El año político, económico y social no empieza en enero; va de septiembre a septiembre, lo que conocemos como temporada. Se ha acabado un curso que ha sido intenso y difícil. En el ámbito de lo político, hemos asistido a un periodo de sesiones convulso en la Asamblea Madrid, con escándalos en los plenos, tanto en la tribuna como en el hemiciclo, lo que provocó expulsiones, abandonos, palabras gruesas y un verbo hiriente entre sus señorías que dio paso a situaciones de alta tensión, sobre todo en aquellos asuntos cuyo debate estaba en otros escenarios, pero que se colaron en el Parlamento madrileño para hacer que viviéramos situaciones desagradables e insólitas. También el síndrome Bárcenas fue puesto sobre la mesa en un afán interesado de la oposición de contaminar políticamente la Cámara. La sanidad y la educación fueron dos asuntos de batalla política y social, tanto en el Parlamento como en la calle. Hemos vivido unos meses del alto voltaje con huelgas, paros, manifestaciones y concentraciones, mientras que en el plano económico se vislumbra una tenue rayo de luz al fondo del túnel de la crisis, con esperanzadoras bajadas en el paro, mientras que la tragedia del Madrid Arena ha marcado dramáticamente la página de los sucesos. Ojala que el verano sea una pausa para calmar desasosiegos.