Eran jóvenes rockeros de la política, allá por la movida de los años ochenta. Hicieron carrera en la esfera local y después volaron por los altos andamios de las nubes para volver ahora a casa, al nido de donde salieron como políticos en prácticas.
Mal deben andar las canteras de los partidos políticos cuando tienen que tirar de los equipos de veteranos para juegan partidos trascendentes en las urnas. Jaime Lissavetzky es candidato a la alcaldía de Madrid, después de haberse iniciado en la política local como consejero del gobierno regional de Joaquín Leguina y más tarde ostentar el cargo de secretario general de la FSM, hasta llegar a la secretaría de Estado para el Deporte. Y ha elegido como número 2 de su lista, a otra veterana de la política de proximidad: Ruth Porta, que fuera concejala del Ayuntamiento de Madrid, diputada regional y senadora, persona contundente, de verbo hiriente, que no se arruga aunque la oposición ponga a su marido en el ojo del huracán por presuntas irregularidades en el mundo del ladrillo. Será una china en el zapato de Gallardón, si este continúa como alcalde.
Otro viejo y glorioso rockero de la política local retorna a sus lares: Juan Barranco, concejal primero y alcalde después de la Villa y Corte. Ha sido senador y es diputado nacional. Ahora entiende que su nombre en el puesto número 3 de la candidatura de Gómez, puede prestigiarla, y de forma desinteresada, estando ya de vuelta y percibiendo que no hay mejor futuro que retornar al pasado, decide volver y con letra de tango: «sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada…» Hace veinte años que dejó de ser alcalde.