Tom Gauld

Kaz y Tom Gauld, tragos cortos y retrogusto

En mi última colaboración para Faro de Vigo realicé un pequeño texto sogre Submun-dos y Todo el mundo tiene envidia de mi mochila voladora, bajo la premisa de hablar con un par de ejemplos de actualidad del cómic breve, la tira, la publicación dispersa que se recopila en estos dos tomos. Ambas obras me parecen tan diferentes entre sí como excepcionales. El texto termina con mención a Unas lesbianas de cuidado y a obras de Mauro Entrialgo y Paco Acázar. Por dar algunos nombres más que hacen diana en este tipo de tebeo por entregas.

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: Visado : Página 6 Cómics Paraíso Perdido

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GOLIAT, de Tom Gauld

Artículo publicado el 16 de Noviembre en Faro de Vigo, y como me gustó cómo quedó, va tal cual 🙂

Goliat antes de David.

Tom Gauld ha indagado en la efigie del guerrero bíblico para trazar el mapa interior de una figura mitológica, y así acercarse al alma humana.

 

La historia es universal, el rey David, niño y armado tan solo de una honda y una piedra, tumbó al gigantesco filisteo Goliat (y tras ello le cortó la cabeza, ya puestos). Relato que hoy no dudaríamos en tildar de “gore” que reverbera en el presente como un mito o más aún (¿historia?) y que entraña numerosas enseñanzas. Pero no es este el lugar para hacer estudio bíblico, sino para entender que algunos artistas se preocupan antes de los perdedores que de los reyes. Tom Gauld puede ser uno de ellos, o al menos lo ha sido al realizar su primer trabajo extenso (antes se fogueó e incluso se hizo con un nombre propio en el campo de la historieta breve). Goliat es una mirada extraordinariamente lírica a la figura del enorme guerrero, al que imagina de un modo opuesto al transmitido desde el mito (o desde la palabra divina). Su gigantón es un hombre poco afecto a lo púgil, un soldado adscrito a lo administrativo que simplemente es obligado por sus superiores a obrar como nos relata el Antiguo Testamento. Y desde esa premisa crecen la obra y el personaje.

A partir de un hombre enorme, de sus silencios, sus actos y su permanente estado de desconcierto ante los acontecimientos a que se ve abocado, Gauld crea en “Goliat” (ediciones Sins Entido y ediciones Apa Apa) un espejo en que el lector pueda mirarse en su faceta más dura. Todos conocemos la infelicidad, y ¿qué es este Goliat, un pacífico chupatintas que es obligado a retar y matar enemigos simplemente por su enormidad temible, sino alguien inmensamente infeliz?

El silencio de un gigante triste

La fuerza de este tebeo estriba en la inteligencia de su autor, capaz de recrear un relato tan universal como el bíblico pero dando la vuelta a la literalidad de la historia original… sin contradecirla jamás. Es un cuento fugaz que cala con una hondura insospechada (se lee en un suspiro aunque es generoso en matices que exigen relecturas). Una obra que desde un planteamiento casi de comedia elegante, nos conduce con ligereza hasta, precisamente, el lugar que todos conocemos de antemano. Goliat es abatido por David, claro, así que conocemos la realidad de este pobre gigante bondadoso, ensimismado, pensativo. Queda para la lectura saber si este sino es resuelto por el dibujante británico bien de un modo elíptico o bien retratado al detalle. O si no llega al careo fatal con David. Pero a nadie se le escapa que la historia de Goliat no tiene un final dichoso para él. Es este, pues, y desde la primera palabra que leemos en la cita que abre la obra, un relato desdichado, de destinos inquebrantables.

Y para redondear todo, el trabajo gráfico y de narración es excelente y refinado desde una economía formal seductora. Los monigotes de Gauld no precisan ni un trazo extra para expresar todo el “pathos” de sus criaturas. Las siluetas casi nunca frontales de sus personajes miran al cielo y transmiten desconsuelo interior y pensamientos que apenas se nos revelan de un modo explicito en diálogos o acciones. Un dibujo económico pero exacto, una gama cromática reducida al bitono más elegante y un esmero en la planificación de las escenas, casi cadenciosas, redondean una novela gráfica tan delicada como agria. Una lectura para cerrar el libro y quedarse pensando en que lo importante, después de todo, es solamente una cosa, aunque pocas veces se alcance: ser feliz.

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