CENIZAS, de Álvaro Ortiz
Artículo publicado en Faro de Vigo el 7 de Diciembre
Un cómic de carretera y manta.
Literatura de viajes iniciáticos y el subgénero de las “road movies” son la base para “Cenizas”, historia autoral y libre de una travesía en coche de tres antiguos amigos con un destino incierto.
Álvaro Ortiz fue el último ganador de la beca AlhondigaKomic, la cual premiaba a un autor nóvel (desde 2006 y anualmente) con una estancia anual en La Maison des Auteurs de Angulema, para desarrollar una obra de historieta. El resultado es “Cenizas”, y digámoslo de entrada, supone uno de los trabajos más reconocidos que la historieta nacional ha brindado en 2012. Que hace unas semanas se conociese la noticia de la supresión de dicha beca resulta incomprensible, dada su oportunidad para incentivar la creacióin artística, y por los notabilísimos resultados obtenidos en las obras que disfrutaron de ella.
Despachado nuestro lamento y reclamando la reconsideración de suprimir una buena iniciativa para un medio creativo en que no abundan las ayudas externas, la realidad es que “Cenizas”, nazca gracias a esta beca o no, es interesante en sí mismo, y lo es gracias a un talento que ha crecido meteóricamente. Álvaro Ortiz es joven pero en su obra vemos a un autor con personalidad y mundo propio (tanto la infantil, terreno en que ya se mueve con soltura, como en la novela gráfica más adulta que ha bordado ahora). El acto de viajar, lo fantástico, iconos populares como los piratas y los misterios sobrenaturales, un humor fino, personajes con un punto perdido, son motivos que abundan en sus trabajos.
También en “Cenizas” (Astiberri Editorial), un relato sobre el reencuentro de tres amigos distanciados por la vida que se tiñe de setimientos agrios, derrotismo e incertidumbre. Pero también de esperanzas, una idea sólida de lo que es la amistad verdadera, y una asunción del crecimiento personal. Todo injerto en una trama rocambolesca con macarras criminales, monos circenses, presencias fantasmales, drogas, libros de Paul Auster y discos de Pixies. Una historia de amigos en la carretera con una extraña misión.
Pero además de mundos propios (que amalgaman muchos otros, de Auster a los hermanos Cohen, pasando por “Corazón Salvaje” de Lynch o incluso el humor de cierto vitriolismo muy ibérico) en Ortiz hay mucho talento como narrador gráfico. El ritmo perfectamente sostenido de las 188 páginas de “Cenizas” obedece a una soltura y capacidad enormes a la hora de enfrentarse a los pequeños detalles, como el dibujo despojado y básico, la diagramación bien calculada de sus páginas, o la estudiada selección de tonalidades y gamas cromáticas. Y también se sostiene el conjunto en el aplomo para dominar también los ritmos generales, el tono de las diferentes escenas, las voces narrativas, la estructura global de la obra y el ritmo argumental global. Sólo desde un buen gobierno de todos los recursos de la historieta puede lograrse una novela gráfica como ésta, donde lo calculadísimo aparenta espontáneo y hasta descuidado.
En este sentido, “Cenizas” parece crecer ante la mirada del lector de un modo improvisado o caótico, aunque realmente se puede vislumbrar el cálculo esmerado en cada requiebro argumental, en cada línea de diálogo, en la fuerza icónica de los dibujos de Ortiz. Y así, sin darnos cuenta, como si fuese sencillo, esta novela gráfica desgrana con aparente llaneza un cuento para mayores que nos aturde, nos reconforta y finalmente nos deja con ganas de volver a leerlo. Es lo mejor que puede pasarte con una obra de ficción.
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