Querido Agustín

Se cumplen 20 años de la muerte de Agustín Rodríguez Sahagún, apodado «pelopincho» en su etapa de ministro de Defensa. Fue Suárez quien le convenció para que se presentara como candidato a la alcaldía de Madrid por el CDS. Sahagún no estaba muy convencido. Me requirió en varias ocasiones para que le contara cosas de la municipalidad y para preguntarme por asuntos de la Villa y Corte. Un día me dijo que le habían convencido mis palabras en el sentio de que ser alcalde de Madrid era más importante que ser ministro, y eso le llevó a la alcaldía de la capital de España, casi sin quererlo, seguro que sin ni siquiera pensarlo. Le empecé a conocer antes de la carrera electoral; le conocí en profundidad durante su corta etapa al frente del Ayuntamiento y nos hicimos amigos en largas horas de conversaciones para escribir su biografía. Agustín me falló al final: me dijo que estaría en el acto de presentación de  su biografía, y no estuvo. Nos lo arrebató la muerte unos días antes en un quirófano de un hospital francés. Meses antes, cuando decidió no volver a presentarse a las elecciones y se despidió de los periodistas, dijo que se había dejado la vida por Madrid, y era cierto; si se hubiera sometido antes a la operación que terminó matándole, quizá ahora estaría entre nosotros, pero prefirió ser alcalde a enfermo. Un mes antes de irse a morir a un hospital francés, me telefoneó a casa para despedirse con un: «hasta la vuelta». Pero me falló, porque sólo volvieron sus cenizas. Me lo temía; aquella llamada me sonaba a despedida.

En Agustín conocí a unos de los políticos más honrados; a uno de los alcaldes más entregados; a una gran persona, amante de la vida, de la familia, del arte y de los amigos. Valió la pena conocerte, querido Agustín, ahora que veinte años después sigues estando entre nosotros, porque los grandes hombres nunca se mueren del todo.

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