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Dic 10

Barajas, los controladores y los privatizadores

El largo puente de la Constitución dejó tirados en el aeropuerto de Barajas a miles de madrileños con ganas de viajar y de vacaciones. A los controladores aéreos, esos chicos y chicas con sueldos multimillonarios que han ido asegurando año tras año desde la transición gracias a que los gobernantes se los fijaban generosamente, se les fue el tarro y decidieron dar una patada al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en el trasero de los ciudadanos. Una putada sin precedentes y sin avisar que acabó cuando los militares se hicieron cargo de todo. El Ejecutivo decretó el estado de alarma y todo se normalizó en cuestión de horas. Todo esto ha alarmado a muchos ciudadanos hartos de unos y de otros hasta el punto de que muchos están encantados con la posibilidad de acabar con esos controladores tan malos para echar la culpa al empedrado de una situación que ningún gobierno ha sabido o querido resolver.

El Ejecutivo actual, antes de este conflicto, había aprobado una serie de medidas para intentar que la economía española se enderece un poco, entre ellas la privatización de AENA. Ahora después de visto lo visto y escuchado los escuchado en esta huelga encubierta, esta privatización se verá mejor y los enemigos de lo publico, encantados. Zapatero recibió el apoyo del PP de Aguirre para privatizar después de militarizar, la derecha madrileña compite con los socialistas sobre el valor de las privatizaciones y el PSM aclara que no es lo mismo que se privatice el Canal de Isabel II que AENA.

Al final, puede dar la sensación que el aeropuerto de Barajas quedó colapsado no sólo por una chulería más de los controladores con sueldos aprobados por los que mandan hoy y los que mandaron ayer, sino también porque las privatizaciones, que no incluyen a los controladores, entran mejor con vaselina. Y qué mejor lubricante que una amenaza que huele a caos y una solución militar que tranquiliza a los serenos ciudadanos. Siempre pensé que la militarización de la vida tenía que ver con situaciones en las que no hay más salidas que el ordeno y mando y no con la incapacidad de unos y otros para gobernar con serenidad hasta las situaciones más límites. Parece que no.