LA ISLA DE LOS CIEN MIL MUERTOS, de Jason y Vehlmann

Publicado en Faro de Vigo el 19 de Abril de 2013

Piratas del Caribe antropomórficos.

El regreso de Jason, acompañado a los guiones de Vehlmann, nos devuelve a su mundo de tópicos dados la vuelta y ambientes desasosegantes.

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“La isla de los cien mil muertos” (Astiberri) supone la incursión del noruego Jason en uno de esos géneros o subgéneros narrativos trillados, manoseados por una tradición que ha dado sus obras maestras hace mucho (para el caso nadie duda que en 1883, cuando Stevenson publicó su «La Isla del tesoro»). Una de piratas.

Pero quien conoce a Jason sabe que nada es lo de siempre bajo su espejo deformante, espejo de tacto gélido. Ahora, además, con la complicidad de Vehlmann, quien se encarga hoy por hoy de las historias y aventuras del icónico Spirou. Este guionista pone su gusto por lo codificado, lo genérico, y un humor acaso más directo que el de Jason, autor oblicuo en todas sus facetas.

La historia es buen ejemplo de este aliento casi disparatado que, quizá, aporte Vehlmann: buscando a su padre supuestamente naufragado, una niña recolecta a unos piratas para conquistar una isla del tesoro que, en realidad, es una escuela de verdugos. Escuela donde aprendes a torturar y ejecutar. Verdadera burrada que por los lápices de Jason y su toque distante, adquiere connotaciones surrealistas.

Un mapa del tesoro: los cuentos raros de Jason

Un mapa del tesoro: los cuentos raros de Jason

En realidad no importa demasiado el dilucidar qué parte del mérito la tiene quién: ¿Jason o Vehlmann? La realidad es que podemos hablar de perfecta simbiosis. El guionista da el toque de comedia de situación, y el dibujante aporta el aire gélido, extrañado, que suele dar a todas sus obras. Aunque de apostar, bueno: esta isla de aspirantes a burócratas asesinos guarda mucha relación con otros libros del noruego, francamente.

Excelentemente coloreado por Hubert, con un dibujo ya clásico en Jason, enfermizamente limpio, narrado a través de páginas cartesianas (casi siempre compuestas por 9 viñetas de idéntico tamaño) y desde una distancia extrema donde no vemos implicación autoral con la trama o los personajes, esta historia de piratas no es trepidante, ni encantadoramente romántica, ni mucho menos previsible. En todo caso, sirve de metáfora de anhelos y carencias que todos podemos sentir cercanos

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