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Una historia familiar

Resulta sorprendente cómo a veces alguien extraño puede lograr explicar tus sentimientos mucho mejor que uno mismo. Eso es precisamente lo que me acaba de ocurrir con este magnífico reportaje de Informe Robinson sobre el ciclista Markel Irizar y el relato de su experiencia con el cáncer. Desde el momento de la comunicación del diagnóstico, la crudeza del tratamiento o los primeros progresos en su día a día, he sentido como si me estuviera observando extrasensorialmente, expresándome a través de sus labios [*]. Cómo olvidar que yo también hice de Lance Armstrong, y de su autobiografía ‘Mi vuelta a la vida‘,  todo un referente como paciente.

Mi recomendación: dedícate los siguientes 20 minutos de optimismo y superación. Después de una larga noche, siempre sale el Sol.

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[*] Esta es la razón por la que me identifico con la historia de Markel Irizar.

Mis padres se esforzaron en educarme pero me gusta el fútbol

Después de la polémica surgida en este país con respecto al fútbol y sus manifestaciones, decidí hacer una breve reflexión en Facebook que ahora reproduzco aquí. No va contra nadie ni tan sólo pretende aproximarse a la realidad. Sólo es mi verdad y lo único que pretende es aportar otro punto de vista a la jugada, sin renunciar jamás a mi espríritu crítico.

Como lo mejor en estos casos es aportar pruebas, lo hago con dos vídeos. En el primero podréis comprobar mi capacidad para adentrarme en la prehistoria, muchos milenios después, desde el sofá de casa. En el segundo, disfrutaréis de una obra maestra dirigida por la BBC para resumir en dos minutos la Eurocopa 2012.

España ha ganado su segunda Eurocopa en cuatro años. En los 31 anteriores había sido incapaz de verla pasar de cuartos. Y era feliz, relativamente feliz, sin duda. Ahora he podido celebrar el tercer trofeo desde 2008 y lo he hecho sin cataclismos, sin perder el norte, sabiendo dónde está mi pan y el de los míos, sabiendo que hay infinitas prioridades por encima del fútbol. Pero disfrutando el momento, volviéndome loco por un instante -así lo atestigua el primer vídeo-, dejándome llevar por ese sentimiento de haber olvidado aquel «eso, tú y yo no lo veremos, hijo», por el reconocimiento a la excelencia de aquel deporte que creí practicar durante 15 años, por la admiración hacia unos valores que, después de tener un justo reconocimiento en personalidades de otros sectores de la sociedad, ahora vemos representados en futbolistas de casa, esos que se han criado con Cola-Cao, bocadillos de embutido o viendo a Oliver y Benji. Como yo.

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También por ver a Casillas pidiendo clemencia en nombre del rival y cumpliendo, por muchos 10 millones de euros que contemple su nómina, lo que desde el primer día me enseñaron en el club de mi barrio cuando con 5 años me vestí por primera vez de corto: «al acabar el partido se le da la mano al rival, uno a uno»; por un genio despistado llamado Cesc que asume la responsabilidad, reivindicando ese derecho que tenemos -tienen, un lapsus- los jóvenes, y le pide a su entrenador que le deje tirar el último penalti del siglo; por un albaceteño reservado que quiere el balón cuando las cosas no vienen de cara para demostrar que la filosofía rural sigue vigente; por un seleccionador que huye de los focos y recuerda que «esto sólo es fútbol» mientras bate todos los récords sin levantar la voz a las primeras de cambio; por dos clanes, los Capuleto y Montesco, que se retan a muerte permanentemente y durante uno de cada veinticuatro meses nos muestran que siempre hay un camino hacia el entendimiento y los puntos comunes, siempre que cuentes con dos comandantes generales, como Xavi y Casillas, que saben de dónde vienen, lo que han logrado juntos y cuánto les ha costado… Y así podría citarte virtud tras virtud de esta selección, experta en despertar simpatías más allá de nuestras fronteras…

Hoy hay que volver a la batalla. Sin analgésicos, sin pantallas que desvíen atenciones y sin refugios virtuales. Pero habremos disfrutado de una experiencia que lejos de solventarnos la papeleta, nos habrá ayudado a recargar unos milímetros nuestro maltrecho depósito de optimismo, o cómo mínimo a taponar alguna que otra fuga. El reto que tenemos ahora por delante consistirá en saber tomar todos esos valores y aplicarlos a nuestro día a día, no sé si haciéndonos mejores pero seguro que retrasando sensiblemente nuestro empeoramiento.

BBC Euro2012 thriller closing credits

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Un homenaje al trabajo más difícil del mundo

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Un homenaje para el que es sin duda el trabajo más duro que existe y, a la vez, el mejor: ejercer de madre. Así lo ha querido reconocer el grupo P&G elaborando este spot que pretende rendir un ‘homenaje emotivo y sincero a todas las madres del mundo’.

