UNA BLANDA OSCURIDAD, de Sergi Puyol

blandaoscuridadHay que vigilar la carrera de Sergi Puyol porque cada nueva cosa que hace (o que le leo) parece un paso seguro de crecimiento, y afianza un mundo interior absolutamente desbordante.
Las 16 páginas impresas en risografía que son su nuevo cómic, «Una blanda oscuridad», son un suspiro de lectura pero encierran una profundidad inquietante.
Un monólogo (¿o un discurso a la cuarta pared?) sobre el tiempo, el presente, que culmina en una muda disolución de fronteras que me apetece describir como lynchiana, pero con un apego casi ecologista a la tierra como dadora de símbolos y sugerencias muy lejano a las fijaciones post industriales del autor de «Carretera Perdida».
Puyol se hermana más, entonces, con el primerísimo Julio Medem si queremos buscar parientes cinematográficos (no habría porqué, pero bueno, jugamos), pero al tiempo desafía los formatos de qualitè y se regodea en el fancine (si siguiéramos cinéfilos diríamos que rechaza hacer un nuevo largo, vamos). No se reconvierte para buscar el aplauso generalizado. Y borda un tebeo de acabado pulcro, de estética minimal pero honda, con chicha, y con un empleo del color tan calculado como la medida planificación de sus páginas, que componen casi una sensación rítmica en la lectura.
Tebeos-experiencia, parece que ese es el camino que ha tomado Puyol, autor que ante este tebeazo breve creo que debemos reconocer como imprescindible ya, nada de «promesa».

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