Archivo enero 2016

Frank Miller en mi casa

Con dieciséis años ya eres todo un hombre hecho y derecho, por eso decidí, zas, dejar de leer tebeos de superhéroes.
Pero Miller me gustaba tanto…
Claro que yo ya tenía todo aquello de Daredevil, ya tenía Miller de sobra, así que sí, eran tiempos para cambiar de aires y leer cosas de mayores. Hasta había comprado Ronin, que era un Miller mazo raro pero seguía molando, porque además no era de supertipos pegándose. Era más disparatado, pero había coartada.
Así que Miller decidió desde su casa, allá en Estados Unidos, que me iba a voltear la cabeza como si fuera un trompo para dejarme descompuesto, y creó una nueva obra sobre, uf, Batman. Ah, no, superhéroes va a ser que no.
No piqué, porque ya era un tío maduro. Pero caramba, ese formato (aquello sí lo era, un formato, unas características físicas féreas como soporte de la obra) me impresionaba. «Prestige», lo que quieras, un cómic con su lomo, con unos colores (lo ojeaba en el quiosco) «buenos», no de puntitos…
Cuando salió al mercado el segundo tomo de la serie leí esta página, también en el quiosco:

Dark Knight small
Y Miller se lanzó unas buenas risas, imagino, desde el otro lado del charco viendo cómo mi cabeza volteaba sin control. Lo compré.
Dark Knight no se parecía a nada previo porque no había nada como aquello (al menos, en mi universo de lecturas y conocimiento sparciales del medio). Ni en forma ni en tema: nada de continuidades y universos ficticios, esto era un «What if» que devolvía un Batman más real que el de todas las colecciones de la época dedicadas al hombre murciélago juntas. Tampoco había compacación posible en formato, ni en nada. No era europeo pero no era mainstream americano, ni underground.
¡El Milleranissssmo va a llegar! que diría el escritor borracho: no, ya estaba aquí. Una prosa dura, cortante, un dibujo extraño, feísta, un color radiactivo, unas páginas que llevaban los experimentos previos de Miller un paso o dos más allá. Unos enemigos loquisimos pero que eran como la destilación en forma de cuento de hadas de una crítica a la sociedad de su presente (los ochenta, chungo, chungo). Mutantes que nada tenían que ver con los de la X, pandillas callejeras, amoralidad, brutalidad, heroísmo y justicia, un ritmo endiablado, un color de Lynn Varley tremendo.

No era solo que aquello «no era para niños» (qué porras, yo era un mocoso, qué estupidez de razonamiento), se trataba de la capacidad de Miller para romper moldes, llevar el pastel a un extremo nunca cocinado y brindarnos un plato que excede la excelencia.

El cómic, vi entonces, con 16 o 17 años, era un arte poderoso, vibrante y que excede las bondades del dibujo (algo que siempre me gusrta, contemplar un buen dibujo, sea de José Domingo o de Tiziano) o del mero relato de hechos (¿ganará Batman o Superman?), porque es un arte narrativo que debe jugar con sus normas gráficas para hacer algo que, además resulta de una belleza visual bestial.
Así es Miller, brutalmente bello, cuando no patina (e incluso cuando lo hace, tiene el fulgor de los verdaderos colosos, es inevitable).
¿Qué habría sido de mí sin aquella lectura estremecida en la barra del quiosco? ¿Sin esa página podría haber sido yo el adulto come-viñetas en que me he convertido?

Dicen que la vida se debe a procesos, no a hechos puntuales. También que una mariposa aleteando puede provocar un huracán en el otro extremo del mundo. Frank Miller es el proceso de mi mariposa.

En estos tiempos, en estos lustros y hasta décadas en que cíclicamente algún listo se ríe del «decadente» Miller, conviene recordar que hablamos de un gigante que lo es desde hace treinta años, con muchas páginas alucinantes en su carrera, alguna muy reciente, y que aún levanta polvaredas con cada nuevo proyecto.
Un genio. No abundan.
Feliz cumpleaños, Miller.
En esta casa te queremos.

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Tres navajazos (DeForge, Marra, Matt)

Este viernes hablé de tebeos en faro de Vigo, tres obras personales y furiosas, cada una a su modo, para comenzar 2016 apretando las muelas bien (amplias para leerla con un clic):

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CÓMICS SENSACIONALES, de Santiago García

Un texto que lamento sea tan breve (papel obliga, es de faro de Vigo) sobre un libro que considero magnífico. Un clic para ampliar y leer:

: Visado : Página 6

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Recomendaciones que hice para Navidades

En estas fiestas publiqué en Faro de Vigo un «a toda página» con cómics de gente de acá, a cascoporro. Esta es la página y el texto, necesariamente comentarios concisos sobre casda obra, qu eespero animasen a alguien a la adquisición de tan bellas joyas de la novelagrafía española y occidental en términos generales.

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