No preocupa el soporte, importa la calidad
Y es que el periodismo se consagró, precisamente, como filtro efectivo contra el bulo. Se equivocan quienes creen que el periodismo en la Red puede prescindir de la formación, el código deontológico, el estatuto de redacción, la ética o la vergüenza torera. «Ja, como si los periodistas respetaran sus códigos», dirán quienes predican el fin del periodismo. Pese a todo, puede que los cínicos periodistas retratados con maestría en Primera plana, de B. Wilder, resulten unos tipos entrañables comparados con lo que prolifera por ahí. Mejor estar entre las tres pes (putas, policías, periodistas) que ponerse en manos de grupos sin escrúpulos o de aficionados temerarios atacados por la soberbia.Quienes creen que pueden suplantar sin problema al periodista podrían hacer el ejercicio simple de elaborar una noticia en el tiempo en que lo hacen los profesionales, para comprender que captar lo significativo, ordenar con criterio los datos, contextualizarlos y redactarlos de forma comprensible y atrayente es una tarea que requiere el saber del oficio. ¿No hemos visto a escritores consagrados naufragar en el género del reportaje y a intelectuales perderse en entrevistas-río sin principio ni fin? Con sus miserias y el pesado lastre de sus otras tres pes domésticas -paro, precariedad y presiones-, el periodismo, donde el éxito es siempre efímero y la reputación profesional discurre al borde del precipicio, cumple una función imprescindible.
Pese a la calidad indudable de algunos espacios y al mérito personal de quienes los animan, nuestro universo digital está muy coloreado por plataformas sectarias, «confidenciales» donde chirría la regla de la verificación, fabuladores informativos que todos los días rearman la teoría de la conspiración del 11-M, tertulias de boca caliente en disputa por ver quién la dice más gorda. Pero la Red no inventó la mentira. La rentable escuela de la invectiva nacional ya funcionaba antes entre nosotros, como funcionaban los carroñeros que hacen espectáculo de lo más sagrado.Según eso, el problema no estaría entre el nuevo y viejo periodismo, sino entre el bueno y el malo, en la urgencia de restablecer la relación perdida con el público. [el artículo completo aquí]