My own private Spiderman: a propóito de “Spiderman. Por fin desenmascarado”

SpiderdesenmacaraoLeer hoy, en los cuarenta (estupendamente llevados, gracias por preguntar) el tomo “Spiderman. Por fin desenmascarado” (Panini) , con historias clásicas del trepamuros fechadas entre 1969 y 1971, supone algo poderoso y uno de los motivos que me hacen amar al cómic por encima de otras artes.
Los tebeos que contiene el volumen (casi 500 páginas, ñam) arremolinan a dos de las firmas más importantes de la historia del Hombre Araña: John Romita, y un Gil Kane pletórico que aportará una estética entre alucinada y dramática. De chaval había algo que no me cuajaba en los lápices de Kane. Y su modo de dibujar los labios me molestaba de un modo visceral. Majaderías de infancia, por supuesto. Pero en esas líneas labiales se esconde, lo veo hoy muy bien, mucha de la verdad que el dibujante atesora: Kane reinterpreta la realidad. No la desafía como un Steve Ditko, sino que, representándola, la traiciona con leves pinceladas. Ahí están sus famosísimos, imposibles escorzos. Puro manierismo tras un renacentista como Romita.
Esa grandeza conseguía en mí algo muy importante. Aunque mi cabeza rechazaba a Kane (a través de razonamientos muy tontos, como el ya expuesto), el pulso lo necesitaba como el yonki a la aguja. Perdonadme la metáfora bruta, pero me explico. En este tomo hay imágenes que son más que imágenes. Son ideas poderosas que se han adherido a mi hipotálamo. Los brazos mecánicos de mi tocayo el Doctor Octopus, con el propio villano fuera de campo, en “Y llegará la muerte”, una solución aterradora, casi diría expresionista. O la aparición del Duende Verde, majestuoso y terrible, en el final de “Y ahora… ¡el Duende!”. O, sección bucólica, la escenificación de un paseo de enamorado entre Peter Parker y su novia Gwen Stacy abriendo “Un día en la vida de…”, delicadísima y planificada en un momento de iluminación divina.
Sí: en estos tebeos (ahora tomo “Gold”, antaño “grapas”) hay momentos que esconden un algo especial. Me pregunto cómo transmitir las sensaciones del crío que alucinaba con la escena de Peter soltando un manotazo a unos pandilleros y barriéndolos como naipes (en la página 15 del libro de Panini), que yo hasta imitaba por los pasillos de casa.

Un gran poder...

Un gran poder… (by Romita)

Hoy, con unos tebeos Marvel (no todos: algunos, muchos) para púberes hormonados donde lo único que parece importar es dibujar cacho y cachete de tiarronas en mayas y muchos dientes en los viriles rostros de los héroes masculinos, la sencilla demostración de poder que ofrece Parker en este momento, con su cara de “estoy en otro lugar, ni atiendo a lo que me rodea”, seguramente no puede ser entendida. Eran unos tebeos más puros, que apelaban a la imaginación infantil, que no adolescente, y paradójicamente a emociones complejas (el poder, el amor, la pérdida, el peligro) con una tremenda capacidad para lograr trascender el entretenimiento volátil, y debemos celebrar que las editoriales apuesten por su recuperación.

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