Será legal, pero personalmente no me parece ético engordar la cuenta propia con el dinero de otros. Admitamos que las Cajas de Ahorros ya no son la obra social creada por el padre Piquer para socorro de los más necesitados, pero siguen siendo entidades sujetas al control público, sin ánimo de lucro y con una disposición social del dinero que generan los ahorros de los impositores. Por lo tanto, deben ser gestionadas por buenos profesionales bien pagados, como corresponde a su rango y responsabilidad; pero de ahí a que complementen sus emolumentos nominales con bonus-sorpresa, con bonus-chollo, media un abismo. Al anterior presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, se le despidió con una indemnización de 2,8 millones de euros, pero dejó cerrado para él y sus directivos un bonus de 25 millones de euros que, aún ya fuera de la entidad, cobraría el próximo año.
A mí me parece una indecencia consentida, porque el acuerdo fue tomado sin que nadie levantara la voz, pero dicho esto no comprendo el rasgado de vestiduras al que se han sometido ahora algunos al conocer la existencia de esos bonus. Dicen haberse enterado porque el actual presidente de la entidad, Rodrigo Rato, ha decidido cargarse el acuerdo y acabar con el bonus-chollo. Y uno se pregunta para qué están representados en Caja Madrid los partidos políticos y los sindicatos, si luego no se enteran de estos acuerdos abusivos o miran para otro lado. Si su presencia en los órganos de la Caja se justifica por su tarea de fiscalización y no se enteran de asuntos que afectan a los impositores, lo mejor es que desaparezcan y ese dinero que nos ahorramos.
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