Sacarlo a pasear, llevarlo a un museo
Ha pasado una semana desde la inauguración de la exposición que he comisariado para el Museo de Pontevedra, «Do cómic á novela gráfica. A banda deseñada en España no s. XXI», y ayer he ofrecido una visita guiada en tanto que, eso, comisario.
Ha estado bien, una decenita larga de personas se apuntaron a la guía, pero el asunto es que con una semana de vida ya podemos hablar de primeras impresiones.
La expo, me cuentan los subalternos del centro que atienden la entrada del centro, va bien: la gente está visitándola, y lo mejor, repiten. Recuerden mis lectores que en la sala hemos dispuesto los diez libros de los cuales se exponen algunos originales. He ahí el quid de la cuestión: los visitantes se acercan un día, ven, y leen. Y vuelven a seguir leyendo, o a leerse otro.
El museo se ha convertido por arte de magia en un centro de ocio vinculado al cómic, a la lectura de cómics (bueno… qué coño magia, yo, que he tenido la idea y la expuse, y el Museo de Pontevedra, que me la aceptó sin titubeos, receptivo y encantado). Supongo que quien viene y repite es gente que «entra» al mundo de la novela gráfica por primera vez, porque entiendo que quien visita desde el control del medio estos cómics los conoce de sobra, o la gran mayoría (son autores de primera fila, esto es impepinable: Max, Kim, Miguelanxo Prado, Paco Roca…). En todo caso, sea como sea, la clave, lo importante, es haber encontrado otra forma, humilde, pequeña, de sacar al cómic de sus mentideros. Leer a José Domingo en un museo, riéndote (esto lo vi yo) sentado en tan augusto lugar. Conocer las virtudes gráficas apabullantes de Prado (que asombra con su técnica), asombrarte con la fuerza telúrica que desprende Beowulf…
Si la historieta, si el cómic como producto, no trasciende las librerías especializadas, no veo posible evolución. Está claro que una expo de un mes en un museo no es la panacea, pero sí supone una ocurrente alternativa (me echo flores, ea). Llevar a la historieta a lugares que no le son habituales, pero que, como arte que es, le corresponden. Esa es la táctica. El cómic, arte e industria, se ha acomodado desde hace demasiados lustros en generar su propio círculo cerrado de lectores, puntos de venta y mecanismos de publicidad. Esto se rompe en el siglo XXI, gracias al fenómeno de la novela gráfica, y creo sinceramente que iniciativas como la que el Museo de Pontevedra (y la Diputación, la Jefa en todo esto) ha montado solo pueden beneficiarnos a los que estamos en este ajo para que la historieta sea rotundamente ubicada en un nuevo paradigma: narrativa artística que puede y debe interesar a lectores adultos que no leen cómics. Lo importante es buscar medios de llegar a esos lectores potenciales, y creo que estamos andando ese camino, desde iniciativas como los premios Fnac o el proyecto «Viñetas de vida» de Oxfam Intermon a cositas más modestas pero con su determinado (¿y determinante?) grado de repercusión, como esta expo que, os lo recuerdo, es de visita gratuita y permanecerá abierta hasta el próximo 20 de julio en el Sexto Edificio del museo pontevedrés.