Archivo noviembre 2011

Programa dedicado al cómic, con Ana Merino y Paco Roca

Interesantísima entrevista a Ana Merino, estudiosa y crítica del cómic, poetisa, doctora en filología y activa defensora de la histoireta como medio artístico. Recomiendo escuchar esta intervención, es simplemente brillante.

De Paco Roca, en plena promoción de su excelente «Memorias de un hombre en pijama», ya no digo más: uno del o smejores autores nacionales, una escucha, pues, que nadie debería perderse.

Escuchar AQUÍ (porque no sé porqué no puedo incrustar el podcast en el post… desaparece la publicarlo)

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Viñeta aislada de Spiderman, de Gil Kane y Frank Giacoia

Bien, si en algún momento de mi infancia algún factor cultural (un cuadro, una película, un cómic, un libro…) se alineó a mi biología para hacerme comprender que yo sería un adulto heterosexual, ese fue aquel, sabe Dios cuándo exactamente, en que leí por primera vez esta viñeta-página.
En ella aún hoy descubro los infinitos matices del enamoramiento juvenil y de la fascinanción que en el hombre (hetero) produce la mujer perfecta. No solo el físico perfecto (Manara puede pasarse la vida dibujando Barbies semidesnudas y gatitas viciosas, pero la belleza femenil como un Absoluto la tenía este prodigioso dibujante de tebeos de superhéroes, Gil Kane en su «gloria tempus»).
Qué, cómo te quedas… esperabas, desprevenido lector, un análisis academizoide de la viñeta, lo sé, pero… no puedo obviar la brutal carga emotiva y personal que para menda tiene esta imagen. Si el cómic, la historieta, los tebeos, las novelas gráficas, los comix o como se les quiera llamar no me rinden a estos acantilados de emociones y pasiones puras, todo lo demás (el blog, los periódicos, los corrilos en twitter, las discusiones dialécticas, la pompa del más mínimo reconocimiento, los salones, etc…) no valen para NADA.
Dicho lo cualo, damas y caballeros, les presento una obra maestra, el Spiderman de Lee y Kane (y las tintas de Giacoia):

 

Spiderman nº 99, 1971... las chicas

Y qué página, qué apertura, qué composión… absolutamente todo es orgánico pese a que se compone, como un monstruo de Frankenstein cualquiera, de muchas partes bien diferentes. La tipografía de los rótulos, para empezar, choca frontalmente con lo bucólico del eje central. Peter Parker y Gwen Stacy ‘in love’ pasean encariñados, centro y único motor de un mundo NO representado en esta viñeta a toda página. Pasean, decimos, y pueden hacerlo por la 5ª Avenida o por la Luna. Seguramente, mirando las caras, por la Luna, sí… ni se nos ofrece una línea de suelo, un posible horizonte. ¿Para qué? la vida es Ella (y Él, vale) y lo demás sobra… no, no sobra: lo demás es concepto y presagio. Volvamos a la tipografía, letras temblorosas o cinceladas violentamente en unos títulos casi invasivos, perturbadores si se quiere. Pero hay más choques… si esto es un «tranche de vie», un momento de vida cotidiana de dos universitarios enamorados, ¿qué significa, abajo a la derecha, ese tejado urbano? Podíra Kane haber dibujado un semáforo, una alcantarilla, algo plausible que ate mínimamente a un realismo urbano su escena, pero… ¡un tejado, y en leve contrapicado!… es una imagen imposible que se injerta además (por el empleo de un color unificador, el azul verdoso) con una figura más rara que pifio… un espectral guaperas con guitarra (¿?). Seguimos componiendo con costurones, informando sin secuencia ni narración escrita o dibujada: el ambiente de lo que siga, de aquello que va a arrebatar a la pareja de su ensimismamiento dulce, es joven, estudiantil y contestatario (mira la fecha de este capítulo: 1971, esto es era Viet, hippies, revoluciones en la Uni… un flequillos con acústica es sinónimo de protesta, en el encorsetado esquema mental de un Stan Lee). Tenemos amor, tenemos ambiente local y generacional (juventud, posiblemente universidad) y tenemos ominosos presagios (tipografía de la rotulación, dibujo espectral de joven con guitarra). Y tenemos por último pero no menos importante, a Spiderman mirando a la pareja (un Spiderman que es concepto, claro, no narración… Spider ES Peter, ya lo sabes) Si el fantasmal cantautor parece ensimismado en su lolailo, el trepamuros está claramente acosando, vigilando a Gwen y Parker. Es un hilo de fatalidad indisoluble, Kane no lo dibuja para demostrarnos que el enamorado paseo jamás podrá ser interrumpido porque Pet es el poderoso superhéroe, sino que por ser el lanzarredes, precisamente, va a estallar por los aires todo el precario equilibrio compositivo (y aquí podíamos empezar a hablar de composición formal de la escena, trazar doscientos vectores que demuestran cómo todo nos lleva a Peter/Gwen). Mensaje: el amor, qué bonito, no cabe en Spiderman. «Dramatis superhérois«, que dirían en Astérix.

