Cuando yo leía a Segura (homenaje tardío)

Cerraba el mes de enero con la tristísima noticia de un óbito, el del guioista Antonio Segura a los 64 años. La noticia fue cubierta ya con más puntualidad y repleta de los consabidos datos biográficos en todas partes Yo, tarde, mal y casi a rastrtas quiero recordar a mi Segura…

Porque Segura es, en mi vida de lector de historietas, uno de los autores claves. Todo el mundo llega a esa edad delicada, la adolescencia, y sus lecturas de infancia, aunque le siguen haciendo titlín, empiezan a ser eso… cosas de infantes. Cuando por generación se ha sido preadolescente bajo el paraguas Marvel en los ochenta, devoto de los Claremont, Byrne, Simonson y Miller de rigor, eso no debería ser problema porque hablamos de grandes cómics, pero entonces se cruza en el camino una portada, un álbum, otro tipo de historieta y todo cambia en un fogonazo. Si con quince descubres el cómic adulto, cambias. En mi caso, pasar de las estilizadas imágenes de «Thor» a los paisajes puntillistas de ortiz en el primer álbum de «Hombre» fue un shock.

mi primer contaco con Segura: Hombre, en tapa dura

Segura fue en este libro una puerta a algo adulto, un escritor artesano pero con inquietudes, un perfilador de géneros (en este caso una ciencia ficción apocalíptica) a través de los cuales filtraba su visión del mundo. Una tan desesperanzada que en mi retina fue un mazazo… proceder de los dramas pop de X-Men y chocar con esta bofetada-denuncia de nuestro presente, con ese dibujo refinado y esas pequeñas hitorias plenas de amargura, fue una experiencia brutal.

"Hombre", un futuro salvaje

Ciertamente no me convertí en un fan fatal de Segura (seguí catando «Hombre», poco más) pero este personaje y sobre todo este libro ciertamente conforma uno de los momentos «fuertes» en mi vida como lector de tebeos. Vale, me dirán que con quince o dieciseis si no es este, sería otro título, que a esas edades o vas dejando los tebeos o descubriendo otro tipo de historieta más adulta, pero el hecho es que ese «descubrimiento», ese nuevo tipo de lectura que me otorgó la permanencia y por tanto seguir y seguir leyendo cómics hasta ayer mismo (que por supuesto, estuve leyendo algún ebeo), ha sido mérito de Segura (y Ortiz).

Todos tenemos nuestros faros particulares como lectores. A veces ni siquiera son buenos tebeos, pero son importantes en nuestra vida. Pero con Segura no es así. Segura fue un gran autor, uno de esos que capitaneó el boom adulto de los ochenta, un primer paso en la curva ascendente para alcanzar un cómic adulto, desprejuiciado, para todos los públicos y con vocación de lectura universal e intergeneracional.

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