JIM WOODRING

Especulaciones estériles.

Hay artistas en cada arte. Una cosa es la disciplina artística y su potencial, y otro los individuos singulares que elevan a lo excelso esa disciplina. Es un argumento muy de la artesanía como método. Un taller, un maestro, una obra en serie… pero un alumno finalmente logra una obra maestra singular que será un nuevo modelo de taller, y adquiere la condición del maestro. Luego, superar el mecano de lo artesanal (de la belleza de la artesanía) nos pondrá en la pista del arte, de la creación, la creatividad, la autoría, el concepto creativo, lo abstracto como proceso para dar forma a algo tan sumamente inaprensible y voluble como lo es la belleza (que puede ser la belleza de lo hórrido, como en las recreaciones románicas de lo infernal, no mezclemos con conceptos románicos d e»lo bello»).

Los grandes artistas lo son desde un campo determinado. Goya, Beethoven, Borges… cada cual en su  disciplina, pero sobre todo trascienden su área (pintura, música y literatura, en los ejemplos) para hacernos ver el mudo de nuevo. Lo recomponen desde su ego profundo y nos regurgitan nuevas maneras de entenderlo. Son capaces de hacer eso. Seguramente muchos, o todos, tenemos nuestro mundo, nuestra versión ve la vida y del todo. Pocos, sin embargo, saben o pueden hacerla palpable y comprensible. Asimilable. Esto es lo que es el Arte Mayor (al menos para menda). Más allá de la perfecta finura del acabado manual, de la impronta, de la factura, lo vital es esa transformación que solo los artistas mayores logran para con la realidad, y que solo los más sabios pueden hacernos comprensible porque es entender la vida con otra mirada, y además, con una excepcional, seguramente superior a la nuestra. Es el eterno enigma de Miguel Ángel, ese bestia que lo que tocaba lo reformulaba, y al romper con todo (en escultura, en pintura y mucho ojito con su arquitectura) rehace la realidad, la remodela al antojo de su mundo interior.

Hoy no pesan los atavismos religiosos en el arte. Crece, pues, en libertad ¿Qué haría en el siglo XX un Miguel Ángel? Trabajando en un mundo donde no te gobierna la fe, ¿qué obra devendría de la mente de Buonarotti? Menuda memez de pregunta, pero invirtamos términos.

Jim Woodring hace tebeos, pero es de los pocos casos en que eso no importa demasiado. Su potencia creativa es tal que uno siente leyendo «Frank» que trasciende los cotos (cualquiera de sus dos libros, editados como si fuesen joyas diamantinas únicas por un exquisito Fulgencio Pimentel) . Que aquí a lo que asistimos es (otra vez, como sucedió con el Goya último, por ejemplo y volviendo a citas de este post) a la reconstrucción del mundo a la imagen y semejanza de los universos internos del artista. Una reconstrucción febril, salvaje, tierna también. Un ‘Macondo’ perdido en el tríptico bosquiano del ‘Jardín de las Delicias’, un mundo llamado «Unifactor» que deja en pañales las blanduras seriadas de Dalí. Y que además, explica nuestra realidad mejor que todos los Instagrams del mundo.

Este pasaje se puebla de personajes imposibles y de vegetaciones terroríficas, fluctúa como «un poco de psicodélico», que decían Los Palnetas granadinos, salta del sueño tranquilo a la pesadilla sin reposo y refleja un siglo XX/XXI de terrores aún por descodificar. Esa es la gran virtud de «Frank», ser espejo de un presente o de una de sus facetas, que no podemos entender de otro modo que a través del arte sin palabras, de una explosión sensual, no articulada en verbo y discurso.

Y Woodring se ubica por todo ello en un podio reservado a los mayores.

Ver, interpretar, recrear y transmitir la realidad desde el interior del autor: tarea de colosos.

Invirtamos términos, decía: ¿qué haría este hombre en los Países Bajos de los Van Eyck? ¿Cómo vería el mundo en Altamira? Pues igual que podríamos responder respecto a un Miguel Ángel en 2012: como ningún otro, y revelando a sus contemporáneos una faceta de la existencia que sólo él es capaz de asumir, abarcar y explicarnos.

Porque Woodring es un artista de los mayores.

Habrá que hablar, sí, de «Frank: filigranas del clima», detenernos en su grandeza particular. Se hará, y se publicará. Primero en papel, luego, aquí. Hoy, esto sirva de reflexión sobre la altura, a mi parecer, de Jim Woodring, autor, esta vez creo que imbatible (aunque queda año por delante), del tebeo de 2012.

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