Supongo que podemos sacar más jugo a Kane, a su estilo de dibujo, a sus escorzos, a mil y una cosas, pero lo más importante ya lo dije al principio: Gwen, esta Gwen, es la chica más guapa, perfecta y dulce, y tiene las mejores piernas de la historia del cómic, añado.

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Acme Novelty Library de Diciembre

¿Y  si un mes de estos nada de lo que se edita me parece interesante? sería curioso: «Acme Novlety Library de Abril» este mes, nada destacado, aprovechen para comprar algo de ropa.»
Pero tranquilos, no es el caso, y aunque tengo la sensación de que se me escapan novedades de este mes que está al caer (y si es así, actualizaré a lo largo de Diciembre, no cunda el pánico), alguna cosilla sí que hay:

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TODO BARRIO, de Carlos Giménez

Desconcertante y fascinante lectura.

De Barrio había leído algunas gotitas del primer volumen, y del segundo (en la biblioteca, por cierto), que retomaba la obra casi treinta años después de su nacimiento. No había catado nada de su tercer volumen ni del cuarto. Por eso la oportundiad de recuperar un clásico y sus prolongaciones en la edición integral de Mondadori era una buena ocasión para acercarme a esta memoria personal del franquismo más duro, el de los años cincuenta, desde la mirada del clásico por antonomasia, un Carlos Giménez que sigue en activo hoy por hoy.

Lo primero que hay que advertir es que la decisión de cortar cada plancha en dos para ofrecer un formato nuevo, casi apaisado y desde luego más ancho que alto (compartida por Giménez, que bendice la operación) impide una lectura real de la obra, y más a partir del segundo tomo, donde Giménez explora las composiciones orgánicas. ¿Es lógico cortar por la mitad ésto?

¡Corta por la mitad si eres un Hombre!

Es un herror que no permite una lectura verdadera del ritmo impuesto, de las propiedades de Giménez como diseñador de páginas, de, en fin, una lectura REAL de estos cómics. Por otro lado, el precio es imbatible, no hay duda, pero no me parece excusa… es como pagar una entrada «popular» al museo que nos permite ver Las Meninas… en blanco y negro.

Pero con todo, y reconociendo que mi opinión podría variar leyendo los originales (editados todos por Glenat), lo que me ha transmitido esta lectura agolpada de cuatro obras y por tanto cuatro momentos, es una enorme perplejidad.

