Hace ya tiempo que no se esperaba tanto de la Semana Santa como este año. Las buenas cifras de empleo en el mes de marzo, la recuperación del consumo y el buen estado de las reservas hoteleras para los próximos días, pronostican una Semana Santa de gran pasión por viajar, de procesiones de metal en las carreteras, y quizá de algún vía crucis en determinados lugares por culpa de los atascos. El sector de la hostelería, la restauración y el comercio en general, se frota las manos ante lo que se presume como unas mini vacaciones de gran movilidad. La playa, la montaña, el turismo rural, las ciudades con más tradición procesional y aquellas que son destino turístico, esperan encontrarse de lleno con la realidad de la recuperación, y no con un fantasma que se siente, pero no se palpa.
La Comunidad de Madrid en su conjunto reúne todos los alicientes posibles para que se produzca el efecto llamada del turismo. Tiene una tradición y una belleza en sus actos religiosos que en nada tiene que envidiar a los de otros lugares de atesorada fama, con Pasiones vivientes, representaciones litúrgicas populares, conciertos de música sacra, exposiciones y tamborradas. Goza de una oferta gastronómica, cultural, de compras y de ocio, incomparable. Nuestra región espera recibir esta Semana Santa una avalancha de turistas nacionales y extranjeros, pero también de turismo regional propio, por lo que parece oportuno tirar del eslogan de promoción turística de la Comunidad y decir: «Sal, y quédate». Sal de casa, pero quédate en las ciudades y pueblos de Madrid a disfrutar una Semana Santa, quizá desconocida para muchos. Es una oportunidad única para el maltrecho comercio, sobre todo porque en estos días, los convocantes de manifestaciones se van de costaleros a otras latitudes.