Dejadme con mi novela gráfica (a propósito de «Paul va de pesca»)
La verdad, ayer publiqué un artículo breve sobre el cómic de Michel Rabagliati «Paul va de pesca»; lo ‘repescaré’ en breve… de hecho, lo lógico sería hacerlo a continuación de este, en unos días. Pero me quedé con ganas de contar cosas que no proceden en un periódico.
El debate va pasando, a todos nos aburre, y ya cuando reluce, como un rayo de sol vespertino, ponemos nuestras capuchas cubriéndonos el rostro, nos encorvamos y pasamos de largo. Cansancio, lo llaman.
Pero qué puedo decir… la lectura del cómic en cuestión a mí me ha quitado la capucha, me ha estirado la columna y me ha obligado a mirar de frente ese horizonte.
La novela gráfica.
La puñetera novela gráfica.
Y qué puedo contar… pues que he sido un niño muy pillado por los tebeos, en los setenta. Por los de superhéroes en concreto. Y un adolescente y un estudiante universitario tan freak como el que más. Un marvelzombi en toda la regla que se integró en la evolución adulta del género que propició DC a fines de los ochenta. Que leí a esos gansos traviesos del underground cuando tocó, también. Que me metí a saco con el europeo con CIMOC cuando quise «crecer».
Que amigos, todo eso está en mi sangre.
Pero ayer compré «Vengadores secretos» y me pareció papel mojado, mientras que la lectura recientísima de «Paul va de pesca» me ha emocionado hasta las lágrimas. ¿Sabes porqué?. Porque muchas cosas que me cuenta esa novela gráfica las he identificado perfectamente. Porque Batman puede ser glorioso pero la necesidad de unas vacaciones, lo íntimo del enamoramiento adulto, la responsabilidad, las charlas con amigos, el milagro de tener hijos, o el drama de perderlos, es algo que hoy por hoy me resulta más cercano y que me habla de la vida, de la muerte, de la pérdida, de las cosas que los años y la vida me han obligado a comprender y que no se comprenden si no has vivido (o, una vez vividas, las comprendes mejor, al menos). Me hablan de mi bendita vida privada. ¿Ha ocurrido antes? quizá, pero ahora también, y más.
Porque, sea un 17×24 centímetros o sea un movimiento generacional, cuando leo cosas como esta última tierna y preciosa historia de Paul, me da igual qué quieres que sea. De Autor, NG, cuestión de centímetros… es un cómic que me habla de mí como en cierto sentido y desde la metáfora lo hacían los «4 Fantásticos» de Byrne en el 84 y «Odio» en el 93. Pero con otra edad. Y, ojo, importante, es un cómic que aplica para su ejecución una impronta artística antes que otra de tipo artesanal, manual. Sé que me explico.
Eso es, para mí, la novela gráfica, un cómic que me habla de cosas que, por edad, por experiencia, me tocan hoy, con los cuarenta bien cumplidos, como otro tipo de historieta lo hacía con veinte y otra con catorce. Y que lo hace desde lo conceptual, no desde lo manufacturero/artesanal.
Lo demás, me sobra.
Ahora digamos todos «qué cansancio de debate, de verdad paso» etc. Pero aquí, tras leer esta novela gráfica, doy gracias al cielo de ser lector de cómics en esta época, en que todo se propulsa a un infinito excitante y en múltiples direcciones. Y que además, poco a poco, se va haciendo un hueco más allá de oscuras (y benditas) librerías que atomizan con su rayo Zeta en la entrada a quien no sepa recitar sin trastabillar la lista de los diez primeros editores Marvel o los autores más representativos de la escuela de Marcinelle»
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- Octavio Beares - este post vuelve a hablar de la novela gráfica porque me sale de los huevos (y me lo pedía el…
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OAyuso #
Yo tengo algunas frases de Lobezno como mantra. Dos. “He estado peor. Y estaré mejor”. Y alguna de la carta que le escribe a Jean y Cíclope cuando van a casarse y él no va a la boda. Hace mucho tiempo (esto va a ser una rallada mental, porque no he leído Paul va de pesca, pero me la apunto, porque así me gustan las críticas a mí: con feeling), cuando estuve en Nueva York, en Midtwon Comics, escribí esto:
“Yo les tengo cariño a esos tipos, por más que luego haya leído muchos otros que no son de superhéroes. Pero crecí con ellos: aprendí qué era un cajún porque Gambito lo es; qué es un seppuku y qué un harakiri y qué significa gaijin porque Lobezno se enamoró de Mariko. Y cómo puede llegar algo que te rompa en dos de manera que no sepas quién eres, porque eso le pasó a Tormenta. Tengo dibujados a muchos personajes en mi mente y por eso sonrío cuando veo al Dr. Extraño, a Polaris, al Jinete Fantasma, a la Pantera Negra, a la Bruja Escarlata siempre tan hermosa, a Spiderman.
Les guardo la lealtad que les reservo a mis amigos”.
En mi casa siempre ha habido cómics. Mi familia los lee: mis hermanos y mis cuñadas. Todas las Navidades regalamos alguno. En casa de una de mis mejores amigas están El vecino, Maus, El Eternauta. Me encuentro con una filóloga clásica que habla arameo, hebreo, árabe, algo de copto, alemán, inglés, francés y español y que Yo tengo en casa ahora La ciudad, de Frank Masereel, y no tiene texto, pero no me atrevería nunca a decir que no es un cómic. Porque narra y porque los dibujos también son texto. Hablo de ellos en el programa de cultura y debatimos sobre Chris Ware o sobre cómo se ha mostrado el sexo o sobre una obra u otra. Y supongo que, como dice Santiago García en La novela gráfica, podemos leer cómics porque los cómics han crecido con nosotros. Releo de vez en cuando, muy a menudo en realidad, los tebeos de superhéroes.
