Hace unas madrugadas tuve el placer, o la demencia transitoria, de ponerme ante el televisor a tragarme enterito el discurso de Barack Obama en la Convención Demócrata de Denver. Sin entrar de golpe en los pormenores de su contenido, no creo que me equivoque si digo que estamos ante uno de los mejores oradores de la historia reciente. Siempre me ha atraído el poder de seducción de la oratoria, y recientemente he dedicado parte de mi tiempo libre a leer mucho sobre la materia. Sin ser ni de lejos un especialista, el discurso que pronunció el afroamericano más popular del momento fue una lección magistral. Con él consiguió algo extraordinario, más aún cuando se trata de un político: conectar con el público y que éste se identificara, de forma cómplice diría yo, con él.
De todo lo mucho y brillante que contiene su intervención, os recomiendo el fragmento en el que obama se refiere a «sus ídolos» (del minuto 10 en adelante). Utilizando comparaciones más cotidianas, consiguió explicar sus propuestas a partir de casos reales muy concretos que le sucedieron a lo largo de su vida. El derecho a un trabajo digno y reconocido por encima de diferencias de sexo, raciales, etc., la aplicación de la atención sanitaria universal para todos los norteamericanos o las mismas oportunidades educativas para todos, fueron algunos de sus golpes maestros. Si su compromiso no llega a flaquear cuando ocupe la poltrona presidencial -si el destino, la salud, la suerte, la CIA, los lobbies de poder, la Asociación del Rifle, el KKK, el huracán Gustav… tienen a bien permitirlo- tal vez provoque un vuelco a la primera potencia mundial, y por derivación al resto de mortales menos «potentes».
¿No os resulta paradójico que la línea argumental de un aspirante a la presidencia de La Casa Blanca, que está rompiendo moldes en pleno siglo XXI, no sea otra que la de garantizar los derechos básicos de sus paisanos, cuando éstos, a estas alturas de la película, se encuentran ámpliamente cubiertos en la mayoría de países occidentales? El alumno aventajado copiando al repetidor de curso en el examen final… No logro encontrarle ningún sentido.
Revisando el discurso, otro de los momentos álgidos de la noche apareció en escena cuando abordó el tema de la economía. Con una crisis acuciante, en la que según los expertos -vuelvo a desmarcarme de ese grupo- ha tenido un gran peso lo que ha sucedido en EE.UU, Obama no se anduvo con medias tintas. «El éxito de nuestra economía no se mide por la cantidad de billonarios que tenemos ni por los ingresos de las grandes empresas, sino por cuánta gente puede acceder a un puesto de trabajo con el que pagar sus hipotecas y poder ahorrar para darle a sus hijos un educación universitaria», dijo sin dar la sensación de que estuviera mirando en todas direcciones buscando algún «laser». Los lobbies empresariales más poderosos de norteamérica ya han hecho acopio de «katanas» -eso sí, made in China- para todos sus ejecutivos, vislumbrando un posible triunfo demócrata.»Cerrado por reforma» no entra en sus cálculos y habrá que estar atentos a sus movimientos.
A mi juicio, Barack Obama ha dado un paso decidido hacia el cambio. Leo infinidad de informaciones sobre su campaña y no dejo de sorprenderme. ¿Os imagináis a nuestros políticos concentrando a más de ochenta mil personas en un estadio, sin repartir tickets para el «bocata» o tirar de la plantilla del «inserso» en la reserva? Yo no. Otro dato inverosímil: 38 millones de estadounidenses vieron en directo por televisión el acto. Ni la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos congregó a tanto «yankee» ante la pequeña pantalla. Es evidente que estamos ante un fenómeno de masas extraordinario. Conseguir que la gente -intelectuales, gente de clase baja, media o incluso alta- vuelva a tener esperanzas en lo que pueda surgir de la política es un fenómeno extravagante, al alcance de muy pocas mentes lúcidas. Hablo con gente que dejó de votar tras su primera experiencia electoral, y cuando sale Obama en televisión levantan el dedo de su mando a distancia. Es más, le escuchan con atención y eso si que es un «cambio».
Para finalizar con esta tortura, aprovecho para deciros que, si lo deseáis, podéis colaborar con «Hache se escribe con Hache» incorporando textos, enlaces o sugerencias sobre este apasionante final de campaña. Estoy abierto a vuestras propuestas. Seguiré atento a lo que vaya sucediendo al respecto.
Cita del post: «No temáis, ya lo harán otros en vuestro lugar» (Anónimo).