Detrás de cada curso de formación, puede haber un estafador potencial, y detrás de cada uno de éstos, suele aparecer un empresario o un sindicalista, un desaprensivo en definitiva. Es posible que un día se perdiera el verdadero espíritu y objetivo de estos cursos, para convertirse en una forma de subvención a sindicatos y empresas sin demasiado ánimo de control, aunque bien es cierto que hay cursos que se han impartido de forma correcta y eficaz. En casi todas las latitudes del paisaje español, se han perpetrado estafas de esta naturaleza, y ha quedado demostrado que en muchos casos, eran cursos de formación de estafadores, de los que han salido prestigiosos «profesionales» del guinde, artistas del saber forrarse, asegurando haber impartido lo que no está demostrado que hayan hecho. Ahora conocemos un fraude en la Comunidad de Madrid, con un empresario imputado, que fue detenido y enviado a prisión sin fianza.
No hay que desechar en estos casos la posible colaboración necesaria de algún político o alto funcionario, que quizá por dejación, desidia o premeditación, no haya hecho el seguimiento debido, y hasta el final, del destino de la subvención otorgada para cursos de formación.
La experiencia demuestra el riesgo que supone dejar el dinero público en manos de particulares para que gestionen una actividad de esta naturaleza. Los cursos de formación tienen una finalidad social, y lo mejor sería que fueran impartidos a través de una entidad pública con el fin de garantizar el destino final de estos fondos públicos. La sombra andaluza es alargada y llega a otros puntos de la geografía nacional, lo que demuestra que los golfos de turno no son de aquí, ni de allá, sino de cualquier parte donde se huela una subvención.