Barrio, el primero, nace en un momento dulce (artísticamente), finales de lo setenta, tras reventar la historieta nacional con «Paracuellos», feroz, durísima autobiografía de los años de Giménez en casas de auxilio social, y viene a relatar el «después de». La vuelta del niño a Madrid, a casa. Al barrio. Si ‘Paracuellos’ es implosivo, una energía de dolor que crece hacia adentro tanto en las entrañas del autor como en el apartado argumental ilustrando un microcosmos terrorífico encerrado en muros de colegios e internados, «Barrio» es explosivo, una descripción de toda esa sociedad igualmente monstruosa (¿acaso no es la que sostuvo y creó esos Hogares?) pero también (en contraste con Paracuellos y su asfixia feroz) vivo, lleno de gentes, calles, tipos, oficios, policías, tramposos, niños, viejos, madres, hijos, vendedores, guardias civiles, excombatientes y fachas de nuevo cuño. Toda la Vida que apenas podía presentirse tras los muros y la hambruna y la crueldad adulta en «Paracuellos». «Barrio» nace como un retrato exacto, emocionante y duro de los cincuenta. A la altura de ‘La Colmena’ de Cela en su  sentido documental (y salvando en todo lo demás distancias: son tonos distintos, son obras de épocas y décadas distintas, son dos autores radicalmente opuestos en su ideario, y son, claro, medios muy diferentes).

En cuanto a la forma, Giménez aún era el mismo que había cincelado Paracuellos y el modelo se semaja: páginas de celosía muy calculada, composiciones teatrales de las escenas, relatos breves que golpean en su singularidad y que en su conjunto emocionan. «Barrio 1» de 1977, sí, es otra obra maestra.

La página en "Barrio 1"

 

Y «Barrio 2«, de 2005, fue en su día una alabada sorpresa, y hoy ratifico: obra necesaria, porque varía lo hecho 28 años atrás, recupera a un Giménez que mantiene el tono del original, acaso un poco menos incisivo pero con pegada cuando, estratégicamente, quiere zurrar a nuestras conciencias. Y sobre todo, maestro en el oficio, renovando radicalmente el estilo marca de la casa (recordemos, jaula de prietas viñetas) aproximándose a ese sentido de composición orgánica que el Eisner de las novelas gráficas había explorado. Aunque Giménez va más allá, creando una modulación precisa pero de apariencia libérrima,  como se puede apreciar en la página de arriba, perteneciente al tomo en cuestión. Y ese ritmo orgánico, de ensamblaje natural de las diferentes partes, sobrepaqsa la diagramación de la página y se contagia a la estructura del libro, que antes que pequeños relatos a modo de flash (como era el primer ‘Barrio’) articula una sucesión de hechos consecutivos y encadenados, sin decantarse por el relato breve ni por la narración extensa, sino una mezcla entre ambos totalmente refrescante.

Uno no sabe si esto es una , otra obra maestra, pero desde luego estamos ante una lectura magnífica, emocionante, sabia.

Y en aquel año 2005 intuyo que algo hizo crack en el autor, porque no me cabe en la cabeza que en unos pocos meses se pueda bajar tanto escalón en el medidor de excelencia. «Barrio 3» es un sindiós, un desaguisado que nada retiene del nº2. La página resulta sosa (al menos esa sensación me da la lectura «dividimos por dos» de Mondadori), el dibujo acusa dejadez, o pérdida de detalle, y sobre todo lo contado se aleja de la emoción punzante pero también cariñosa del mejor Giménez y desarrolla dramones melosos dignos de «Amor en tiempos revueltos» o cualquier folletín de tercera. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está el autor que me deslumbró hace dos páginas ? El leer así, de golpe, añadas distintas, se evidencia el salto. El bajón, mejor dicho.

