Los profesores de secundaria quieren ser repetidores. Reincidirán y volverán a hacer novillos, a faltar a clase, los días 4, 5 y 20 de octubre. Retoman el calendario de movilizaciones con marchas, concentraciones, camisetas verdes y huelgas. Dicen los sindicalistas de la enseñanza que es necesario este despliegue reivindicativo para hacer entrar en razones a la consejera de Educación, y ésta les responde calificando de «salvaje» la huelga, pues no hay motivos para entorpecer de esta manera el curso y perjudicar gravemente a los alumnos por el simple hecho de obligar a los profesores a dar dos horas más de clase a la semana. Es como si los alumnos dejaran de ir a clase porque el profesor les pone demasiados deberes, o fuera tan exigente en los exámenes que les obligara a estudiar dos horas más a la semana.
Ya lo saben los alumnos de la escuela pública: durante el mes de octubre, tres días de huelga, tres días sin clase, tres días de quebraderos de los padres que no podrán dejar a sus hijos en clase, tres días perdidos para aquellos que han elegido, por voluntad o por necesidad, ir a la enseñanza pública.
Quienes no tendrán este problema, porque tienen garantizado un curso libre de percances sindicales, libre de huelgas y movilizaciones, son, entre otros, los hijos del secretario general de UGT en Madrid, José Ricardo Martinez, y los de algunos ministros del gobierno de ZP, que llevan a sus hijos a colegios privados no concertados, y en algunos casos, en coche oficial. A los alumnos de lo público les dan calabazas; a los de la privada, también calabazas, pero ya transformadas en dulce cabello de ángel por la mano de papá ministro o papá sindicalista.