Mientras en el PP las aguas bajan revueltas y se juntan con las aguas revueltísimas del PSOE, que intentan desembocar en el mar de las incertidumbres nacionales, Cristina Cifuentes sigue a lo suyo, que es ocuparse de gobernar, de ir cumpliendo su programa electoral y los acuerdos de investidura firmados con Ciudadanos.
Y en estas circunstancias, en pleno carajal de cambios en la política española, ella quiere hacer mudanzas, cambio de hábitos y de costumbres. Cifuentes no se duerme en la melancolía de lo dicho en tiempos revueltos, y recuerda que tiene que haber primarias en todos los partidos, incluido el suyo, una cuestión que abre muchas heridas e incertidumbres en el PP, ya que no todos están preparados para asumir que el dedo deje de señalar a los candidatos, y que sean los militantes los que democráticamente decidan quiénes quieren que entren en batalla electoral. No hay un ánimo generalizado dentro del partido a que esa moda termine instalándose en Génova y sucursales, pero Cristina lo va a intentar, por que lo prometió, y por convencimiento personal.
Por otra parte, Cifuentes está muy pendiente de ver cómo se resuelve finalmente el asunto de la gobernabilidad en este país, para decidir si se presenta como candidata la presidencia del partido en Madrid, en el Congreso regional que tendrá que convocar Esperanza Aguirre, y en el que que puede que la veterana lideresa, ponga punto y final a su larga y brillante trayectoria política.
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