La percepción general de la historieta.

Estos últimos días ha vuelto a surgir otro de eso temas cíclicos: la conquista mediática y social de la idea del cómic adulto. Por la parte esperanzadora, se publicó un interesante artículo (éste) donde se defiende que la idea va calando, y que además es cierta: el cómic puede ser un idóneo vehiculo de historias para lectores maduros. Por otro lado un testimonio del autor gallego (¡Marca Galiza!) David Rubín, ponía desde la experiencia personal un gran puntito sobre la I: en las sesiones de firmas el autor de «El Héroe» debe lidiar con adultos que se presentan ante él para regalarles a sus hijos pequeños obras del autor. Obras como El Héroe que por un lado están sobrecargadas de conceptos y reflexiones adultas (sobre el amor, sobre el poder, sobre lo mass-media, sobre la heroicidad, sobre la industria del ocio, sobre…) y por otro contiene escenas no aptas para lectores sensibles, ya no diré infantiles.

Que los tebeos eran esto...

¡Que los tebeos eran ésto…!

Es cierto, estoy convencido de que efectivamente hay mucho terreno que conquistar «en la calle». También de que hay mucho avanzado. Sobre todo en prensa. La radio también ha dado un paso en la consideración del cómic como un medio. Sin añadir coletillas tipo «infantil» o similar; simplemente, una forma de contar historias con capacidad para ser refinada y por lo tanto digna de atención. Y además, en algunos casos y no pocos, para lectores maduros (lo de adultos es otro estigma, lleva a confusión y prejuicios, a violencia y sexo: vamos a apartarlo por si alguien lee mal o entre líneas). La radio, en sus monográficos culturales, ha comenzado a percibir el cómic desde una mirada desprejuiciada. También la televisión, en esa zona de cultura, desde el gallego (siento el localismo pero es el ejemplo que veo más claro) «Zig-Zag» a «La Mandrágora» en su día (TVE 2) o incluso, a veces, en «Página 2», el magazine literario de, también, TVE 2.

Pero en los espacios generalistas la batalla está, hoy, perdidísima. Nombremos: «La ventana» de la SER suele degradar al medio de un modo casi cruel; los telediarios de cualquier canal ni digamos, allí el desaguisado es atroz, y la empanada de topicazos despreciativos es abundante (material infantil -como si ello estuviese en el adn del cómic-, frikis disfrazados de Son Goku, cambio de sexo de Wonder Woman y demás tonterías del maintream USA…).

Así somos lo lectores de tebeos.

Así somos lo lectores de tebeos. Claro que sí.

Uno echa de menos la actitud de Ignacio Escolar ante el cómic en el (llorado) Público, un diario donde la historieta implemente se colaba en las páginas de cultura casi a la primera ocasión. Sin pedir permiso, sin acotarla a una sección de cómic. Si el conflicto palestino se recrudece, Joe Sacco aparece en una breve columna de cultura. Si se habla de la historia de japón a raíz de una exposición en Madrid, un separata recuerda «La época de Botchan» de Jiro Taniguchi.

Este es el entorno que yo deseo a la historieta.

Porque mientra el cómic sea reducto especializado (de secciones propias, por ejemplo) predigo que quedará mucho camino por recorrer. Porque desengañémonos, la gente NO ES CULTA. Entendamos cultura no como simple acopio de conocimientos, sino una suerte de inquietud y apertura.  Hace días solté en redes sociales una boutade (para eso están las redes ociales ¿no?):

  • Solo un INCULTO del copón o un TONTO del culo puede pensar en 2013 que el cómic es hoy algo para niños.

    (Tranquilos, no creo ser demasiado mediático y dudo que me leyese demasiada gente, no abrí heridas ;D)

    Más allá del tono y el estilo Twitt (lo era, 140 caracteres) la realidad es que lo pienso y digo muy en serio. El ciudadano culto no puede entender hoy por hoy al cómic como cosa de niños. Todos los meses puede leer artículos ponderados sobre alguna novedad nada infantil, en su diario habitual. Por lo tanto la cuestión estriba en si la industria, las editoriales de historieta, quieren llegar a potenciales lectores que no se muevan en filmotecas, revistas de arte, música alternativa, programas radiofónicos como «El ojo crítico», suplementos tipo «Babelia» o magazines sobre historia. Ese es el target a ganar, el de un lector potencial que consume no por información sino por publicidad (y por tanto que se salta secciones como Ópera, Danza Teatro o… Cómic, en los diarios -si lee diarios…no todo el mundo lee prensa escrita hoy, me temo-). Que va a ver la de los Oscar, que compra el próximo «tiempo entre costuras» por la inercia de un aparato publicitario. Que va a la firmas de David Rubín pero se imagina que lo que hace es para su hijo de seis años. Que en fin, se mueve en un «rango posible» ya que tiene un nivel cultural, le gusta la cultura aunque no sea proactivo y se deje llevar por la publicidad mediática. Que por sensibilidad y nivel, en fin, puede leer y disfrutar «Arrugas» o lo nuevo de Emmanuel Guibert, si de algún modo le llega.

    El trabajo pues está en saber cómo le puede llegar. La conquista de los mass media generalitas, insito, será una plaza muy, muy importante en esta carrera de obstáculos.

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