Viñeta aislada de Watchmen

Ponerse a hablar de Watchmen en un blog y a estas alturas. Ridículo. Si no sabes qué es Watchmen, el cómic, culturízate: léelo, lee cosas sobre él (hay hasta monografías publicadas, ya no te digo buenos artículos) y luego me das las gracias por descubrirte ese tebeazo.
Yo, por cierto, creo que es colosal, enorme, pero no magistral. Por ello hasta me han insultado, es lo que tiene el frikismo, sea comiquero, sea futbolístico.
Pero vamos al tajo: hoy, en ‘SdV’, sección «Viñetas aisladas»… ¡una de las viñetas más famosas de la historia de la historieta!:

«Watchmen» 09: «The Darkness of Mere Being», de Alan Moore, Dave Gibbons y John Higgins, 1987.

Es difícil hablar en este tebeo de una viñeta aislada, y a la vez, muy fácil. Difícil porque es obra secuencial, y muy secuencial, donde casi cada viñeta precisa para completarse de las previas y las que le siguen, y de toda la página (como mínimo). Esto es así en todo tebeo, ya, pero en Watchmen el ejercicio de estilo visual es tan patente, jugando con el punto de vista, con ligeros desplazamientos del eje desde el que se ven las secuencias, etc, que es arduo hablar tan solo de una viñeta. Sin ir más lejos, la página entera de la que extraigo esta, es bellísima.

Pero también es agradecido centrarse en una sola estampa, porque Moore y Gibbons han sido detallistas, meticulosos en la composición interna, en la disposición de los elementos dentro del marco de las cuatro paredes de la viñeta. Hasta extremos enfermizos.

Por si alguien no conoce la portada del nº 1 de «Watchmen», y esto es necesario conocerlo ahora, es esta:

Ahora volvamos a nuestra viñeta. Los actores del drama conversan paseando por Marte (no entraré en detalles, digamos que un interlocutor es prácticamente un dios, y si le da la real de hablar contigo por el suelo de Marte sin que te mueras en el intento, lo hace y fiesta). Toda la charla consiste en un humano intentando convencer al ser semi divino de que retorne a la Tierra, que la cosa está mu mala, mientras que Dr. Manhattan, nuestro héroe de piel celeste, asevera que la vida humana le resulta ya intrascendente. Finalmente, «ve la luz», comprende la increíble complejidad del milagro de cada ser humano único e irrepetible y decide abandonar Marte (que en principio le parece un lugar más interesante que su ultrapoblado hermano), y decide retornar a un mundo con oxígeno, semáforos y emisoras de radio.

Y la viñeta muestra un instante que refuerza visualmente esta idea. Marte es orgánicamente estéril (algo que hasta hace bien poco no suponía ningún pero a Dr. Manhattan) pero Gibbons lo enfoca en vertiginosa panorámica con un sol intenso, en su amanecer. El Sol, por supuesto, es la única y primera razón de que exista vida en la Tierra.

Pero el punto que sin duda a todos dejó más perplejo en la lectura, fue descubrir en esta vista de pájaro cósmico que los protagonistas estaban ubicados en un cráter, y que ese cráter es, ni más ni menos, que ¡un smiley!, tal como el que ilustra la portada del número uno. No es este el lugar para descifrar intenciones, pero sí debemos señalar, como todos sabréis ya, que dicho cráter existe

El cráter Galle, en Marte

Interesa ahora el cuidado compositivo, cómo Gibbons dibuja ese cráter sonriente con la inclinación exacta que la chapita de «sonrisita» lució en la portada el número 1. Esto no analiza tanto la viñeta en si misma como el entramado de interrelaciones de la obra completa en uno de sus muchos ejemplos, lo sé, pero en cierto modo es interesante saber que ocurre. Porque con ello no solo dialoga la obra consigo mismo de un modo que solo el arte del cómic puede (por su esencia, uno puede pasar rápidamente las páginas y comparar aquella portada con esta viñeta en unos pocos segundos) sino que al establecer la condición sine qua non, comienza el juego compositivo interno del «cuadro» y que desarrollo lanzando vectores en su interior:

La mencionada disposición de «la cara» es en sí misma un reclamo visual, ya que en su orientación rompe la armonía interna de los elementos compositivos. Con aspa verde he recalcado esta circunstancia: donde los demás elementos obedecen a una disposición casi «solar» (como girasoles, todo, de la línea de horizonte a cada cráter, parece someterse al sol), un rostro humano tiene su propia disposición espacial, desafía su entorno. Lo supera, si se quiere. Recalca así la imagen la idea que está alumbrando Dr. Manhattan: cualquiera en el mundo es un milagro de la termodinámica, es un ser único, excepcional, que merece la atención, la admiración de un dios como él que trasciende el tiempo y el espacio y que «ve» y siente los átomos del universo. Es único, es distinto, es independiente, es lo mejor que ha dado la naturaleza, el universo. Por eso «smiley» tiene su propio eje, ajeno a la superficie marciana e incluso al sol.

Hablando de ejes, qué maravilloso, vertiginoso, el modo de inclinar la línea de horizonte en la composición de la imagen. Buscar un horizonte ortodoxo, sin esa potente inclinación, restaría intensidad y drama, sin lugar a dudas, al vital momento que supone esta viñeta y su diálogo.

Otras cosas interesantes son las sombras naturalistas que las tintas de Gibbons ofrecen. El Sol está rasante y genera potentes sombras en los cráteres, claro. El sol, otra vez, genera la realidad percibida. El Sol dominante (por cierto, ¿en off?¿es el Sol o tan solo sus rayos no que se ilustra?). Pero esta es una realidad muerta, inerte, sumisa (salvo, volvamos al símbolo, el smiley/cráter).

Y el color de Higgins, otro elemento de precioso equilibrio, juega con gamas cálidas tan solo rotas por las cartelas que reflejan los diálogos de Manhattan. Perfecto, porque Dr. Manhattan es un ser más allá de la física y el universo (de hecho, quien ha leído Watchmen lo sabe -y quien no, cuidado con este paréntesis-, terminará trascendiendo esta realidad y creando un universo nuevo). Es verdad que esas cartelas azules ya estaban ahí en todo Watchmen, pero aquí, en esta obra de intensos cálculos y también de mágicas casualidades, tiene un peso fundamental. El dios que decide volver a la tierra se representa por una cartela con un color único en toda la viñeta.

Por cosas como esta (y hablamos de tan solo una viñeta, que es como decir un párrafo en una novela), el cómic es lo que es, un hito en la historia del arte moderno, mientras que la película es graciosa y simpática, vacilona, curiosa. Poco más. Tenía que decirlo (aunque me gustó la peli, ojo, pero ubicada en su justo lugar)

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4 Comentarios Dejar comentario

  1. Siempre pienso en esto: que, cuanto más conoces de algo, más y mejor lo disfrutas. Yo no soy experta en nada, y ya lo siento, aunque mi horizonte de expectativas sea más o menos alto (si nos comparamos con el común de los mortales, que suele ser muy común). Pero esta manera de diseccionar una viñeta, de un cómic que a mí me habla de muchas maneras, me ha hecho sonreír mucho (ah, esa formación en arte, las líneas, los ejes, los puntos de fuga). Con frecuencia (en los blogs de cómics no suele pasar) se peca de excesivo teoricismo y muy poco feeling. Muy poca pasión.

    Por eso me gusta cómo lo cuentas.

    • Octavio B. #

      sí,la cuestión está en porqué usa el /los autores ese determinado eje o aquella fragmentación concreta de los espacios escenificados… desde luego en análisis de obras pictóricas es un insalvable, «trocear», y de ahí (licenciado en Hª del arte, o licencioso, quizá) me viene el tema. Pero creo que no sobra, que un autor COMPONE sus cómics visualmente, incluido lo que las viñetas reflejan, con mucho mimo. Quiero pensar que bien por reflexión bien por talento espontáneo, siempre está eso ahí, la habilidad compositiva dentro del espacio viñeta.
      Luego, quedarte en eso es como los ejercicios de literatura de COU: 16 verbos, 26 sustantivos=… no, no son recetas, solo pautas para entender qué transmite el autor.

      • Gerardo Vilches #

        Me encanta esta serie, Octavio. Sólo quería decir eso xD.

        • Octavio B. #

          gracias Ger, viniendo de tí, es mucho halago, sabes que lo pienso.
          Y ahora dejemos de chup… ;D

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