Y bien, uno ya no sabe, en relación a «Barrio 4″, escrito en 2006, si la cosa ha mejorado algo o me he acostumbradeo al olor. En todo caso, sus largas (alargadas) historias me resultan más legibles, con cierto poso de ironía que las aleja del folleto de quiosco de pueblo, pero ya irremisiblemente hundido en un nivel que no se acerca ni de casualidad a lo que fue Barrio 2, ni por supuesto ha vuelto Giménez a alcanzar las cotas rupturistas y de trascendencia histórica de «Barrio-1», «Paracuellos-1» o «Los profesionales». Hay quien dice que su último trabajo, «36-39, malos tiempos», es una obra maestra. Francamente, tras esta lectura, no tengo ninguna intención de volver a acercarme a obras recientes del maestro. Igual hago mal, no sé, pero como suelo decir… el del cómic es un jardín enorme y lleno de demasiadas flores bonitas para detenerme en hierbas dudosas.

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Fallece Alvin Schwartz, guionista de Superman

Me entero por Entrecomics y lo transmito por acá: Swartz fue uno de esos guionistas que han impirmodi carácter al Hombre de Acero con ideas y personajes tan famosos (para el fandom al menos) como Bizarro.

Más información aquí, en Entrecomics

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WTF??? Forges y Azpiri revueltos

Gracias al twitt de Tebeobien me entero de esta marcianada

Forges y Azpiri revueltos en un tebeo que parodia el horror. Cosas veredes...

Bueno, quién no ha exclamado al leer el enlace «what the fuck/qué cohone…?» 🙂

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Fallecimientos: Bill Keane

Me entero, algo tarde, por el blog «Desde Niblheim«, del fallecimiento de Bill Keane a la edad de 89 años.

Keane es un clásico semidesconocido que hay que asociar a los cartoonists de la prensa. Comenzó a trabajar en los cuarenta, y logró el éxito para la prensa con su tira Channel Chuckles, publicada entre 1954 y 1977. Sin embargo su trabajo más conocido es The Family Circus, serie de costumbrismo en torno a una típica familia norteamericana.

 

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«UN ADIÓS ESPECIAL», de Joyce Farmer

Joyce Farmer: despedida descarnada.

 

En los estertores de 2011 se publica en España una de las novelas gráficas más comentadas del año, una obra cuya lectura deja huella por su verdad interior.

La californiana Joyce Farmer nació en 1938, tiene por tanto más de setenta años, y su aspecto es el de una refinada dama sajona que podría ser identificarla con un personaje cinematográfico, una encantadora viejita que, bebiendo un té rodeada de sus nietos, asume preocupaciones muy de culebrón por el destino de su hija, o algo así. Sin embargo miss Farmer es una autora de cómics, una que en los años setenta ya escribía historietas de marcado signo underground y de impronta ferozmente feminista. En su haber de aquellos años está el mérito (y la controversia) de haber fundado la serie recopilatoria “Tits and clits” (“Tetas y clítoris”) así como obras pro abortistas (“Abortion Eve”). Desde aquella década (y con historietas como estas, que nunca le propiciaron estabilidad económica… o simplemente ganancias) Farmer abandonó el mundo de la historieta.

Sin embargo el año pasado reaparecía con una novela gráfica, un libro que ha tardado en crear nada menos que trece años. Y no es de extrañar que le ocupase tanto tiempo, dado el delicado material de partida, el arrojo en el enfoque, la valentía y la extrema sinceridad que desprende cada página de este cómic titulado “Un adiós especial” (Astiberri ediciones). Porque lo que ha hecho Joyce Farmer, repitámoslo, en la edad de la jubilación y finalmente editado con los setenta ya cumplidos, ha sido de órdago: la crónica de los últimos años de vida de sus propios padres. Mejor dicho, de su padre y su madrastra (a la que quiso como a una madre, al fallecer su progenitora muy joven). Los meses transcurren en esta obra con la suavidad cadenciosa de la caída de las hojas, y poco a poco, casi imperceptiblemente, cala en el lector esa sensación de marchitamiento, de vejez imparable. Nada es drama sino constancia de ley de vida. Hoy nos cuesta cerrar el portón del garaje, en unos años nos olvidamos de que tenemos garaje, y en unas semanas no recordamos qué es un coche. O lo recordamos, pero el cuerpo, bajo el peso de la vejez, no es capaz de conducir. O de levantarse de la cama. O de apenas comer.

