Todos los grupos de la Asamblea de Madrid se han puesto manos a la obra para reformar el Reglamento de la Cámara regional. El objetivo es tener un parlamento más ágil, cercano y realmente útil para los madrileños. Es decir, lo que no es en la actualidad la Asamblea de Madrid, anclada en el pasado, desde el punto de vista reglamentario, y anestesiada por demasiados años de mayorías absolutas del PP. Unos y otros proponen televisar los plenos, limitar las preguntas de autobombo del partido del gobierno y reducir el tiempo de intervención de los portavoces en las llamadas iniciativas largas (mociones, interpelaciones, PNL y demás), entre otras iniciativas. Siendo todo eso necesario, no estaría de más conseguir un parlamento en el que se pueda parlamentar en condiciones decentes. Si lo que se pretende es encantar a la audiencia y a los medios de comunicación con palabras bellas y frases ingeniosas ideadas por asesores ingeniosos, con leer lo escrito, oír lo que dice el otro y votar sabiendo de antemano el resultado, es suficiente lo que hay. Pero si se persigue que en la Asamblea se hable o converse con otros, es urgente reformar el Reglamento para convertir esta institución en la casa de la palabra y el debate real entre posiciones enfrentadas. Para conseguirlo, son necesarias ideas y no papeles, esos que siempre llevan en la mano y que no son apuntes sueltos sino el verdadero sostén de su intervención. Leen y no dialogan porque eso no viene en sus papeles: no hay debate decente.
