La presentida primavera madrileña empieza a oler a elecciones, aunque quede un año para las autonómicas y municipales. Comienzan a rebullirse inquietudes personales e intereses de partido. Mientras que «candidatables» y sus respectivos «apoyadores» o «detractores», hacen mutis cuando se les pregunta por sus intenciones; cuando todos están en la prudencia del silencio, llega un espontáneo, y a cuerpo descubierto, sin capa ni engaño, salta al ruedo. Es Ruiz Gallardón y dice que no es menester buscar alcaldesa para Madrid, porque ya la tiene en la persona de Ana Botella, la mejor opción, según su criterio, por la eficacia demostrada en una gestión muy difícil en tiempos de crisis. Conociendo al personaje, a Gallardón, dudo si está apoyando a Botella o está descartando a Esperanza Aguirre.
Mientras esto ocurre, en el PP de Madrid se piensa que el reto de conservar la mayoría absoluta, tanto en la Comunidad como la capital, no es problema de quien sea el candidato, sino de la actitud del Gobierno nacional con respecto a Madrid, pues se entiende que desde Moncloa el trato que se le está dando a nuestra región es el mismo que le dio durante ocho años el gobierno de Zapatero, con la queja y el lamento continuo de la entonces presidenta regional, Esperanza Aguirre. De nada vale contar con los mejores candidatos, si después no hay una política decidida del partido reconociendo y dando a Madrid lo que en justicia le pertenece. Este es el verdadero problema, por encima de los nombres que encabezarán las listas.