“Un adiós especial” narra este doloroso proceso y nos enfrenta, con una sonrisa de serenidad ya desde los retratos que presiden su portada, a la inevitabilidad del destino. Muerte paterna… es algo universal, quizá estas anécdotas del día a día de sus últimos tiempos te resulten familiares. Quizá dolorosas y cercanas. Y desde luego, las admitirás como propias y como un camino de futuro que a todos nos alcanza. Lo impactante es la capacidad reflexiva de la anciana autora, la serenidad con que detalla el proceso, sin excesos, sin acentos dramáticos, sin grandes aspavientos (en este sentido, por ejemplo, cambia nombres propios en esa delicada búsqueda de distancia con lo narrado). Cotidiano y hasta bien humorado, “Un adiós especial” es, precisamente, especial por esa lucidez serena de quien acumula la experiencia de toda una vida. Ha despojado de inconveniencias y abalorios la historia y así resulta más vívida, transparente, cercana. ¿Desoladora? Tanto como reconfortante, quizás… pero sin duda estamos hablando de una de las lecturas más impactantes que se pueden encontrar sobre este tema, que en el fondo es el gran tema: la vida y la muerte.

Que el dibujo, exacto y detallado pero también rudo, recuerde al underground, al estilo de los alternativos, da pistas sobre la procedencia histórica de su autora. Que el tono se emparente con el poso adulto y sabio de “Maus”, evidencia el espíritu contemporáneo de Farmer: esto es pura novela gráfica y ademá un relato de madurez, sin contemplaciones, que desafía los márgenes de las categorizaciones y vuela libre, producto de una necesidad interna por evocar lo que la marcha de tus seres más queridos ha supuesto. Brillante, triste pero con esa tristeza interiorizada, discreta, nunca plañidera o exhibicionista. Impresionante. E inexplicablemente, hay algo optimista en su lectura, algo profundo en un sentido espiritual (no religioso), ante lo inevitable que es la muerte, y cómo entendiendo este hecho, la vida la entenderemos mucho mejor.

Pero más allá de rebuscadas ideas morales, lo que resulta estremecedor aquí es una ristra de momentos narrados con exactitud documental, como ese brevísimo instante de llanto y tristeza de la hija al final del libro. ¿Obra maestra? No merece la pena entrar a discutirlo, cuando la emoción y el impacto sobrepasan los calificativos, las categorías carecen de sentido. Magistral o fiasco, da igual: penetrante, emocionante, único y verdaderamente necesario. Y sí, claro que “obra maestra”, uno de los tebeos más importantes publicados en los últimos años.

ADENDA: ¿Lo han notado? en este artículo para el periódico decidí prescindir (casi) totalmente de rollos técnicos, soluciones gráficas, diagramación de páginas y peras limoneras. Hay para aburrir, hay un sentido del encuadre en la viñeta portentoso, hay pinceladas de «irrealidad» tremendas (como ese gato y sus cosas, que a veces se cuela casi sin entender porqué… pero que dan «tono», claro que sí), hay una planificación férrea de 2X4, hay detallitos alucinantes (quiero pillar alguna viñeta de Farmer para «Viñeta aislada» y comentarla, porqu ehay telita), hay para mucho que contar.

Pero yo estoy en esto pa los niños, que decía Gloria Fuertes. O para las masas, que cantaban Depeche Mode . Creo que «Un adiós especial» es ese tipo de cómic (sí, novela gráfica) que atrapa a «otro lector», que lo es y está ahí, en potencia y en hecho, y esto en un periódico adjudica, pienso, cierta responsabilidad o mejor, intencionalidad. Quise tocar al lector del diario, que NO lo es de historieta; interesarle por un cómic apasionante por su forma, de acuerdo, pero también por el fondo, por lo que cuenta. Y generalmente, no nos engañemos, a un «lego en» no lo atrapas por describir las capacidades formales sino su profundidad al abordar semejante tema. Creo, vamos…

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MEMORIAS DE UN HOMBRE EN PIJAMA, de Paco Roca

Artículo publicado en Faro de Vigo el 4 de Noviembre

Memorias de un artista en pijama.

