Brandon Graham
PROPHET 2: HERMANOS, de VV.AA.
Artículo publicado en Faro de Vigo
Espacio profundo, futuro y lejano.
Pocas series mensuales norteamericanas gozan de un aliento personal tan claro como “Prophet”, una odisea cósmica hermética y arriesgada.
“Prophet” es una creación anodina del anodino Rob Liefeld. Hizo sus tebeos anodinos, y cayó en el semi olvido hasta que Brandon Graham retomó la figura, el nombre y poco más. Y entonces la cosa cambió. En manos de Graham, “Prophet” se convierte en el relato futurista y oscuro de un posible renacer de la especie humana en un tiempo en que ya ha caído. Y poco más se puede contar, gracias al tono inteligentemente opaco de la obra.
Ese es el principal atractivo de “Prophet” (del que Aleta ediciones saca ahora un tomo 2: “Hermanos”), el retratar un momento y lugares lejanos, extraños, ajenos a nuestra realidad, perdidos en el futuro. No hay asideros, no estamos en el planeta de Han Solo, con sus ademanes de western y sus malos de péplum, sino en una civilización monstruosamente exótica, que desarrolla conceptos cercanos a la “Nueva Carne” mezclando lo orgánico y lo mecánico, consciencias en cuerpos amorfos y humanos que son cosas clónicas. Los sentimientos, las relaciones sociales, las civilizaciones en “Prophet” nos son ajenas y poco comprensibles.
La astucia de este cómic está en equilibrar lo hermético con cierto sentido de Mcguffin, por lo que el lector, que en su formato original americano se enfrenta a un comic-book mensual, tiene asideros argumentales para querer seguir comprando el título: hay una misión para Prophet y hay muchos Prophet clones.
Tebeo, en fin, de puro género fantacientífico que desde una sensibilidad actual recupera la rudeza de Richard Corben y la imaginación sin brújula de Moebius.
En este tomo la mayor parte del acabado gráfico recae en Gianni Milonogiannis. Y sin hacer un mal trabajo (es eficazmente atmosférico, cualidad muy pertinente para “Prophet”) no logra que olvidemos el arranque de la serie, con un barroco Simon Roy que se ajustaba a este apocalipsis como un guante. OB
0PROPHET, de Brandon Graham
Recupero el texto que publiqué el 5 de Abril de 2013 en Faro de Vigo (ayer, vamos), lo amplío para este blog y rectifico una de esas gambas que se te cuelan en el cacúmen y das por cierta aunque leas la forma verdadera treinta veces. Hasta que ves, cuando nada se puede hacer, que no estabas en la vía correcta (Brandon Graham, con M, no con ‘n’ final)
El futuro es el Apocalipsis.
Brandon Graham retoma un viejo personaje para reverdecer el subgénero de la ciencia ficción apocalíptica.
“Prophet” es un héroe surgido de la cabeza de Rob Liefeld para “Image Comics”. La editorial formada por dibujantes-estrella en los primeros noventa fue un hervidero de despropósitos, ya que entre tanto ilustrador de barroquismo epatante hubo poco talento narrativo. Afortunadamente de contar historias sí que sabe Brandon Graham, que en 2012 retomó la idea básica de Liefeld, la desnudó de todo lo accesorio (esto es, del estilo, el tono, el diseño… bueno, que dejó la idea básica nada más) y creó una odisea cósmica, futurista y severamente apocalíptica que ha triunfado por el boca a boca, blog a blog.
Aleta Ediciones se hace eco del mentado run-rún, y publica en castellano una serie en tierra de nadie. Arriesgada. En un futuro donde la raza humana ha desaparecido, cae a la tierra una nave con el último hombre, o algo así: un mesiánico John Prophet que estará destinado a reverdecer el reinado cósmico del homo sapiens… si sobrevive. Decía que arriesga Graham, porque está claro que “Prophet” es un relato evasivo y de género bien codificado, alejado de la moda de lo cotidiano que hoy es, a priori, más atractiva al editor. Y por otro lado, no se trata, ni mucho menos, de tebeo de superhéroes. Ya no solo en lo argumental sino ni siquiera en tono. Crudo, a veces feroz en la exposición de lo carnal, la serie se aleja de los estándares de limpieza que todo tebeo de Marvel o DC.
Para hacer crecer su argumento el autor cuenta en este primer tomo con un par de dibujantes aparte de él mismo, que en este primer tomo se marca un capítulo-homenaje a Moebius. Destaca Simon Roy, dibujante barroco, plásticamente potente, que puede recordar a una versión algo más amable de David Rubín, Paul Pope o incluso Geoff Darrow empapada de influencias ochenteras (a veces parece que nos ubicásemos, viendo los paisajes apocalípticos y minuciosos de Roy, en una suerte de encarte recuperado del “Zona”).
Arriesga, insisto. Porque no se alinea con nada (salvo quizás la corriente de cómic neocósmico que en castellano tiene su bandera en “Pudridero”) y porque no sacrifica su tacto lijoso en aras de ser más para todos los públicos. Las aventuras de Prophet, como he comentado ya, son secas, duras, diría orgánicas porque se regodean en los estragos de la carne, sufridos en una constante pugna con razas alienígenas. Amputaciones, vómitos, heridas… parecen la energía de recarga para el personaje. Y es ese tono poco dado a rodeos, afilado pero oxidado, lo que hace especial aquello que de otro modo, con otra contención, sería una ficción de aventuras espaciales más.
Porque esto no es space ópera, o en todo caso sería la que podría supurar la mente de un Cronenberg haciendo Mad Max. Por eso, posiblemente, en ocasiones nos recuerda a Jorodowsky si lo desvestimos de todo su rollo místico.
Si a mayores Graham y su equipo nos regala unas formas de narrar con un toque especial, donde el uso de cartelas sabe bascular entre la información y el despiste, y si a servidor, y sé que aquí más de uno y de dos arqueará las cejas, le recuerda en un algo, un nosequé, al mismísimo periplo del Capitán Torrezno (quizá por enfrentar al hombre solo a una realidad nueva, inesperada e impuesta por demiurgos caprichosos), pues ¿qué puedo concluir? Sorpresa muy recomendable, que además remata con una coda ilustrada maravillosamente por Emma Ríos, vecina de Vilagarcía de Arousa y reputada dibujante de Marvel (entre otras aventuras estadounidenses)
Continuará (en el tomo 2, ¡y lo quiero pronto!).
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