Javier Pulido
Hulka, de Pulido y otros autores
«Hulka» es un «pijmas» que funciona, sin inventar nada pero haciendo un relato digno, divertido y con un Javier Pulido que es para cantar odas normandas de agradecimiento.
En Faro de Vigo lo conté asi (clic en la imagen para leer el texto):
OJO DE HALCÓN: PEQUEÑOS ACIERTOS, Fraction, Aja, Pulido y… otros
Publicado en Faro de Vigo.
El mejor tebeo de superhéroes actual.
Ojo de Halcón es un miembro de Los Vengadores que, bajo las batutas de Matt Fraction y David Aja, vive una vida paralela tragicómica y lumpen.
Los superhéroes no pasan, en términos de creatividad, su mejor momento. Convertidos en franquicia de pulpa de papel de las grandes superproducciones de Hollywood (y no al revés), pierden fuelle, emoción y magia. Perpetúan los peores tics ensayados desde los ochenta (continuidades irracionales, cruces de colecciones sin ton ni son, dibujos de poses chachis con poco empaque narrativo) y viven del cuento. Del cuento que cuentan las películas de sus respectivas franquicias (Superman, Spiderman, Batman…)
Hay que buscar entonces en las colecciones menos “fashion” para toparnos con algo de creatividad e ilusión. Al menos la poderosa Marvel luce un buen puñado de títulos decentes, moderadamente inventivos. Otros pocos notables. Y uno sobresaliente. Al menos cuando los hados hacen coincidir al guionista Matt Fraction con David Aja, su dibujante de cabecera que a veces, imposiciones de periodicidad mensual, podemos imaginar, es sustituido por otro ilustrador mucho menor que él.
Esto es un hecho y hace que una colección como “Ojo de Halcón” (Panini la edita en España, va por el segundo tomo) sea una serie con flashes cegadores, algunos de los relatos más asombrosos, experimentales y fascinantes del género. La pena es que cuando acabas de leer historias tan asombrosas como “Lo mío es la pizza” (“Pizza is my business”, en el original) Aja ha desaparecido y lo sustituye alguien. ¿Qué más da quién? “Pizza is my business” es una demostración de talento tan grande que solo merece una continuación creada por el mismo equipo. Pero hay que ser revista mensual, no importa la calidad de lo que estamos generando.
Lástima, porque cada tebeo de Aja y Fraction es una joya. El de la pizza, sin ir más lejos, está narrado desde la óptica del perro del héroe. Un perro normal y corriente, nada de Krypto, ojo. Qué ve, cómo razona un cánido, qué entiende del lenguaje humano. Un alarde de planificación al a altura de un Chris Ware, o casi. Y aunque esta es la historia más impactante de esta serie, las restantes firmadas por el dibujante de Valladolid no son mancas: ejercicios de estilo brillantes que nunca pierden el sentido del humor ni las ganas de divertirse y asombrar al lector. Los tebeos Marvel eran así. En 1970 al menos.
Pero ojo, pese a los inevitables altibajos por los cambios de dibujante, el segundo tomo en castellano de “Ojo de Halcón” (titulado “Pequeños aciertos”) incluye un relato ilustrado por Javier Pulido que, alegría, sí está a la altura de Aja. Pulido entiende perfectamente qué tiene entre manos, una comedia de acción con toques de intriga que avanza a golpes de bendita locura. La necesaria para hacer de los superhéroes los personajes chispeantes y alucinantes que eran.
Aunque en “Ojo de Halcón” jamás veremos uniformes-pijama, pocos archivillanos y escasas hipérboles propias del género. A ras de suelo, el héroe defiende a amigos y cercanos de matones y gángsteres de barrio pobre. Y con estos mimbres, ¡zaca!, Matt Fraction y David Aja han hecho historia en el género.
BREACH, de Bob Harras y Marcos Martín/Javier Pulido
Artículo publicado en Faro de Vigo, ampliado ahora.
Receta clásica para hacer un superghéroe.
“Breach” es un típico tebeo de DC, la casa de Batman y Superman, que recicla clichés del género para intentar mantenerlo fresco.
Un buen hombre con una vida ejemplar, familiar, sufre un accidente en un avanzado y osado experimento científico. En vez de morir, muta en algo más que humano. Podría haberse vuelto verde, enorme, irascible y chillar “¡Hulk machaca!” pero eso ya está inventado. Así que lo que el guionista Bob Harras ha ideado es una pócima que mezcla el angst del gigante verde con la semi-divinidad reflexiva del Doctor Manhattan de “Watchmen” (Alan Moore, Dave Gibbons y John Higgins), otro producto de un accidente científico. Et voilà, ya tenemos a Breach, un no-superhéroe de temibles poderes con un enemigo que le viene casi de serie (su creación deriva del descubrimiento de una dimensión paralela, agresiva y, a partir de entonces, invasiva).
Breach hiberna durante años, y cuando despierta debe quedar confinado cual experimento ultra-secreto militar. Su toque causa muerte o devastación. Y pierde su memoria pasada: los recuerdos de una mujer e hijo son aguijones dolorosos en disolución, su confinamiento, el nuevo desierto del eremita que purga su sufrimiento. Argumentalmente lo mejor de Breach son unas cuantas ideas poderosas (mezclar el desgarro de un hombre convertido en monstruo, como si de una Cosa del Pantano guapetona se tratase, con un entorno muy “Expediente-X”). Y un arranque potente. Pero número a número estas bondades se diluyen en un relato que no muestra un claro Norte e intensifica desgarros y padecimientos personales hasta volverlos artificiosos. También se desaprovecha el ripio argumental de encontrarnos ante un superghéroe que, habiendo nacido antes de que los esquijamados irrumpiesen en su realidad, despierta rodeado de capas y coloridos trajes. Alguna frase irónica, pero nada más. Cero reflexión alrededor, pues, del género, solo un relato de superhéroes que intenta saber a conocido pero no a rancio. Hay diálogos eficaces, amenazas sólidamente construidas y personajes interesantes, al menos. Y un oficio puesto en el asunto que hará las delicias del consumidor habitual de “Pijamas”, si bien la serie quedó cerrada precipitadamente en USA, por malas ventas, lo que da una sensación de que queda mucho que contar.
¿Puede interesar a otro lector que al fan del género? No creo. ¿Me interesó a mí? No lo logró pese a, como he dicho, un inicio con potencial.
Lo mejor, sin duda, el apartado gráfico, con un Marcos Martín siempre iluminado, elegante y aportando soluciones de composición imaginativas. Y un Pulido eficaz y estiloso. Acompaña un color notable de Javier Rodríguez. Y los tres, desde luego, tienen en su haber cosas mejores en sus respectivos futuros, pero aquí hacen un trabajo remarcable. Estilazo viene de serie, vamos. Es sin duda la carta ganadora, un trío de autores españoles dando muchos puntos positivos a una serie que, en otras manos, no pasaría de trabajo del montón