertido y al tiempo bastante loco, con un universo propio, flipado, místico. Y tenía una aureola de auteur incontestable, la del artista multimedia de verdad (en la misma época se estrenó Santa Sangre en un estival de cine compostelano, por ejemplo).

La historia me parecía interesante, una mirada rigurosa al Tíbet histórico trufada de ese mundo místico y desdoblado del autor de El Incal, algo que se ajustaba como un guante, claro, al mundo espiritual del budismo tibetano. Todo dibujado maravillosamente, para mis estándares de aquellos días.

¿Entonces qué coño ha pasado, porqué hoy me ha parecido una castaña y no lo he podido acabar? Bien, no podré responder pero sí conjeturar con tres vectores:

  • Los años han hecho envejecer mucho, y mal, a la obra;
  • yo he cambiado como lector;
  • la evolución del arte del cómic en veinte años ha sido colosal y deja en paños a ciertos trabajos tenidos por magníficos.

Supongo que hay una mezcla de todo ello, cuestiones objetivas y subjetivas amalgamadas en un único resultado: no me ha gustado la relectura de El lama blanco, hasta el punto de abandonarla. ¿Análisis? Bien, el dibujo me parece muy bueno, un ilustrador meticuloso, minucioso y que lleva a una escenografía realista unos personajes con un acabado levísimamente caricaturesco. Además consigue ser perfecto ejecutor de dioramas de los paisajes y arquitecturas y sobresale al plasmar los delirios místicos de Jodorowsky, viajes astrales, trances místicos etcétera. Pero su puesta de página me parece agarrotada pese a intentar un dinamismo continuo, y me aburre, la siento avejentadísima, rutinaria, a veces (pocas) incluso confusa, lo cual no es la intención de los autores, por supuesto.

Pero si en Bess aún eencuentro los atractivos de la artesanía de lo minucioso, el guión hace aguas por todas partes, algo que me choca porque no lo tenía por tal desaguisado. Si en el mencionado Incal tengo la sensación de que la locura y el misticismo no dejaban de ser el ingrediente -principal incluso- de una evasión escapista, futurista y juguetona (me pregunto, ¿cuál habrá sido el peso de Moebius en esa sensación de locura chorras?) ahora me encuentro un «Manual de Trascendencia Mística para Dummies» intragable. Lo peor de la lectura de El Lama Blanco es su tremenda puerilidad, la sensación de que «Jodo» me está queriendo dar una lección de tibetanismo en mil viñetas, clases magistrales encapsuladas en una narración gráfica. El Tíbet es esto (lo bueno y lo malo, da

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