Hace un par de años, justo antes de irme a Nueva York, un amigo que vive allí me dejó un montón de revistas en Madrid Comics. A varios de los que escribían en ellas los leía desde hacía mucho tiempo. Pensaba que eran señores adustos y mayores y luego me di cuenta de que apenas me llevan diez años. Y que leían las mismas cosas que yo.
Sé que este tema suscita un sinfín de debates, pero para mí los cómics siempre han sido literatura. Y no: no asocio, como todo dios hace, la literatura con la novela, porque, obviamente, un cómic no es una novela. Quizá eso lo hace, estoy pensando ahora, gente que no ha leído un poema en su vida, o una biografía de las de Zweig, o un ensayo literario de Virginia Woolf. Y con esto me estoy refiriendo al tema espacial: yo siempre los he tenido con los libros. Y, como ellos, me han conformado el mundo, los conceptos, la manera que tengo de percibir las cosas. Pero, también, fueron la primera manera que tuve de acercarme al arte y supongo que, junto con los dibujos animados, han contribuido sobremanera a que yo tenga la sensibilidad estética que tengo, sea mucha o sea poca.
Estoy totalmente desconectada de los grandísimos debates que se forman en torno al concepto “novela gráfica” pero, si tengo que dividir y diferenciar, soy muy simplista. Hay personajes que pasan por mil guionistas (a algunos de los cuales les parece, por ejemplo, que el hecho de que Lobezno hable con frases cortas es ser “muy Lobezno” y a los que les falta vestirlo con un tutú –soy mujer, soy feminista: no soy sospechosa de nada por decir esto, que conste en acta-) y otros autores quieren contar algo cerrado, una obra conclusa que no dure treinta años.
De todos modos, no logro entender por qué esta necesidad humana de definir, de acotar, de englobar en un concepto simple una forma de expresión que tiene tantas caras y tantas posibilidades. No entiendo ni el por qué, ni con qué fin, ni si tiene alguna utilidad, salvo el hecho del placer de discutir. ¿Va a cambiar la percepción que uno tiene de un cómic el hecho de que alguien le diga que eso es, o no es, una novela gráfica? ¿Voy a sentir yo algo distinto con Maus, por ejemplo, o con Pollo con ciruelas, o con El invierno del dibujante o con La ciudad o con el Nueva York de Eisner porque alguien me diga que eso o eso otro no es un cómic, sino una sucesión de cuadros –estoy pensando en La ciudad, que ya estás tardando en leer. Hazlo con una lupa, por cierto-, o que no es una novela gráfica? ¿Va a cambiar la manera en que influye sobre mí?
Quizá, también, estoy pensando ahora, cada uno leamos distinto. Que es algo que está muy estudiado, no descubro nada nuevo: cada lector construye su propio libro. Lo que para mí hace gloriosas ciertas historias, y estoy pensando en las de superhéroes ahora, es cierta construcción de los personajes, cómo se plantean sus relaciones, cómo se tejen las historias: amor, desamor, frustración, abandono. Una pelea con Galactus es accesoria: un arbolito. Supongo que por eso sigo releyendo: por lo que subyace. Y supongo que es la misma razón por la que voy buscando autores, fiándome de alguna gente que lee de la misma forma que yo y con los que nunca he hablado de qué es una novela gráfica porque me preguntan si he leído a Satrapi como me preguntan si me gustan las poesías de Auden.
OAyuso #
Coño, y encima hay una errata. «Me encuentro con una filóloga clásica que habla arameo, hebreo, árabe, algo de copto, alemán, inglés, francés y español y que…»
Y que me recomienda cómics, iba a decir.
Octavio B. #
bueno, literatura… yo diría ‘narración’, la literatura es narración a través de la palabra escrita, no de la imagen dibujada, supongo. Pero son chorradas, no me importa demasiado los nombres. llámalo literatura si lo ves claro 😉
OAyuso #
Vale, acepto narración.
Octavio B. #
luego lo que cuentas es lo que debería entender todo dios, que un lector 8o un expectador, o un «mirante» de arte, o…) se hace por acumulación, que defendiendo algo no tienes porqué estar atacando otra cosa, o entender otro aspecto de un todo como un opuesto, sino, pues eso, otro aspecto, una experiencia moderadamente diferente, algo que no resta, suma. Pero no, o somos iguales, o estás contra mí.
Independientemente, claro, uno con la edad siente que unas cosas le llenan más que otras, algo por lo que solo un friki pide perdón (y se atrinchera en su experiencia pretérita y solo se mueve enestrechos círculos concéntricos alrededor de aquella experiencia, para evitar esa evolución inevitable)
Yo disfruté mucho de «BIrdi» con 17 años, la peli de PArker. Espero que hoy la vea con una sonrrisa pero muy distante de mi sensibilidad de cuarenta y pocos… la vida es eso, no seguir a golpes contra un muro de tebeos marvelzombis XD
Pos vale, y el Celta creo que ha perdido, qué le vamos a hacer…