Las llamaban Trinidad

Trinidad. Su nombre envenena los sueños de Tomás Gómez. Primero fue Trinidad Jiménez, con la que tuvo que pelear unas primarias que terminó ganando. Ahora, Trinidad Rollán, condenada por los tribunales a 8 años de inhabilitación para cargo público, y a la que Gómez sigue dando amparo en un despacho de Callao para que siga ejerciendo como número 2 del partido en Madrid, porque se niega a admitir que una condena para ocupar un cargo público no debe afectar a un cargo de responsabilidad dentro del partido. Aquí es donde nace la discrepancia, no solo desde la casa de enfrente, situada en la acera de la derecha, sino dentro de la propia casa común del socialismo. Desde Ferraz dicen que respetan, que no quiere decir que respalden, la decisión de Gómez, y esos respetuosos son los mismos que estarán esperando a Gómez si éste no consigue unos buenos resultados el 22 de mayo.

El secretario general de los socialistas madrileños sigue confiando en la inocencia de Rollán. Cuando menos le aplica la atenuante de no haberse enriquecido, cosa que por otra parte no se ha llegado a investigar. Resulta curioso hasta donde llega la percepción de la corrupción política en España, que se pasa de «apestado», si alguien se ha enriquecido, a «inocente» y maltratado si no se demuestra que haya «pillado», aunque se le acuse y pruebe un delito de prevaricación, como es el caso de Trinidad Rollán, que en política no deja de ser un delito muy grave, porque se ha cometido una irregularidad a sabiendas de que se cometía, y en ocasiones las irregularidades pueden convertirse en beneficios, al menos para terceros.

Be Sociable, Share!

Tags: ,

Comments are closed.