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No preocupa el soporte, importa la calidad

Leo un interesante artículo de opinión sobre un tema que trae de cráneo a los cabezas pensantes del mundo de la comunicación y los medios: periodismo digital vs periodismo impreso. Me quedo con este fragmento de la reflexión en voz alta de José Luis Barbería en El País:

Y es que el periodismo se consagró, precisamente, como filtro efectivo contra el bulo. Se equivocan quienes creen que el periodismo en la Red puede prescindir de la formación, el código deontológico, el estatuto de redacción, la ética o la vergüenza torera. «Ja, como si los periodistas respetaran sus códigos», dirán quienes predican el fin del periodismo. Pese a todo, puede que los cínicos periodistas retratados con maestría en Primera plana, de B. Wilder, resulten unos tipos entrañables comparados con lo que prolifera por ahí. Mejor estar entre las tres pes (putas, policías, periodistas) que ponerse en manos de grupos sin escrúpulos o de aficionados temerarios atacados por la soberbia.

Quienes creen que pueden suplantar sin problema al periodista podrían hacer el ejercicio simple de elaborar una noticia en el tiempo en que lo hacen los profesionales, para comprender que captar lo significativo, ordenar con criterio los datos, contextualizarlos y redactarlos de forma comprensible y atrayente es una tarea que requiere el saber del oficio. ¿No hemos visto a escritores consagrados naufragar en el género del reportaje y a intelectuales perderse en entrevistas-río sin principio ni fin? Con sus miserias y el pesado lastre de sus otras tres pes domésticas -paro, precariedad y presiones-, el periodismo, donde el éxito es siempre efímero y la reputación profesional discurre al borde del precipicio, cumple una función imprescindible.

Pese a la calidad indudable de algunos espacios y al mérito personal de quienes los animan, nuestro universo digital está muy coloreado por plataformas sectarias, «confidenciales» donde chirría la regla de la verificación, fabuladores informativos que todos los días rearman la teoría de la conspiración del 11-M, tertulias de boca caliente en disputa por ver quién la dice más gorda. Pero la Red no inventó la mentira. La rentable escuela de la invectiva nacional ya funcionaba antes entre nosotros, como funcionaban los carroñeros que hacen espectáculo de lo más sagrado.

Según eso, el problema no estaría entre el nuevo y viejo periodismo, sino entre el bueno y el malo, en la urgencia de restablecer la relación perdida con el público. [el artículo completo aquí]

La prensa me da la razón

Resulta conmovedor comprobar como una mente tan ordinaria como la que dicta estas palabras vea recompensado a través de los medios su ego más rudimentario y reincidente. Digo esto porque realizando el repaso habitual a la prensa escrita esta mañana, he visto reflejadas algunas reflexiones que realicé en petit comité meses atrás. Si a ello sumamos que hace unas fechas se dirigieron a mi pronunciando la palabra «joven» en defecto del habitual «señor»en la cola del súper, debo reconocer que no quepo en mí.

La primera de ellas salió a la palestra en una tertulia de nachos y cerveza celebrada en casa meses atrás. Hablábamos de lo mal que le le sienta a muchos deportistas de alto nivel la jubilación de la alta competición. En ese momento -y en otros muchos que no vienen al caso- interrumpí para resumir el asunto de la siguiente manera: «Cuando eres futbolista y vas a un restaurante exclusivo no es necesaria reserva previa. Llegas y comes. Después de colgar las botas, eso suele dejar de pasar y hay gente que no lo asume con la naturalidad que debería». Y entonces leo hoy en El Mundo: «Te das cuenta que no formas parte de la élite cuando llegas a un restaurante y no tienes mesa reservada». Son palabras de un ex futbolista internacional.

La segunda afirmación la efectué la última vez que vi perder una final a Novak Djokovic. Veía el informativo de deportes acompañado de Rebeca y comenté: «Acuérdate bien de lo que te voy a decir: este tipo va a ser el nuevo número uno del tenis mundial en los próximos años, con el permiso de Rafa». Tras un leve giro de cuello y el posterior cierre de su maxilar para atacar otro bocado, mi mujer volvió a lo suyo sabiendo que se trataba de una profecía más de las mías que tanto le gusta olvidar, y no me extraña (véase: «Ya te anticipo que se van a cargar a Obama antes de las elecciones»; «se va a liar una gorda en las calles como siga creciendo el paro así» o «verás como este año va a ser un verano mucho más caluroso de lo normal»…) Entiendo que para tolerar este tipo de penitencias inventaron el amor, ¿no? Retomemos el hilo. Cuál es mi sorpresa cuando leo hoy en la prensa las declaraciones de Rafa Nadal tras la derrota ante el tenista serbio en semifinales: «Este partido ni en mis mejores condiciones lo podría haber ganado. La forma en la que ha jugado Novak es imparable (…) Nunca había jugado contra él a este nivel. No he podido cambiar la táctica porque cada golpe suyo era ganador».

Para redondear la jornada deportiva, os propongo que no perdáis detalle de la noticia que publicaba El País el jueves pasado que llevaba por título Maradona es cliente de Heinze. Añoro algún dato concreto en el cuerpo de la noticia, al margen de suposiciones y deducciones obvias pero simples, que aporte algo más de contundencia a la veracidad del artículo. Juzgad vosotros mismos.