El nuevo trabajo de Paco Roca lo sigue señalando como, posiblemente, el autor español más importante de su joven generación.

 

Universo pijamero

Introducir a Paco Roca comienza a ser innecesario. Ganador del “Premio Nacional del Cómic” en 2008 con “Arrugas”, novela gráfica sobre el alzhéimer de versión cinematográfica en ciernes, su carrera ascendente podría haber muerto de éxito o de miedo a caer desde la altura, tras la repercusión de esa obra, y sin embargo los posteriores trabajos del dibujante valenciano han demostrado un crecimiento imbatido, capaz de volver sobre sus mundos oníricos en “Las calles de arena” retomando la senda más surrealista de obras primerizas, o de retratar con esmero una época, una profesión y un episodio de la historia del cómic nacional en “El invierno del dibujante”. Casi sin dejarnos asimilar esta progresión hacia la excelencia, Astiberri entrega ahora otro cómic de Roca, que recupera sus “tiras de prensa” (esto es, “Memorias de un hombre en pijama” recopila los chistes gráficos que previamente el diario “Las Provincias” había encargado a Roca).
Y “Memorias de un hombre en pijama”, que por sus circunstancias podría ser tomado como obra alimenticia o coyuntural (es un encargo, es para un diario, carece del cuerpo solemne de una novela gráfica…) se revela uno de los tebeos nacionales más logrados de 2011. Hablamos de una serie de chistes a una página (remontados para esta edición, de modo que cada doble página completa un gag), anécdotas del día a día en primerísima persona que mueven a la empatía y a la carcajada más gozosa.
La historia, explicada en la introducción con toda claridad por Julián Quirón, director de “Las Provincias”, es esclarecedora: a Roca se le propone una página de cómic para el diario, humor de corte generacional… y el autor, cargadas las alforjas de mucho talento e intuición para saber dar en el quid del asunto, se pone en el centro de la diana. El hombre en pijama es él mismo, un “cuartentaypocos” que trabaja en casa (de ahí «en pijama»), vive una vida tranquila en pareja, y tiene que lidiar con su propio carácter, sus inseguridades, su personalidad, eso que a una edad ya asumes perfectamente pero, para lo bueno y para lo malo, ya no te abandonará nunca. Ahí, en esa tensión entre el quiero y el no puedo, radica la comicidad descacharrante de este cómic. Porque en el fondo, como “La Parejita” de Manel Fontdevilla o “Señor Jean” de Dupuy y Berberian, lo mejor que podemos decir de “Memorias de un hombre en pijama” es que lo que leemos se siente posible, cuando no directamente real, y terminamos por pensar que conocemos a Paco, y que el tío no solo nos ha caído bien, sino que nos ha calado fuerte. Aunque nos hubiera mentido en cada viñeta.
Por supuesto, la ligereza y desenfado no equivalen a una relajación del Roca autor. Los recursos narrativos y gráficos están en cada chiste perfectamente afilados: inventivo, de un dibujo fabuloso, expresivo, atento al modo más ingenioso para plasmar sus anécdotas, este trabajo nada menor incluso puede entenderse como lo mejor en la carrera de, posiblemente, el autor más importante del cómic patrio en los últimos años.

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El nº de ARBOR dedicado al la historia del cómic español, on line

Hace unas semanas saltaba la noticia de que ARBOR, rvista que publica el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), dedicaba su nuevo número al cómic español con artículos de Altarriba, Álvaro Pons, Santiago garcía, Manuel Barrero etc.

El contenido de dicho ejemplar puede ahora leerse y descargarse desde este enlace

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