Para ello han aprovechado que estamos en año olímpico, utilizando aquellos éxitos de los deportistas que se encuentran en un horizonte muy próximo, para correr las cortinas del día a día y dejar que traspase el esfuerzo y la dedicación de unas madres -y padres, diría yo- que enocontrarán su recompensa en los os rostros de sus hijos durante la próxima cita olímpica. [Vía lasblogenpunto]

Andrés Montes

Hace días se marchó el controvertido y aclamado a partes iguales, Andrés Montes. Se habrán escrito cientos de párrafos sobre el ocaso de una de las estrellas mediáticas más discutida de los últimos tiempos, pero me quedo con el testimonio directo y a quemarropa de Javier Caballero, jefe de edición de Magazine, en la columna que publica semanalmente en Crónica titulada Perdedor.

ANDRÉS MONTES

La muerte se te lleva en pretemporada, compañero. Demasiado pronto cesa la trova cubana de la locución deportiva. Triste adiós para el son del calvo guasón con gafas de Imagine y verbo de tiroteo. Echas el telón con la función a medio terminar. Ahora que se te habían cortado las alas, ni da tiempo a que busques otros horizontes. Jodido Atlético. Jodida columna perdedora. Yo la adornaría con una pajarita de Hackett de Londres, of course, como flor póstuma.

Hace unos días, soto voce, me contabas tanto desencanto por culpa de tu salida de la televisión… Nada de terciopelo. Nada de recolocación en busca de un destino que se adecuara a tu palabrería sin interrupción. Quizás pensaron que el negro chistoso ya había tenido demasiado balón, balón, balón. Hablabas de tu despedida de la primera línea periodística como la mayor tragedia que habías vivido en 30 años que llevabas en el oficio. Yo te dije: «Por Dios, Andrés, será el berrinche del que le han echado». No quisiste o no pudiste deslizar más detalles. La desilusión era tan grande que no querías salir a la calle para no responder a compañeros ávidos de saber qué derrotero ibas a tomar. Estabas realmente jodido. Y eso es muy triste en un Rh caribeño como el tuyo. Vale, yo tampoco adoraba tu manera de narrar. Sin embargo, detrás de tu calva de Yul Brynner del Trópico percibí un hombre luchador, un cubano que quiso exprimir la vida y hacérsela agradable a los demás. Intuí al niño negro en un colegio de niños blancos con queso blanco del Plan Marshall. Lo corroboré en la distancia corta de tu hogar. Enfrente de tu estantería de cristal, repleta de música y emociones, comprobé que, detrás de la bata cara que llevabas, se escondía la chamba del tío que llegó a esto de juntar palabras por casualidad. Me gustaba la paradoja periodística de que, a dos portales de tu salón, estuviera Europa Press. Me dejaste una foto de Sachetti, un ala-pívot de la selección italiana de los Antonello Riva y Dino Meneghin. María, tu esposa, sigilosa y de modales exquisitos, nos puso patatas y aceitunas mientras echaba de menos al Depor de Bebeto y Mauro Silva. Cómo contrastaba tu atuendo de dandi con los libros de alta política. Me llamaba la atención tu curiosidad por el que hacen llamar conflicto vasco. Tú que habías visitado la Rusia comunista antes de que se derritiera la Guerra Fría. Comentabas, con todo lujo de detalles, la atomización soviética como un niño al que instruyen en relaciones internacionales y le acaban de dar un bloc en blanco. Ahora, preguntarán los detalles, el laberinto de tu adiós, a Roberto Gómez, a García Caridad, a Melchor Miralles, a José María García, a Daimiel, el de la NBA, y al bueno del ruso, Chechu Viriukov, tu agente y el de Iturriaga y el tío que metía los triples más rectos de la historia del baloncesto. No sé si te canonizarán, Andrés. Pero yo hubiera dejado que los niños se acercaran a ti en los campos de fútbol, que una avalancha de chiquillos te sobara y manoseara ese cráneo lleno de paridas y de motes. Si hasta la cadena verde te puso seguridad privada por cuestiones de orden público… La misma donde pasaste a los anales poniendo banda sonora al Mundial de Japón, a la plata de Madrid, y al oro de Polonia.

Bien sabías que la muerte mitifica. Pero tú querías vivir, con tus achaques de juventud, tu abstemia por cuestiones médicas y tu gusto por sentarte a la mesa en templos del buen yantar, preferiblemente en Guipúzcoa. Que suene cualquier tema de Van Morrison en tu honor. Un beso a tus hijos, a los que no tengo el gusto de conocer, pero que si llevan tu sangre, habrán salido cosecha de tiquitaca y juego preciosista. Camarada, espero que donde estés, haya risas, que te pongan apodo y te hagas colega de la pandilla. Y que pasen el balón al niño negro. Que sólo quiere jugar.

Javier Caballero (jefe de Edición de Magazine)

¿A qué estamos jugando?

Un día como hoy me toca mi hora y media de ejercicio entre amigos, porque eso es lo que somos, unos amigos. Después de meses dándole a la palita, me he topado con este fenomenal documento que demuestra que me han estado engañando: si nosotros jugamos a pádel, ¿estos a qué leñe juegan?

Vía Xpadel